lunes, 20 de noviembre de 2006

La Resurrección de Zachary Wheeler y La Isla

THE RESURRECTION OF ZACHARY WHEELER (La Resurrección de Zachary Wheeler-1971)
THE ISLAND (La Isla-2005)

No he leído la totalidad de reseñas críticas que en su momento salieron publicadas sobre THE ISLAND (La Isla-2005), la última película de Michael Bay con las atractivas luminarias Ewan McGregor y Scarlett Johansson. Ignoro si algún crítico hiciera notar la íntima relación que hay entre esta película de gran presupuesto y pretensión con una vieja y olvidada película rodada originalmente en 1971 en formato video (una novedad para la época) con el título THE RESURRECTION OF ZACHARY WHEELER. Atentos al carácter especial de este díptico, por primera vez, en vez de reseñar ambas películas a la vez, nos dedicaremos primero a una y luego a la otra.

La Resurrección de Zachary Wheeler
Así que deberíamos comenzar este díptico por el principio, con Harry Walsh (Leslie Nielsen) un periodista televisivo que por casualidad pasa por una carretera donde ha habido un terrible choque automovilístico. Una pareja que iba en un automóvil ha fallecido, y el conductor del otro auto está en gravísimo estado. Al echar una mirada, Walsh nota que el accidentado no es otro que el senador Zachary Wheeler (Bradford Dillman). ¡Esa sí que es una nota digna de ser televisada, especialmente siendo su medio el único en cubrirla! Llamada telefónica de por medio, Walsh informa a su jefe lo sucedido, avisando que está en camino al hospital a donde la ambulancia se dirige con el cuerpo de Wheeler. Pero poco después que se emite la exclusiva sobre el accidente de Zachary Wheeler, llega una comunicación urgente al canal de televisión: El senador está de vacaciones, pescando en un lago y se encuentra bien. Paralelamente, al llegar al hospital, Walsh no encuentra ni rastros del senador. La encargada de admisión le informa que no ha ingresado ningún Zachary Wheeler y al primer intento de entrometerse, el reportero es escoltado por guardias de seguridad a la salida del hospital. Con el temor de una conspiración en puerta (el senador es un potencial presidenciable), la previsible discusión con el jefe del canal, la presencia de un par de hombres de negro que lo siguen de cerca y la firme intención de investigar el paradero de Wheeler, Walsh pone en práctica un plan: Que el canal emita un comunicado al aire por el que se retracta del informe, aduciéndolo a un error. Además, hace creer a sus perseguidores que ha tomado un vuelo rumbo a unas vacaciones.

Con todos los ingredientes de una buena intriga, la película va acrecentando el interés a través de varios detalles interesantes, a saber:
- Por supuesto, Wheeler, que en verdad ha sufrido el accidente, ha sido conducido a un centro médico secreto en Nuevo México.
- Mientras el senador está en estado de coma, los médicos deliberan sobre los daños y la rapidez con la que estará listo el "soma" necesario.
- A pesar que Nielsen logra confundir a sus perseguidores, no tardan mucho en darse cuenta del engaño y continúan tras de sí, con gran insistencia.
- Cuando el senador despierta, se le informa que le han salvado la vida y que casi todos sus órganos vitales han sido transplantados.
- Un funcionario de poca paciencia (Robert J. Wilke, uno de los grandes matones del cine) intenta coaccionar al senador, informándole que se la dado la posibilidad de vivir y que en virtud de ello, se le requieren ciertos favores como gratitud.

Por su parte, Walsh sigue pistas ténues mientras intenta burlar a sus férreos perseguidores, hasta que llega al centro secreto de experimentación, donde realiza el hallazgo que termina de revelar el misterio: El centro se dedica a la creación de clones, que se desarrollan en tiempo récord. Estos clones o "somas", como se los denomina ("soma", en griego antiguo "cuerpo"), son réplicas exactas del donante y carecen de inteligencia y percepción de la realidad. Su utilidad es ni más ni menos que servir como banco de órganos para el donante. La organización se dedica a elegir cuidadosamente sus pacientes entre magnates, políticos y poderosos (nacionales y extranjeros). Antes de toda intervención, un consejo de inversores (presidido por el citado Wilke) decide sobre la viabilidad o no del paciente, y aspectos a examinar son su potencial utilidad política en futuros planes geopolíticos y económicos (un presidente latinoamericano o un dictador africano pueden ser pacientes de mayor utilidad que un empresario o un político de la oposición). La película ilustra a la perfección con el caso de un líder latino, el General Muñoz, a quien se le ofrece tratamiento de un mal terminal solo a cambio de que ponga marcha atrás de su proyecto de nacionalizar la industria del petróleo. El punto culminante de la película es cuando Walsh se encuentra con Wheeler, momento en que el doctor que dirige el proyecto (James Daly) explica todas estas cuestiones a ambos. En ese momento, de manera anti-climática, el metraje llega a su fin y una sensación de insatisfacción nos invade. Más allá de toda evaluación crítica, da la impresión que el filme intentó ser promovido como piloto para alguna serie televisiva.

Esta sensación negativa se diluye luego de la visión de THE ISLAND (La Isla-2005), del pirotécnico Michael Bay, de quien hemos visto películas ligeras de trama y pesadas de acción, como BAD BOYS (1995), THE ROCK (La Roca-1996), ARMAGEDDON (Armagedón-1998), etc. La condición es que tomemos al filme que nos ocupa como secuela de La Resurrección de Zachary Wheeler, o bien como esa continuación perdida, que nos muestra la evolución futurística de la organización mostrada en tal película.

La Isla
La película se desarrolla en el año 2019, y se inicia con el despertar de un Ewan McGregor tan pulcro y ordenado que es evidente vive en una sociedad donde los seres humanos están adocenados (una de las teorías favoritas de la utopía negativa), donde hay un nivel de contaminación tan grande en el planeta, que las personas deben vivir confinadas en urbanizaciones cerradas donde todos tienen sus trabajos, sus horas de ocio y hasta sus indumentarias preprogramadas y controladas. A medida que se desarrolla el día del protagonista, llamado "Lincoln 6 Echo", se va revelando el funcionamiento de esta sociedad y queda de manifiesto que todos los habitantes de la ciudad, a pesar de ser adultos, carecen de deseo sexual. Igualmente, por las dudas, hay oficiales del orden (vestidos de negro) que controlan que la gente no se ande tocando mucho entre sí. La aparición de una joven y bella amiga de Lincoln, llamada Jordan 2 Delta (Scarlett Johansson), que a cualquier varón le haría al menos ebullir la sangre en las venas, no provoca más que camaradería y amistad en Lincoln. El factor más interesante (que da pie al título del filme) es que diariamente se realiza una lotería entre el pueblo, siendo el premio un viaje con estadía permanente en "la Isla", supuestamente el único lugar del mundo aún libre de contaminación. Viajar a dicha isla es el sueño de todos los habitantes de la ciudad, y, a juzgar por los testimonios de los afortunados ganadores que se aprestan para el viaje, sinónimo de una felicidad suprema.

Por supuesto, como pasa en toda película de ciencia-ficción con transfondo social que se precie, esta Isla es una pantalla de una especie de (para citar un cuento de Jorge Luis Borges), una "Lotería de Babilonia". El ganador va al matadero. Y ese matadero es un quirófano, en el que doctores le extirpan las vísceras, las que servirán a un desconocido receptor. Sabiendo lo que sabemos, luego de conversar sobre nuestra primera película, entonces no es difícil deducir que tanto Ewan como Scarlett y el resto de los pulcros habitantes de la ciudad son clones, en espera de servir a la ciencia (o a sus desconocidos originales). La película nos muestra como caso de ejemplo el de un gigantesco negro (Michael Clarke Duncan), ganador de la lotería, al que se intenta extirpar el hígado y que trata infructuosamente de escapar de la mesa de operaciones. El segundo caso mostrado, es el de una joven mujer embarazada (Siobhan Flynn), nueva ganadora, a la que, luego de parir se revela que ha servido como vientre a una madre que no puede tener hijos. Eventualmente, Lincoln comienza a cuestionarse cosas y toma el mismo rol que en la primer película tenía el periodista Walsh. Hace preguntas, primero al director de la ciudad (Sean Bean, correcto en su rol de villano), y luego se dedica a investigar por sí mismo, hasta que, ayudado por un trabajador (Steve Buscemi), logra escapar de la ciudad junto a Jordan, intentando llegar hasta los Tom Lincoln y Sarah Jordan originales, quienes encargaron un clon de sí mismos, para aclarar el asunto e impedir la muerte cruel de tantos miles de seres.

La película describe con gran detalle las dinámicas persecuciones, el accionar de un grupo comando contratado por Bean para liquidar a Lincoln y el insólito encuentro entre Lincoln y su original (también interpretado por Ewan). Hay algunos diálogos interesantes de parte del personaje de Buscemi, y con la prematura muerte del personaje, también cesan los buenos diálogos en la trama. La resolución incluye la destrucción del sistema holográfico que permitía crear la ilusión de caos fuera de la ciudad y, al tiempo que se evapora la ilusión de "la isla", miles de clones salen al exterior, promoviendo un problema socio-político de magnitud grave.

Enlace
Vamos a enumerar algunos factores interesantes, a nivel narrativo, que unen ambas películas.

- Al igual que en el filme de 1971, en La Isla, el director de la organización cuenta con un grupo de inversores para aprobar tal o cual decisión importante.
- Ambas películas dedican buena parte del metraje a describir la persecución de sus protagonistas (Walsh y Lincoln) y como estos logran burlar a sus perseguidores (Walsh con ingenio y picardía, Lincoln con audacia y una nonata pericia en el manejo de motos voladoras).
- Uno de los clones que habita la ciudad de 2019 es el del presidente de los Estados Unidos, lo que implica que el plan mostrado en 1971 de clonar algún político encumbrado ha sido satisfactorio
- En 1971 los clones (o "somas") son organismos con funciones sensoriales básicas, es decir, pueden ver, oír y percibir estímulos del mundo externo, pero no llegan a interpretarlos. Es decir, son entes carentes de voluntad. En 2019, los clones tienen un desarrollo mental superior, no solo viven en una engañosa comunidad, sino que tienen la inteligencia de un niño.
- En 1971 la organización funciona como un proyecto secreto de alguna agencia gubernamental. Por ende, sus motivaciones apuntan al panorama geo-político. Toda la organización se maneja en absoluto secreto. En 2019, con el avance de las empresas, la organización ofrece clones al público a 5 millones de dólares por cabeza. Los interesados, además de tener dinero, sufren alguna afección o problema grave, de manera que el clon es su seguro para prolongar la vida. El detalle mantenido en secreto es, por ende, la naturaleza exacta del clon.

Para terminar, dejemos en claro que La Isla sirve para hacer olvidar el final anticlimático de La Resurrección de Zachary Wheeler, sin embargo no tenemos nada a mano para hacer olvidar la sensación de pobreza narrativa, de ausencia de lógica, de pretención visual vacía y de cliché que impregnan fuertemente a La Isla.

Darío Lavia

domingo, 5 de noviembre de 2006

La Mujer del Cuadro y Santa Sangre

THE WOMAN IN THE WINDOW (La Mujer del Cuadro-1944) de Fritz Lang
SANTA SANGRE (1989) de Alejandro Jodorowsky

No hay manera de tener alguna aversión al Prof. Richard Wanley, entendido en psiquiatría, un hombrecillo algo robusto y con cara de torta, que es marido fiel (de Dorothy Peterson) y padre de dos (Carol Cameron y un por entonces niño Robert Blake). Wanley se despide de su familia en una estación ferroviaria debido a que debe realizar un viaje académico que lo separará de los suyos por unos días. Si ud. es aficionado al cine clásico, sabrá que el director de la primera película que nos ocupa, Fritz Lang, realizó también FURY (Furia-1936), sobre un Spencer Tracy erróneamente encarcelado y víctima de linchamiento. Esa película también se iniciaba con una despedida entre protagonista y novia en una estación de tren. ¿Indica ese paralelismo que el amable Prof. Wanley, encarnado por pequeño gran Edward G. Robinson, afrontará un destino similar?

Lejos de ahí, mucho tiempo más allá, Fénix (Axel Jodorowsky) es un paciente que vive desnudo en lo alto de un tronco puesto en una particular habitación de manicomio. Su doctor, en vez de traerlo al mundo de la sanidad estudiando el origen de su trauma, pretende sumarlo a una terapia de distracción junto a un grupo de personas con síndrome de Down. El director de la segunda pieza en cuestión, Alejandro Jodorowsky, tomando el rol de sanador y chamán, retrotrae la acción al pasado, en que el protagonista, aún niño (Adán Jodorowsky), es el hijo del dueño de un circo (el obeso Guy Stockwell) y de una tramoyista (Blanca Guerra) que, como actividad extracurricular, lidera el culto a una niña sin brazos en una iglesia de chapa construída en torno a una pileta de un líquido, supuestamente sangre.

La Realidad
Las cosas están mucho más calmas (por ahora) en La Mujer del Cuadro. Wanley asiste a un club donde conversa y toma una copa con dos viejos amigos: el Dr. Barkstone (Edmond Bréon) y el fiscal de distrito Lalor (Raymond Massey). En una de esas conversaciones se plantea si, lejos de sus compromisos familiares, el protagonista no se animaría a vivir una aventura, por más pequeña que fuera. Por supuesto, el bueno de Wanley reconoce su incapacidad para dejarse llevar por la mínima de las travesuras. Así que, mientras sus amigos marchan a una boite donde podrán ver un espectáculo, Wanley se queda en el club donde se queda dormido leyendo "El Cantar de los Cantares" de Salomón.

Entretanto, en Santa Sangre, la infidelidad del padre con una contorsionista (Thelma Tixou) es castigada por la irascible madre con una lluvia de vitriolo que quema la cabeza de su marido y también su virilidad. El hombre, entonces, corta los brazos de su esposa y luego, teniendo a su hijo por indeseado testigo, se rebana el cogote. Semejante trauma es lo que sumerge al protagonista en el aislamiento absoluto de su entorno, que parece terminar, con un Fénix ya hombre, cuando escucha el llamado de su madre a través de la ventana de su cuarto.

La Ilusión
Al salir del club Wanley se queda observando el cuadro de una bella mujer tras una vitrina. Cual es su sorpresa cuando en la vereda misma se le aparece la mujer del cuadro (una sugerente Joan Bennett), cuyo nombre es Alice Reed y que explica que posó para ese cuadro por que necesitaba el dinero. Una cosa lleva a la otra, y pronto Wanley y la misteriosa mujer se hallan, botella de champán mediante, compartiendo una mesa de restaurant. La cita continúa en la casa de la mujer, hasta que irrumpe en la escena un hombre (Arthur Loft) que al ver la presencia de Wanley, se enfurece y lo ataca. Será con la ayuda de unas tijeras con la que el agredido logra despachar al agresor y luego, el hombre de ciencia regresa al comando de la situación para tratar de evaluar las consecuencias del incidente. El muerto es un amante de Alice, amante irascible claro está, pero que le daba algo de dinero para vivir. Ella ignora su auténtico nombre y tampoco tiene problemas en que ahora esté inerte decorando su alfombrado, siempre y cuando no sea por mucho tiempo. Wanley piensa. Lo más seguro, para mantener su carrera, su reputación inmaculada y, esencialmente, la tranquilidad de su familia, es disponer del cadáver y llevarlo lejos de ahí.

La noche es ideal para una película film-noir. El aguacero tiñe de brillos difusos todas las superficies relucientes (los automóviles, los adoquines de las calles, etc.); Wanley sube el cadáver a su coche de alquiler y lo conduce al medio de la nada, dejándolo a un costado de la carretera. Ya no tendrá que volver a ver a la mujer del cuadro, y dado que no conoce su nombre y ella tampoco conoce el de él, no habrá más complicaciones. Pero los problemas no tardan en surgir. Desde el hallazgo del cadáver por parte de un niño boy-scout (Spanky McFarland, el gordito de "La Pandilla"), pasando por la noticia que el muerto era un importante empresario, hasta la investigación del caso que realiza ni más ni menos que el propio amigo de Wanley, el sagaz fiscal Lalor. Como si todo esto fuera poco, aparece un hampón de baja estofa llamado Heidt (Dan Duryea), que se acerca a la mujer para chantajearla sobre decir todo a la policía. La única posibilidad de aclarar el panorama es disponer de este hampón, y Wanley da instrucciones a la mujer para que esta lo envenene con una copa de whisky. Los acontecimientos se tornan inmanejables, y ambos, la mujer y el doctor, son ampliamente superados por los mismos. Como solución final, Wanley toma una dosis de veneno, incapaz de afrontar las consecuencias de sus actos.

El protagonista de Santa Sangre también encara una odisea de tensión y situaciones límite. Fugado del manicomio, inicia una carrera artística con su madre, que baila y canta utilizando los brazos de su hijo para tal efecto. A partir de ese momento, incitado por su madre, que se considera legítima poseedora no solo de los brazos de su hijo sino también de su voluntad, inicia una serie de asesinatos cuyas víctimas son todo tipo de mujeres... mejor dicho, cierto tipo de mujeres, especialmente aquellas potenciales poseedoras de alguna simpatía para con el protagonista. La primera es una voluptuosa actriz y cantante que termina con un cuchillo en el vientre. Luego sigue aquella contorsionista, devenida en prostituta y que patrocina el comercio carnal con Alma, su hija adolescente (Sabrina Dennison) -que de niña fuera amiga del joven Fénix. Idéntica suerte siguen otras mujeres, cuyas muertes no se nos muestran, pero que se nos sugieren a través de una secuencia onírica en la que un arrepentido Fénix pide perdón en un terreno repleto de tumbas sin nombre.

Fénix intenta salir de esa espiral de sangre y obsesión, pero su madre no le permite siquiera respirar, ahogándole en todo posible aspecto personal, negándole toda identidad, salvo la que le confiere ella misma. En ese aspecto, la madre es tan abarcativa que Fénix se identifica con ese Hombre Invisible de las películas de terror de la Universal. En un último intento, el protagonista invita a una luchadora de catch, la gigantesca Santa, tal vez con la intención de que su poderosa presencia y fuerza física logren ahuyentar la nociva influencia. Sin embargo, la aparición materna surge de un ataúd egipcio y expele la orden terminal: "¡Mátala, mátala!"

La Realidad
Volvemos a Robinson. A medida que se desvanece en los letales brazos de la muerte, el camarero del club lo despierta. Vuelve a la realidad, con el Cantar de los Cantares en el regazo. Se ha quedado dormido, dando pie a un formidable sueño en el que ha puesto rostros de personas de la vida real a los protagonistas de la pesadilla. Al salir del club, el encargado del guardarropas es el amante celoso que creyó asesinar y el portero del club es aquel hampón chantajista. Afuera, en la vereda, contempla la vidriera con el cuadro y respira aliviado al comprobar que está con los pies en la realidad nuevamente.

También Fénix despierta de su ilusión. Pero lo suyo no fue un sueño sino una visión alterada de la realidad. Es la hija de la amante de su padre, la joven Alma, que interfiere en la acción, para hacer ver a Fénix que su madre murió físicamente el día que el padre le cortó los brazos. Y que la que le susurra órdenes de muerte a los oídos no era más que una alucinación maléfica, la proyección del monstruo maternal que había tomado vida para Fénix (y también para el espectador) mientras el propio Fénix así lo creyera. La comprensión y reinterpretación del pasado, la visión de la realidad toda y no de parte de la misma, y la comprobación de que Fénix utilizaba para sus actos musicales un muñeco de ventriloquía con aspecto de su madre, son letales para el espectro. Así que, cuando llega la policía y le ordena levantar las manos, el conmocionado Fénix lo hace, sorprendiéndose ante el hecho que sus extremidades vuelven a estar bajo su mandato.

Enlace
En apariencia, el único lazo entre estas dos películas es el paso de realidad a sueño (en caso de Wanley) o ilusión (en el caso de Fénix). Sin embargo, no deja de llamar la atención el papel no similar sino paralelo de las mujeres en ambas historias. Pero recordemos las premisas. En La Mujer del Cuadro, Wanley puebla su pesadilla con amigos o con las caras que inadvertidamente ha visto en la realidad. Sus amigos, a quienes conoce, siguen manteniendo sus personalidades en el sueño. Pero el portero o el encargado de guardarropas, a quienes Wanley conoce solo de cara y por breves palabras, se convierten en personas indeseadas, en agresores y chantajistas. El protagonista les confiere características negativas, que coinciden tal vez con sus temores, miedos y frustraciones. Es a la propia Mujer del Cuadro a quien toma para infundirle aspectos de su propio ser. Ya que no deja de ser revelador que ambos personajes comparten el mismo grado de confianza e ingenuidad, de candidez y paranoia. Ambos confían el uno en el otro, a pesar de ser perfectos desconocidos; Wanley se cree capaz de ocultar un cadáver y Alice se cree capaz de manejar la delicada situación con el hampón; ambos son igualmente cándidos cuando creen que el problema ha sido resuelto y ambos se persiguen a sí mismos cuando las cosas no salen bien. Wanley trata de infundir ánimo a la apesadumbrada Alice y esta, cuando comprueba que la policía ha dado muerte a Heidt, corre como una niña eufórica para avisarle por teléfono a Wanley que el peligro ha pasado.

Lo que en La Mujer del Cuadro pasa en sueños, toma un cariz mucho más real en Santa Sangre. Porque Fénix, carente de otros rasgos personales que no sean los de su difunta madre, se crea a sí mismo (y, reitero, a todo espectador) una realidad alucinada, habitada por enanos y tonis provenientes de la realidad que ha absorvido de niño y aún no había sufrido el trauma. Y, dato revelador, Fénix es testigo del suicidio de su padre, y ve cuando las autoridades retiran el cadáver sin brazos de su madre. Sin embargo, su mente niega esta última visión, comenzando a construir un mundo diferente en base a la ausente figura de un padre agresor. Y, como si fuese un espejo enfrentado a otro, en el que los rebotes de la luz son infinitos, la vida de Fénix se convierte en un reflejo de lo que él cree hubiera querido su madre muerta, o en lo que su psiquis se empecina en interpretar. La cámara solo nos muestra un itinerario de su percepción, así que no vemos al muñeco de ventriloquía sino a la madre, no vemos al Fénix asesino sino a un Fénix ejecutor de los designios de su madre. Recién cuando Sabrina, maquillada como cuando era niña y compartía juegos con Fénix, le muestra la realidad inexorable, es que el muchacho se ve libre de la influencia maligna, recobra su personalidad y puede respirar nuevamente por sí mismo.



Darío Lavia

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