sábado, 5 de noviembre de 2005

El Dios de la Biomecánica en la Cruz o el Replicante de Nazareth


Hoy hacemos dialogar a "Jesús de Nazareth" (Franco Zeffirelli, 1977) y "Blade Runner" (Ridley Scott, 1982).

Hasta el día de la fecha, las enciclopedias del cine insisten en atribuir el guión de "Jesús de Nazaret" a Anthony Burgess (el autor de la novela "La Naranja Mecánica") y Suso Cecchi D'Amico (guionista de varios filmes neorrealistas). Más justo sería adjudicárselo a Marcos, Mateo, Lucas y Juan, o si se quiere, al Espíritu Santo, porque Burgess y D'Amico se limitaron a armonizar los cuatro relatos canónicos de la vida de Jesús y a adaptar el resultado al lenguaje cinematográfico, sin que en dicha tarea se permitieran demasiadas libertades ni excesivas expansiones imaginativas. Esta literalidad extrema ha sido uno de los reproches preferidos de la crítica, elección difícil de compartir: el relato bíblico de la vida y las palabras de Jesús es lo suficientemente poderoso como para hacer de esa literalidad una opción narrativa perfectamente lógica (tanto como la opción opuesta, por cierto).

Más fácil de compartir es la crítica de pomposidad y grandilocuencia: la película de Zeffirelli parece ignorar que la misma Biblia dice que Dios elige la humildad para avergonzar a los fuertes y a los sabios; pomposos eran Caifás o Pilatos, los vicarios del poder.

El trabajo de Robert Powell es muy bueno (tanto que aún hoy es la imagen de Jesús preferida por los posters) y el resto del elenco simplemente asusta: James Mason, Laurence Olivier, Anthony Quinn, Donald Pleasence, Christopher Plummer, Rod Steiger, Peter Ustinov, Anne Bancroft, Ernest Borgnine, Claudia Cardinale, Stacey Keach, James Earl Jones (adivinen haciendo de quién), Ian Holm, Fernando Rey, James Farentino...

Por su parte, "Blade Runner" (una de mis cuatro o cinco películas preferidas) es una historia de ciencia ficción expresada en clave de policial negro de los '40. Dicho así, parecería una de esas películas que uno ve en los ómnibus de larga distancia: lo que la diferencia es la riqueza de los subtextos, la calidad y cantidad de lecturas que invita a practicar. Antes de seguir con una de ellas, un pantallazo del argumento.

A comienzos del siglo XXI, la Corporación Tyrell ha logrado crear seres humanos artificiales llamados "replicantes", a quienes se utiliza en la colonización de otros planetas. Los replicantes son físicamente superiores a sus creadores; algunos de ellos (los creados para ser líderes) también lo son intelectualmente. Tras un motín, los replicantes fueron declarados ilegales en la Tierra, y patrullas especiales (unidades de "Blade Runners", literalmente, "los que corren por el filo") disparan a matar a todo replicante que detecten. En una devastada y empobrecida Los Ángeles, en noviembre de 2019, un grupo de replicantes logra aterrizar clandestinamente y trata de acceder a la Corporación. La razón de la búsqueda: con el tiempo, los replicantes tienden a volverse inestables emocionalmente (¡no podría ser de otra manera!) y, como macabra medida de seguridad, Tyrell los ha programado para vivir solamente cuatro años; los esclavos rebelados, conducidos por su jefe Roy Batty (Rutger Hauer, perfecto) buscan la forma de desactivar esa bomba de tiempo que llevan en su cuerpo. En el camino se cargan como a un pichoncito a uno de los mejores Blade Runners, y el jefe de policía se ve obligado a acudir a uno de ellos que ha renunciado asqueado, Rick Deckard (Harrison Ford). Deckard acepta, acuciado por las deudas y ante la amenaza de que le quiten su licencia de investigador privado. En el camino de dar caza a cada uno de los rebeldes, se topa con Rachel (una bellísima y muy joven Sean Young), una replicante de un tipo experimental que al principio ignora que lo es y que trabaja en la Corporación. Deckard y Rachel se enamoran; Deckard recibe la orden de matarla.

Semejante filme (de factura soberbia, en especial en el aspecto visual) puede ser abordado mediante diversos enfoques, desde el sociopolítico (un mundo degradado y contaminado, en el que priman las corporaciones y los gobiernos apenas existen) al moral (¿es lícito crear una humanidad artificial?), y del estrictamente técnico (la iluminación, los efectos, la manera de sugerir un mundo que, en ese entonces, estaba casi 40 años en el futuro y hoy apenas 14, mi Dios) al que me pasará a ocupar en próximas líneas y que lo emparenta con "Jesús de Nazaret": la lectura desde el punto de vista de los simbolismos judeocristianos.

"Fieramente los ángeles cayeron / profundos truenos se oían en las costas ardiendo con los Fuegos de Orc", dice casi al comienzo Roy Batty, alterando ligeramente versos del poeta místico inglés William Blake. (Los replicantes son rebeldes, y descienden de los Cielos). Batty busca enfrentarse al creador con minúscula, Tyrell (Joe Turkel), quien apropiadamente para alguien que ha jugado a ser Dios, vive en una especie de pirámide más alta que las nubes, esperando (sin saberlo) un destino que recuerda al de otro que jugó a ser Dios y dar vida: el doctor Frankenstein.

El diálogo que sostienen Batty y Tyrell en su postrer encuentro está cargado de simbología. Roy Batty: "¿Puede el creador reparar lo que ha creado?" (a diferencia de Dios, Tyrell no puede hacerlo: el proceso de degradación celular de los replicantes es irreversible). Tyrell: "¿Cuál es el problema?". Roy Batty responde: "La muerte". Tyrell: "Fuiste formado lo más perfectamente posible. No para durar. La luz que brilla el doble se extingue en la mitad de tiempo, y tú has brillado con muchísima intensidad. Eres el hijo pródigo". Roy, desarrollando un sentido de moralidad que no se esperaba que tuviese (recordemos que fue entrenado para matar): "He hecho cosas malas". Tyrell, a su turno: "Y cosas extraordinarias. Goza de tu tiempo". Roy Batty, la máquina, la criatura, tiene conciencia moral; Tyrell, el creador, tiene la (ausencia de) moralidad de un dios pagano; Tyrell es un dios falso, un ídolo. Entonces Roy dice: "No haré nada por lo que el dios de la biomecánica me impida la entrada en su cielo", besa a Tyrell (como Judas besa a Jesús), toma su cabeza entre sus manos y lo mata, hundiéndole los pulgares en los ojos.

Esta Caída continúa hasta el desparejo duelo final de Batty / Deckard, más bien una cacería. Batty persigue a Deckard en un edificio semiabandonado, con el aspecto de un castillo de película de terror. Llueve torrencialmente. Batty está muriéndose; sus manos ya no le responden bien, y debe atravesarse clavos en las palmas (en toda la secuencia final, Batty presenta los estigmas de Cristo). En el final, Deckard resbala y su Caída y segura muerte es detenida por el líder de los replicantes. Batty lo salva, Batty el replicante (el eslogan de Tyrell Corp. es, refiriéndose a su principal producto, "más humano que un humano").

En el final, su final, Batty / Hauer filosofa acerca del horror que sus ojos han visto. En el momento de morir, (ante que una paloma ascienda a los cielos) llega a expresar una verdad terrible: "todos esos momentos se perderán como lágrimas en la lluvia". En el universo de "Blade Runner", en el momento de morir no hay dioses (todo se pierde irremediablemente) y no hay sentido (¿qué sentido puede tener la vida de una máquina de guerrear creada en un laboratorio y con cuatro años de vida útil?). Sin embargo, del hecho mismo de la inevitabilidad de la muerte pueden nacer la conciencia del bien y del mal y el amor a la vida.

En "Jesús..." también hay un mensaje que implica una conciencia del bien y del mal y el amor a la vida, pero la presencia de Dios hace que nada se pierda y que la vida tenga un sentido absoluto. Ahora, ese valor absoluto sólo es accesible a través de la fe. Pero siendo la fe un don (con lo que algunos pueden poseerlo y otros no) ¿ese valor absoluto de la verdad cristiana no se hace relativo?

Amigo Flores, mire adónde hemos ido a parar con una película que parecía "una de tiros". Qué gran verdad esa de Kubrick y Clarke y "2001": la exploración del espacio exterior es una vía para el conocimiento de un abismo tan insondable como ése, el espacio interior.

Pablo Martín Cerone

martes, 18 de octubre de 2005

Sobre Feos, Sucios y Malos en su Hora Señalada

Ya Oscar Wilde nos ha advertido que es al espectador, y no a la vida, a quien refleja realmente el arte. Y esto es porque eso que, a falta de palabras mejores, llamamos el "significado", "mensaje" o "sentido" de una obra de arte sólo existe en virtud de su diálogo con un espectador. Hay tantos significados o sentidos como espectadores, y toda interpretación es válida mientras tenga una mínima coherencia interna. De esto se deduce que, si cualquier interpretación razonable es admisible, ninguna lo es en realidad. Y esto no debería incomodarnos mucho, sino por el contrario alegrarnos: la belleza halla su justificación en sí misma y es independiente de cualquier análisis. ¿Quién no se conmueve ante un atardecer en el mar? ¿Y quién puede entender qué significa, o si significa algo?

Demasiado exordio, vamos al grano. Debo haber visto "Feos, sucios y malos" cuatro o cinco veces, y siempre me maravilla la actuación de Nino Manfredi (¿por qué nunca le dieron papeles así al Negro Olmedo?). Amigo Flores, estoy dispuesto a admitir que en esa fellinesca villa miseria romana sea fundamentalmente imposible que Don Giacinto (o cualquiera de sus entrenados) logre sacar a toda esa gente del fondo del pozo de la miseria. Empero, su deducción de que "el cambio era imposible" es un tanto gratuita. Seguramente usted no estará solo en su conclusión: lo acompañarán nada menos que Platón, San Pablo, los gnósticos, San Agustín, Calvino y los Sex Pistols ("no future!"), por no hablar del tango "Cambalache" y la década del '80, todos ellos creyentes en la corrupción intrínseca del mundo y en la imposibilidad de su regeneración. Yo podría decirle que, en la Italia de mitad de los '70, la Italia de las Brigadas Rojas y la democracia cristiana de Aldo Moro buscando un pacto con el eurocomunismo, lo más probable es que la lectura haya sido "el único cambio real es un cambio de la sociedad como un todo". Tanto su interpretación como esta última son válidas, pero son externas a la obra (como no puede ser de otra manera). A menos que usted admita que el espectador es parte de la obra... lo que nos lleva a plantear que el mismo ejemplar de "Don Quijote" es una obra distinta para usted y para mí.

Y por cierto, descreo del simple expediente de generalizar las conclusiones que se puedan extraer de un caso. Creo en la realidad de los individuos y la convencionalidad de cualquier generalización. También en que, sin generalizar, no podemos dar ni un mísero paso. Pero ello no me habilita a ver en don Giacinto una cifra del destino humano: tan sólo una de sus posibilidades.

En cuanto a "High Noon", opera sobre una tradición norteamericana, la del héroe individual. La película es tan buena, está tan bien hecha que se sobrepone a cierta flaqueza del guión (después de todo ¿por qué el sheriff no empaca y se va de una vez con el bomboncito de la Kelly?). En 1952, fue leída como metáfora del maccartismo: un hombre que queda solo ante la cobardía de sus iguales se hace cargo de la situación y no flaquea. Usted plantea otra interpretación: la de un hombre que se pone firme cuando la ley falla, corporizándola. Kane (Caín) es ahora la ley: casi el Führer. ¿Cuál de las dos interpretaciones es la correcta? Cualquiera o ninguna. ¿Qué quisieron decir los autores? Importa tanto como lo que nosotros creemos que dicen. El arte no tiene ley, ni moral, ni porqué: simplemente es, o no es. Y el juez es cada uno de nosotros.

Unamuno ya ha dicho que lo que más une a los hombres son sus diferencias. Es un gran placer discutir con usted, amigo Flores: que no se corte.

PS: tengo una vuelta de tuerca interesante para "A la hora señalada". Habría que filmarla sin que estuviera tan claro que los "malos" son así de malos y el sheriff es tan bueno. Un poco de ambigüedad convierte al filme en una fábula inquietante: alguien se arroga el poder de "defender" al pueblo de una amenaza y lo hace a pesar de su oposición.

Pablo Martín Cerone

martes, 4 de octubre de 2005

Feos, Sucios y Malos y A la hora Señalada

BRUTTI, SPORCHI E CATTIVI (Feos, Sucios y Malos-1976)
Dirección: Ettore Scola
HIGH NOON (A la hora Señalada-1952)
Dirección: Fred Zinnemann

De las tormentosas obras del Bosco rescato sus trípticos y sus dípticos. De aquí la idea: Tomar dos obras al azar, y tratar de enlazarlas de algún modo interesante e inofensivo. Acá empieza la primer presentación de Dípticos. A vuestra salud.
De un extremo a otro pareciera se mueven estos dos buenos filmes. Solo que me parece que A la hora... es menos inocente de lo que se puede presumir. Una breve reseña para quienes no vieron alguno de los dos (o los dos inclusive) o lo vieron hace mucho... en fin.
Feos, Sucios y Malos: de E.Scola, de mediados de los setenta, nos muestra a Giacinto Mazzatella (Nino Manfredi) como jefe tribal de cuatro generaciones de marginales sumidos en la abyecta vida de una villa miseria de la periferia de Roma. Giacinto acaba de ganar en un pleito contra el estado un millón de liras por la pérdida de un ojo en un accidente. Su constante temor a que propios y ajenos se apoderen de su dinero, no ha hecho más que acentuar su natural egoísmo y desprecio hacia quienes lo rodean, llegando a dormir abrazado a una escopeta cargada que, llegada la oportunidad, descerrajará un buen disparo sobre el hombro de uno de sus muchos hijos. Pero la mezquindad exagerada de Giacinto no tapa las miserias del resto. Sin entrar en el tema promiscuidad (muy bien mostrado en varios pasajes), solo contrasta tanta pobreza espiritual con una bella Niña Adolescente quien no es de la familia, pero que cada mañana se lleva a todos los niños de la villa a jugar en un lugar apartado y enrejado. Queda claro que cuando esos niños crezcan, será la propia villa la que se adueñe de sus inocencias, asimilándolos como propios, volviéndose una nueva generación de abusadores, ladrones, promiscuos, etc. La pregunta que Giacinto se hace es "¿Porqué seré yo quien tenga que romper el molde? ¿A quién le debo algo? Cuando se me acabe el dinero: ¿en qué habrá cambiado todo esto?" Me corrijo: Giacinto no se hace estas preguntas sino que las presiente. Su sentido práctico de la vida (sinónimo de "desconfianza") le permite reconocer que nadie de su entorno haría nada distinto a lo que él. Esto es: "Me la voy a gastar en putas, comida y bebida". Amén. Su entorno (porque no se le puede llamar "familia"), acusándolo de una falta de generosidad que tampoco tendrían ellos de haber perdido cada uno un ojo multiplicador de liras, decide matar a Giacinto y a Iside, su nueva y felliniesca novia. Pero Giacinto no muere, su millón sigue bajo su cuidado, y la historia no terminará jamás. Me corrijo nuevamente: terminará cuando la bella adolescente va, como cada mañana, a buscar agua para el aseo; y se nos muestra con la panza de embarazada.

High Noon, de F. Zinnemann (mucho gusto), es de comienzos de los cincuenta, y nos muestra a un perdido pueblo de los desiertos norteamericanos que debe su aparente orden y paz al Marshall Will Kane (Gary Cooper). Justo el día de su casamiento con una bellísima cuáquera, llegan en yunta tres forajidos de a caballo y un telegrama preanunciando que, en el tren de las doce, llegará un cuarto forajido, Frank Miller (Ian Mac Donald). Los cuatro -especialmente Miller- le deben al Marshall Kane varios años de prisión. Pero sucede que el frágil sistema judicial del norte los ha liberado, y ahora vuelven solo para vengarse de quien no ha hecho más que mandarlos a donde se merecían. Alguna vez estos cuatro malvivientes fueron un azote para este pobre pueblo (también pobres de espíritu... ¿como los Mazzatella? Puede ser, no estoy muy convencido, pero puede ser). Entonces la historia nos plantea lo siguiente: La intención de estos malvados es, a las claras, la de matar al Marshall. El pueblo ni se pregunta esto, ya que lo presiente. El Marshall debería estar en viaje de bodas con su esposa, pero decide quedarse a enfrentarlos. El Marshall redobla su apuesta: si la justicia no hace lo suyo, hagámoslo nosotros de una buena vez, para que nunca más tengamos este tipo de indeseables entre nosotros. Pero cuando Kane sale a buscar un apoyo que descuenta, se da cuenta de una verdad tremenda: su "verdad" no es compartida por nadie. Es evidente que había "idealizado" a su pueblo. Pero, como en todos lados, se trata de un grupo heterogéneo, complicado, con raptos egoístas y altruistas, pero embuído naturalmente en una moral media, tirando a "neutra". Kane y su cruzada contra el mal, se choca con lo inevitable: la gente no quiere ser héroe. Los héroes están para vitorearlos cuando se pasean por sus calles, y punto. La decepción de Kane no alcanza como para disuadirlo de "su" empresa imposible, y decide enfrentarse solo a los cuatro. Los vence, pero eso es anecdótico.

Don Giacinto fue más sabio: él siempre supo que el cambio era imposible. Kane esperó una respuesta de alta estatura espiritual. Pero esos rasgos solo lo tienen algunas personas, nunca una comunidad entera. Nadie se encolumnó con Kane y nadie se sintió culpable por ello. Todos se quisieron amigar con Giacinto y su millón, pero él no lo permitió.

¿Y dígame, Cerone, usted que piensa? ¿Yo? A mí dénme a Katy Jurado, y ustedes hagan lo que quieran.

Patricio Flores

Presentación

Reglas: Se trata de comentar y relacionar dos películas que no tengan vínculos aparentes, o sea, distintos géneros, distintos países, etc.

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