domingo, 15 de mayo de 2011

La Parte del León y Perdido por Perdido

LA PARTE DEL LEÓN (1978) de Adolfo Aristarain
PERDIDO POR PERDIDO (1993) de Alberto Lecchi


Un vistazo al notable “thriller” argentino a través de dos películas de dos épocas diferente, 1978 y 1993, pero unidas por un hilo invisible, tanto argumental como sobre todo espiritual, al usar con inteligencia los cánones y la gramática del género para radiografiar realidades, para mostrar con crudeza las miserias de un país, el mundo subterráneo de trampas y engañifas que sostiene las ciudades.

Ratones por las paredes
Primera película de Aristarain y apertura de su sólido ciclo negro, ampliado con la soberbia “Tiempo de revancha” que hermana el alegato de orgullo obrero y la briosa trama criminal para retratar con crudeza la Argentina de la época y con “Últimos días de la víctima” estilizado “thriller” metafísico sobre un muy “melvilliano” pistolero de alquiler interpretado por el imprescindible Federico Luppi. Un arco siempre más ambicioso y complejo con cada entrega y desprovisto afortunadamente de la verbosidad y el trascendentalismo ñoño que pronto asaltaron su filmografía.

En este caso Aristarain afila una historia negrísima (y moral), sobre un tiparraco miserable y acabado, con sus ambiciones constreñidas por un trabajo mediocre que casualmente termina por hacerse con el botín de un golpe perpetrado por una trío de criminales no precisamente amistosos, al descubrir que lo han ocultado en la azotea de su edificio. A partir de aquí comenzará una escalada violenta y asfixiante repleta de sordidez, paranoia y peligro que se afianza en unos protagonistas ambiguos y tortuosos a los que el dinero pone a prueba. Espléndidamente interpretados por actores que se convertirían en indisociables de esta primera parte de la filmografía del autor, como Julio De Grazia como el desagradable protagonista y el extraordinario característico Ulises Dumont como criminal honorable.

Supera con bien sus carencias presupuestaria y ciertas arbitrariedades en su guión (la manera de dar con el dinero en especial resulta demasiado forzada, aunque la lenguaraz portera lo compensa), además de que algunas elipsis están realizadas a hachazos y falta pericia por momentos (el tiroteo en el parking está horriblemente resuelto, mal montado y confusamente planificado), en virtud de un pulso seco, especialmente ese inicio, violento y misterioso en el depósito de coches, la trabajada caracterización de todos los personajes (desde la “lolitesca” hija, hasta el turbio pistolero personificado por un jovencísimo Julio Chávez todo hieratismo amenazante) y una cualidad estilizada muy lograda, principalmente en su final de pesadilla kafkiana y en la decidida manera de referirse tanto a ciertas constantes del “polar”, como a la concreción y el estilo directo de la serie “b” norteamericana.

Paga lo que debes
Ingenioso y muy eficiente “noir” argentino que refiere tonal y estéticamente al previo cine de Adolfo Aristarain, de quien no en vano Lecchi fue ayudante de dirección y guionista (en la prestigiosa “Un lugar en el mundo”), en su resuelto fondo social cabreado y digno, con los puteados pintándoles la cara a los triunfadores aunque solo sea por una vez, pero también a cierta corriente cínica del “thriller” norteamericano con un regusto a títulos como la soberbia “Charley Varrick” de Siegel o la muy inteligente cinta canadiense “Testigo silencioso” con el gran Elliott Gould de cajero con un plan.

Un pobre tipo, Ricardo Darín perfecto como encarnación del hombre medio, vendedor a comisión de una cristalería, que solo quiere mantener su piso acabará enredado por no poder pagar el último plazo de su hipoteca en un asunto progresivamente turbio. Por mediación del jefe de su sucursal aceptará fingir el robo de su coche para timar al seguro. Lo que no espera es que un ex-policía tirando a vago, nada menos que el gran cómico encabronado Enrique Pinti, que trabaja como investigador de la compañía vaya a emperrase en echarle el guante y aun menos que lo que en realidad planea es sacarle los cuartos a la aseguradora estafándoles una millonada por medio del chantaje (y con un plan de fuga sencillamente genial, que es además una curiosa doble metáfora: los protagonistas vencen por las alcantarillas y al final el túnel siempre tiene salida) ya que a descubierto que esta técnica del fingimiento de robos es práctica habitual. Entre medias una esposa que revelará su ambición, un matón hortera de camisetas de lycra (irónicamente interpretado por el galán de telenovela Jorge Schubert) y pantalón de pinzas y una señorona acostumbrada a ganar por sistema.

Muy bien escrita, dialogada con nervio e interpretada con credibilidad, pero presa de una realización primaria y demasiado funcional, contrapesada, eso si, por una trabajada fluidez narrativa que traslada con convicción las constantes del género a la Argentina contemporánea retratando sin alardes y con mala hostia una estructura socio-económica corrompida de abajo a arriba (de la que no se salva por supuesto el protagonista, que no deja de ser el jeta necesario que necesita todo timo), un encadenado de fullerías puesto en funcionamiento por la desesperación un tipo que solo quería pagar su hipoteca. En cualquier caso un film honesto y muy recomendable que no desprecia ni el humor negro, ni la violencia frontal y sobre la que pesa algún exceso de ingenuidad final.

Adrián Esbilla
(Originalmente publicado en Esbilla Cinematográfica Popular)



Vea cine argentino, cortesía Youtube Alhuo:



¿PERDISTE ALGÚN Nro. DE CINEFANIA? BAJALOS GRATIS