martes, 6 de noviembre de 2012

El Gran Dictador y El Dictador

THE GREAT DICTATOR (El Gran Dictador-1940) de Charles Chaplin

¿Qué es El Gran Dictador sino una Gran Excusa? Un esquema narrativo estilo "Príncipe y Mendigo" o "Prisionero de Zenda" sirve como marco para algunas deliciosas pantomimas de Chaplin, en su tradicional personaje del vagabundo o bien como el grandilocuente dictador Hynkel de Tomania, desembocando en un discurso lleno de humanismo e irrealidad. Pero vamos por partes, joven lector/a, que esta noche tendremos un poco de todo.

El bigote totalitario

Al final de la Gran Guerra Europea, un despistado soldado (Charles Chaplin) salva la vida del piloto Schultz (Reginald Gardiner). Durante un peligroso vuelo sobre las líneas enemigas, el aeroplano debe efectuar un aterrizaje forzoso y nuestro protagonista queda amnésico. Luego de años internado, sale y regresa a la vida civil, reabriendo su antigua barbería en pleno ghetto judío. El dictador de Tomania, Adenoid Hynkel, ha aprobado una serie de medidas que perjudican a los judíos. En una de las redadas, el barbero es detenido por una patrulla comandada por el mismo piloto cuya vida salvara antaño. En honor a aquel gesto, el barrio comienza a gozar de un trato preferencial por parte de las fuerzas del orden.

En tanto, el dictador, cuyas fisonomía y facciones son similares a las del pobre barbero, pone en marcha sus planes de dominación mundial y para ello decide utilizar a los judíos como perfecto chivo expiatorio. Debido a su tolerancia racial, Schultz es arrestado y todos los habitantes del ghetto son paulatinamente deportados a campos de concentración. Mientras Hynkel está por entrevistarse con el dictador de Bacteria, Napaloni (Jack Oakie), y busca dar la más convincente impresión de poder, Schultz y el barbero tratan de escapar ataviados con uniformes militares. Los soldados los capturan pero, debido al notable parecido, confunden al barbero por Hynkel y lo conducen al podio donde debe hacer uso de la palabra frente a una congregación masiva del partido. Es la chance de arruinar todo o... apacigüar los ánimos y salvar su vida (y la de millones).

THE DICTATOR (El Dictador-2012) de Larry Charles

Bajando un par de escalones en valores cinematográficos tenemos El Dictador con el irreverente Sacha Baron Cohen. A pesar que a siete décadas de su estreno seguimos hablando de la obra de Chaplin, es difícil vislumbrar que se siga mencionando este otro felm mucho más de la siguiente temporada. Aún así nos aporta una actualización de las ideas y conceptos que El Gran Dictador nos pone en la pantalla de su época.

La barba democrática

A pesar de tener muy pocas luces, el dictador Aladeen (Sacha Baron Cohen) es el más notable personaje de la pequeña nación norafricana de Wadiya: es presidente, el más lúcido hombre de ciencia, mejor atleta, mejor amante, etc. Sin embargo todos estos méritos los consigue obviamente por amenazar las vidas de aquellos que lo contradigan o tengan la insensatez de superarlo. El régimen de terror que impone en la comarca está secretamente amenazado por una conspiración cuyo lider es su propio tío Tamir (Ben Kingsley). Un viaje a los Estados Unidos, donde Aladeen dirigirá la palabra ante unas Naciones Unidas preocupadas por los presuntos informes acerca de armas nucleares en Wadiya, brinda la posibilidad al tío de deshacerse de su inoperante sobrino. El agente asignado a su seguridad (John C. Reilly), pagado por Tamir, trata de liquidar a Aladeen pero luego de afeitar su tupida barba, perece en el intento.

Lampiño y sin su pintoresco uniforme, Aladeen se entera que el tío lo ha reemplazado con un sosías que anuncia en el discurso oficial la inminente llamada a elecciones y la creación de una república democrática en Wadiya. Encolerizado, Aladeen decide poner las cosas en su lugar, pero se termina involucrando con una joven activista (Anna Faris) que está a favor de todo lo que pueda denominarse "progresismo"; de hecho, dirige un pequeño supermercado de productos orgánicos en que la totalidad de los empleados son refugiados de todos los rincones del orbe. Como eventual aliado para obtener sus propósitos, Aladeen se reencuentra con su antiguo jefe del proyecto nuclear, el científico Nadal (Jason Mantzoukas), otrora enemigo mortal que ahora ofrece darle una mano a cambio de volver a estar a la cabeza de dicho proyecto.

A esto, súmele dos o tres secuencias realmente hilarantes y la constante bajada de línea hacia los vicios en que caen las democracias occidentales que, al tratar de parecer lo más inclusivas y abiertas posibles, se tornan en dictaduras de la mayoría. Un final a toda orquesta con discurso estilo El Gran Dictador y ciertos giros espectaculares no alcanza a tornar el entretenimiento pasatista en algo valioso.



Enlace

Difícil es ver estos felms sin que se nos disparen inquietudes o ideas. La simbología del poder, sea un bigotito bajo la nariz o una tupida barba (sin bigote); la visión, desde la cima, de los subordinados; la tendencia de ese poder a la hegemonía; la manipulación de la voluntad popular para justificar no solo el ascenso sino el permanente ejercicio del poder; la conceptualización de un enemigo, sea racial o ideológico, que conduzca a dividir aguas; los intereses que se mueven en las distintas capas del poder así como los que palpitan en los grupos que no están en el poder... desarrollemos una de varias ideas y pasemos al enlace. Muchas gracias, joven.

Se suele creer que la proliferación de las dictaduras se rebate con el fomento de la educación. Pero bien podemos observar que la educación es perfectamente manipulable y ningún gobierno se anima a destinar presupuesto para una actividad que estimule demasiado la corteza cerebral de sus ciudadanos. Como evidencia tenemos naciones bajo dictaduras cuyos pueblos gozan del 100% de alfabetismo pero que no pueden leer nada que se aleje de lo oficialmente impuesto o sacar provecho de sus saberes académicos. Entonces, tal vez, el factor de la aceptación popular de los dictadores y los mandatarios mesiánicos en lo educativo pase por la manera de desalentar o coartar las inquietudes en los ciudadanos: vean sino la candidez infantil con que abrazan un discurso y rechazan el ajeno, la permeabilidad hacia el panfleto propagandístico y la imposibilidad de leer entre líneas o sacar otras conclusiones que no sean ajenas.

El dictador es un maestro del mensaje. No deja detalles al azar debido a que posee un avanzado conocimiento de la psicología de los potenciales receptores del mensaje. Por lo tanto es perfectamente natural que el climax de ambos felms se plasme a través de discursos. En tal sentido, Hynkel y Aladeen nos dan sus cátedras magistrales como un pintoresco juego de espejos: es el barbero judío que declara principios humanísticos asumiendo la impostura del dictador y es el propio dictador africano que, desplazando al impostor, reconoce que el abanico benéfico de la Democracia genera mayor bienestar general. Ninguno de los dos se baja del poder, pero darse cuenta que otorgar concesiones y derechos es más satisfactorio que mantener un poder imbatible y absoluto es ya todo un progreso.

Claro, esto es cine. En la vida real la cosa cambia. Con la afinidad de los mandatarios democráticos a promover sus reelecciones, imagínese qué tan poco dispuestos estarán los dictadores a ceder siquiera un ápice del poder que tanto desgaste, sacrificio, manipulación y traición les costó poseer.

Darío Lavia

El discurso final

Decíamos, así como el dictador arenga a sus huestes para la guerra y el odio, también podría hacerlo para la tolerancia y la armonía. Imagínese uno que comunique semejante mensaje a sus ciudadanos:



Una perlita arqueológica de difícil visionado

THE DICTATOR (1922) de James Cruze: Comedia con toques revolucionarios, con el playboy Brooke Travers (Wallace Reid), "mejor versado en flappers que en frutas", hijo de un millonario que, para huir de un taxista (Walter Long) que lo persigue para que le abone lo adeudado, aborda un vapor rumbo al pequeño país sudamericano de San Mañana, controlado por el dictatorial general Campos (Kalla Pasha). En destino se involucra con un movimiento revolucionario, enamorándose de Juanita (Lila Lee), hija de Carlos Rivas (Theodore Kosloff), líder exiliado "por razones político-bananeras" y, a fin de cuentas, enemigo del millonario padre de Brooks, el "rey de las bananas" (Fred Butler). A pesar que los voraces intereses empresarios paternos serán perjudicados, Brooke se pone del lado de la revolución y ayuda a que el movimiento triunfe, derrotando a Campos, obteniendo el amor de Juanita y, finalmente, el respeto de su padre. Esta versión de la antigua comedia "The Dictator; a Farce in Three Acts" (New York, 1904) de Richard Harding Davis, que ya había sido llevada a la pantalla en 1915 con el galán John Barrymore, no pareció haberse estrenado en Sudamérica tal vez por el típico descontento que solían generar las caricaturescas visiones hollywoodenses de los países al sur del Río Grande.

Como aporte a esta columna observemos que, después de aguantar tantos dictadores, los pueblos parecen haber heredado una tendencia que hicieron gala aquellos líderes que tanto amaron al llevarlos al poder y tanto odiaron al derrocarlos: ¡cero autocrítica! Una comedia norteamericana de la época silente que parodia los diversos intereses en juego en los países latinoamericanos: la libre empresa internacional, el populismo conveniente del dictador, el idealismo del revolucionario (que al subir al poder terminará pactando con las mismas corporaciones o sus competidoras) y en el medio, o mejor dicho, abajo, el pueblo que no alcanza a percibir sino un eco de ese drama titánico. A pesar de una visión inexacta y pintoresca de los países latinoamericanos retratados, eso no debería invalidar la crítica. Pero bueno... así estamos, joven.

martes, 24 de julio de 2012

El Momento Perdido y Los Otros

THE LOST MOMENT (El Momento Perdido-1947) de Martin Gabel
LOS OTROS (2001) de Alejandro Amenábar

Los unos...


En busca de las perdidas cartas de amor del poeta Jeffrey Ashton, el editor Lewis Venable (Robert Cummings) viaja de New York a Venecia, alojándose en la mansión de Juliana Bordereau (Agnes Moorehead), una anciana de 105 a quien antaño esas cartas estaban dirigidas. Juliana vive con su sobrina-nieta Tina (Susan Hayward), una mujer joven pero envuelta en una fría y profunda parquedad. Para no provocar el encono de sus anfitrionas, Lewis se hace pasar por un novelista que quiere finalizar una obra. Sin embargo, trata de buscar pistas de esas famosas cartas que, de publicar, lo convertirían en millonario.

...y los otros


Grace (Nicole Kidman) lleva a sus dos hijos enfermos a una mansión ubicada en la isla de Jersey, cerca de Inglaterra, hacia finales de la II Guerra Mundial, donde espera a su marido, combatiente en el frente bélico. Los niños viven en un extraño y opresivo ambiente, que, sumado a su extraña enfermedad (no pueden exhibirse al sol directamente), nos da la antesala perfecta para el ingreso a lo desconocido. La trama se completa con la aparición de tres sirvientes, quienes añaden su pizca de misterio, el cuál se completa por las extrañas presencias y ruidos que son percibidos no solo por los niños sino por la madre.



Pre-enlace

El "inglés" Henry James (1843-1916) nació en la nada inglesa New York pero vivió y trabajó durante la mayor parte de su vida en el Viejo Mundo. Esta dualidad, palpable en varios de sus personajes, también está presente en dos de sus obras más populares, "Los Papeles de Aspern" (1888) y "Otra Vuelta de Tuerca" (1898), que justamente ofician de caprichoso pre-enlace debido a que ambas sirven de fuente a nuestros dos felms de la noche.


En el caso de El Momento Perdido se troca el apellido del legendario poeta de Aspern por Ashton modificándose el nudo y desenlace en pos de una resolución más cinematográfica y "feliz" aunque no por ello naif. Es de notar que la primera adaptación de "Otra Vuelta de Tuerca" se llamó THE OTHERS y fue un episodio televisivo en la década del '50. Tal fue el título que Amenábar eligió para su felm a pesar que no hizo constar la obra de James en créditos. La omitida filiación narrativa entre novela y película daría pie a ciertas bromas cuando el realizador fuera galardonado a algún premio por "mejor guión original".


Enlace

Solemos asumir que morir es lo opuesto a vivir. Sin embargo, vivir es una faena que tenemos que afrontar día a día y la muerte solo nos toma un lapso de tiempo que, sean segundos o meses, termina siendo comparativamente breve. Desde que nacemos vamos tomando natural conciencia que todo lo que nos pasa ocurre en el presente. Amamos, odiamos, ayudamos o padecemos, todo en presente. Lo otro, anclarse en el pasado, trágico o melancólico pero sólido y sin las fisuras de incertidumbre del presente, es en lo que caen nuestras figuras estelares. Tina, una mujer que relega su vida para vivir una ajena (la de su centenaria tía); y Grace, una madre que ignora su reciente muerte en su esfuerzo por vivir también en el pasado. Ud., ¿en dónde prefiere vivir?

Darío Lavia


Dedicado al amigo Juan Carlos Vizcaíno, que amó El Momento Perdido y odió Los Otros

lunes, 28 de mayo de 2012

The Host y Aniceto

GWOEMUL (The Host-2006) de Bong Joon-Ho
ANICETO (2008) de Leonardo Favio

The Host

El río Han ha dado a luz a un monstruo. Esas aguas que bañan las costas de la moderna Seúl ahora albergan el resultado de una mutación genética espantosa: un bicho anfibio semejante a un dragón, de unos quinientos kilos, con una cola prensil de varios metros con la que trepa y agarra, dos robustas piernas que le permiten correr y una maldad y saña antropomórficas. Tiene olfato, muy buena vista y es astuto. Completando el portento, un par de brazos terminados en garras.

Presentemos a los Park. Hee Bong es el dueño de una tienda de comidas rápidas al pie de la playa. Espabilado y luchador, contrasta notoriamente con su hijo Gang Doo, gandul de 30 años a quien mantiene pacientemente por amor a su nieta, Hyun Seo.

Los Park, junto a otros cientos de paseantes son testigos de la primera salida del agua de nuestro monstruo que hubiera confundido al propio Darwin: la muerte saliendo de las aguas. El Monstruo corre, engulle, atrapa, trepa, destroza y enloquece todo a su paso.

Gang Doo intenta valientemente salvar a su hija, pero no puede. Hyun Seo va a parar al rumen del Engendro junto a otros niños, latitas de gaseosas y peces.

La ciudad se quiebra del miedo. Desde el gobierno se habla de la aparición de un virus terrorista al que hay que combatir de inmediato, no sea cosa que las gentes terminen mutando como el monstruo, algo como lo que viene padeciendo el vecino país del norte de unos sesenta años a esta parte.

Hee Bong sale furiosamente a rescatar a su nieta a como dé lugar. La ocasión lo une a Hee Bong y a Gang Doo con los otros dos Park restantes: Nam Joo, medallista olímpica en tiro al arco, y Nam Il, joven universitario desempleado y arrogante, como todo joven que se precie de universitario y de desempleado. Juntos, los cuatro fantásticos Park buscarán a Hyun Seo luchando contra la burocracia, la acidia y la estupidez de la plana mayor del municipio y de la nación coreana que no da pie con bola, cayendo en manos inescrupulosas que al tiempo que vacian los bolsillos del viejo Hee Bong son la única ayuda posible y concreta de conseguir armas y municiones: hacer algo. Y lo hacen bien.

Aniceto

Cae flechado de pasión Aniceto cuando ve a Francisca lavando ropa a la vera de un arroyo cualquiera de algún pueblito del Buenos Aires de los sesenta.

Francisca es empleada en una casa bien acomodada. Aniceto vive de su gallo blanco, corajudo y mañero, vencedor habitué en aquellas arenas. Con este argumento Aniceto saca lo necesario para los bailes del sábado y para sus necesidades y urgencias.

Francisca visita el bulín. Pero no se limita a eso. De algún modo, su presencia vuelve cálido el ambiente, su mano diestra dirige el coro de las cosas y los seres con pericia, siendo el propio Aniceto el tenor solista invitado del drama de su nueva vida. Francisca le da un lustre insólito a todo, hasta a la pava del mate. ¡Si hasta el Gallo parece más blanco y más canfinflero que nunca!

Pero la fatalidad tiene algo preparado. Lucía... era la noche encarnada. Se dejaba y se retraía. Histérica, indómita y sensual, lo mete al Aniceto en esa olla curtida donde se cuece el puchero de la vida.

Aniceto, ávido por disfrutarlo todo de golpe, acaba perdiendo a Francisca y al Gallo. No hay libro sagrado que no nos prevenga sobre estas cuestiones.



Enlace

Salvo por las dimensiones, el drama social y el individual son la misma cosa. Se trate de una ciudad atormentada o de una persona sola, ante una crisis se deberá apelar al coraje, al arte y al ingenio.

Los asuntos suelen ir a destiempo con las intenciones. A la ferocidad del Monstruo se le opondrán los Park con una bravura y una determinación que parecieran haber estado hibernando a la espera de una circunstancia fatal y bizarra como esa.

Contra el estómago rumiante del Monstruo había que oponer vísceras corajudas (1). Los Park buscan apoyo del gobierno, de la policía, de las instituciones. Al no hallarlo, se mezclan con el hampa y salen a la caza de lo imposible.

Aniceto no esperaba nada en especial cuando le llega el amor de manos de Francisca. No comprende la lógica del juego y termina haciéndose matar por un prestamista a quien acudiera para empeñar al Gallo, bastión de su subsistencia. Su propia muerte termina por facilitarle las cosas. Sin Francisca y sin su Gallo, vivir habría sido mendigar... aprecio y sustento. Francisca le había asoleado el alma. Lucía le revolvía las tripas. El desenlace de la historia es breve y lacónico. Los dioses se regodean con nuestras abyecciones pero eso no les impide ser clementes (cuando quieren). Y en un rapto de piedad, Aniceto cae fulminado por un balazo.

Ante lo inevitable, el hombre es capaz de cualquier cosa, sublime o degradante. Los resultados suelen ser entretenidos para los mismos dioses quienes también festejan nuestra valentía y arrojo.

Pero a las personas les puede ir la vida, y con ella, la existencia. Al límite de lo soportable, el camino se bifurca entre la magia y el tango fatal.

Después de todo, ¿de qué nos preserva tanta tecnología, tanta literatura especializada… cuando se aparece una Lucía y perdemos hasta el pellejo? Nada nos evitará la melancolía de sentirnos solos. Y quizás en esto duerma lo mejor de nuestra especie. Las tripas y el corazón pueden mucho más de lo que normalmente hacen día a día. Sólo hay que darles rodaje, comprender su cadencia, ritmo, sus tiempos.

Ordenar las pasiones es tarea sagrada e indelegable de cada uno (2). Pero tener pasiones latentes, vivas y calientes, es un deber hacia nosotros mismos. Los resultados a veces son los esperados y otras... no. Nadie nos asegura nada cuando nacemos. Y justamente por ser imprevisible y por no ofrecer garantías, la vida es de un atractivo mayúsculo.



Patricio Flores

Notas
(1): Hace miles de años, los judíos planteaban que el centro de la voluntad y de la conciencia se hallaba entre los riñones, el hígado y los intestinos.
(2): "Todo ánimo desordenado sirve para sí mismo de castigo", enseñaba San Agustín.

domingo, 12 de febrero de 2012

Cuando los Mundos Chocan y Melancolía

WHEN WORLDS COLLIDE (Cuando los Mundos Chocan-1951) de Rudy Maté
MELANCHOLIA (Melancolía-2011) de Lars Von Trier

Del Génesis...
El felm se inicia con unas palabras escritas en caracteres góticos, una cita del Génesis bíblico que sirve de prólogo al episodio de Noé. La trama misma es una nueva versión de tal historia, siendo Noé un grupo de científicos y reemplazando el arca de maderos y brea con una nave espacial. Esta vez Dios no envía un diluvio, sino una estrella y un planeta, Bellus y Zyra, respectivamente. Y como la construcción de la nave para salvar al género humano insumirá cifras millonarias, se recurre a un conglomerado de empresarios con cuyos aportes, empero, no se llegaría a cubrir la inversión necesaria. Es cuando aparece el multimillonario encarnado por John Hoyt, Sidney Stanton, que la cosa toma color. Stanton, atado a una silla de ruedas, es un hombre tan amargado como cínico. Para él no hay límites a lo que puede hacer con su dinero. De esta manera, teniendo como objeto únicamente el de no morir, ofrece el monto faltante para construir las naves poniendo como condición no solo la de viajar él mismo, sino la de seleccionar a sus acompañantes. Hendron responde con un humanitario chantaje, ya que accede a construir la nave, pero el material a transportar será decidido por los científicos: "su dinero por su vida," explica a cara de perro al cínico potentado. Como al millonario solo le interesa su propia vida, acepta el trato pero también da su ácida visión de lo que ocurrirá cuando se precipite el fin. Para él, el Hombre perderá todo rastro de civilización, y dejará de lado la ética y la decencia. Será la ley de la jungla, que él mismo grafica con la frase "dog eating dog." Poco antes del Juicio Final, los integrantes del campamento de Hendron (en su totalidad, estudiantes y académicos especialistas cada uno en una materia o disciplina) se amotinan y, armados, tratan de ingresar a la rampa de lanzamiento, en un último y desesperado intento por sobrevivir. Es la ley de la jungla, preanunciada por Stanton. Sobre el final, en el edénico planeta Zyra (que parece pintado... mejor dicho, está pintado), las letras góticas vuelven a aparecer, como si se estuviera escribiendo una nueva epopeya bíblica. A pesar de estas raíces bíblicas, la trama no es ingenua o juvenil y la impresión que queda sobre el Hombre afrontando sus últimos días en la Tierra es sombría y para nada moralizante.

...al Apocalipsis
Un drama celeste se insinúa con música de Wagner al mejor estilo Kubrick. Un planeta gigante se acerca a la órbita terrestre, según parece, en pos de una "danza de la muerte" que, según creen fervientes seguidores de Immanuel Velikovsky, podría ser la hecatombe final. Más abajo, en la Tierra, la primera parte del film nos permite asistir a una ceremonia de bodas que se realiza con las habituales demoras, desplantes de parte de algún invitado o de la novia (Kirsten Dunst), algún trapito al sol, etc. La segunda mitad se centra en la hermana de la novia, Claire (Charlotte Gainsbourg) y nos muestra a Justine regresando a casa de su hermana a raíz de una crisis de su pareja. John (Kiefer Sutherland), que ha estado apasionado por el paso del planeta, trata de mantener la calma de su esposa: "Melancolía" pasará a corta distancia de la Tierra, pero no hay motivo para alarmarse. La ciencia no puede equivocarse y los que afirman que será el Fin, solo buscan llamar la atención. Esa noche supuestamente será el momento de mayor acercamiento y los tres, John, Claire y Justine, observan el desfile del planeta púrpura. ¿Se alejará Melancolía como está previsto? ¿Cómo reaccionarán estos personajes en el caso eventual que tales previsiones fallen y se avecine realmente el fin? ¿Cómo enfrentarán una misma realidad, fatal e inexorable, dos hermanas tal vez opuestas en carácter y en historia de vida? Se trata de un tema de ciencia-ficción pero con un enfoque poco habitual y muy europeo. Una trama dramática con estudio de caracteres envuelto por un marco fantástico que permite indagar en situaciones límite para verificar en qué grado uno debe adaptar su vida a las convenciones o si éstas deben adaptarse a uno.

Enlace
Podríamos enumerar una cantidad de pre-enlaces y falsos enlaces pero nos contentamos con las rutilantes similitudes narrativas que suponen dos títulos tan alejados geográfica y cronológicamente que tratan la misma cuestión de choque entre cuerpos celestes. En ambos hay empresarios cínicos, niños inocentones, efectos notables del paso del planeta cerca de la Tierra con el alejamiento momentáneo para regresar y aniquilarlo todo y las delirantes consecuencias físicas en lo referido a órbitas y fuerzas de gravedad. Sin embargo esta noche nos interesa ahondar en el contraste que suponen los finales, feliz en Cuando los Mundos... e infeliz en Melancolía, lo que creemos válido indicador acerca de lo que se vivía más allá de la pantalla, fuera de las salas de cine.

Un lustro después del "apocalipsis" que significó la II Guerra Mundial, el mundo tenía motivos para ser optimista. Y esa nave que escapa a la hecatombe final y logra descender en el planeta Zyra, que no solo es edénico sino que tiene aire respirable, es una expresión de confianza en el Ser Humano. Confianza en un presente, si bien con problemas y más guerras, pero con la esperanza de que la gente del futuro no recaiga en el horror previo. Sesenta años más tarde aunque el Ser Humano se ha permitido unos cuantos genocidios, al menos aprendió la lección del hongo atómico y no volvió a utilizar semejante recurso. Hemos desterrado las guerras mundiales y el peligro nuclear de nuestro horizonte de conflicto probable y desde ya, dormimos mucho más tranquilos.

Choque final feliz con la raza humana perviviendo en otro planeta:

Pero esa invariable tranquilidad, según apreciamos en las conductas de los personajes de Melancolía, también nos hizo caer en el ocio, el hedonismo, la ausencia completa de inquietudes, la exacerbación caprichosa del ego y en una mediocridad tal que nos quitó aquel optimismo que teníamos, convirtiéndonos en una raza adocenada y rebozante de estupidez cuya existencia ya no vale la pena prolongar en un planeta diferente. De manera que, como termómetro de esta esperanza perdida, el felm de Von Trier es categórico: la Tierra se destruye y con ella, se vaporizan todos y todo.

No se pierda el choque en 1:55 de este metraje:

Dedicado a Charles Chaplin que nos lo advirtió en sus "Tiempos Modernos"...





¿PERDISTE ALGÚN Nro. DE CINEFANIA? BAJALOS GRATIS