miércoles, 30 de abril de 2008

Doce del Patíbulo y El Libro Negro

THE DIRTY DOZEN (Doce del Patíbulo-1967) de Robert Aldrich
ZWARTBOEK (El Libro Negro-2006) de Paul Verhoeven

Misión peligrosa en Reims
Londres, 1944: El Mayor Reisman (Lee Marvin) es encargado por el Estado Mayor de entrenar a 12 convictos por delitos graves para cumplir una misión suicida en Reims, Bretaña. A través de la eliminación de los altos oficiales que se darán cita en un castillo, se espera desorganizar el mando alemán. Reisman recluta a sus doce reos y los entrena duramente a lo largo de varias semanas, en las que tiene tiempo de darse cuenta del carácter psicopático o bien llanamente idiota de varios elementos.

El grupo supera pruebas de fuego, como la intriga del Coronel Breed (Robert Ryan), que a toda costa intenta desentrañar la naturaleza de la misión secreta que lleva a cabo Reisman o un ejercicio de maniobras en el salen airosos del combate. Sin embargo, nada de eso es tan serio como la ejecución de la misión, que depara momentos tensionantes para todo el grupo. Para eso, Reisman y el ex convicto Wladislaw (Charles Bronson) se disfrazan de oficiales alemanes, ingresan en el castillo y cortan las comunicaciones. En tanto que el inestable Maggott (Telly Savalas) entra en crisis y comienza una balacera *. La misión concluye cuando, con todos los invitados y militares en el sótano, el castillo es demolido con explosivos, aunque solo Reisman y Wladislaw sobreviven.

Misión peligrosa en Amsterdam
Israel, años '60: Rachel (Carice Van Houten) es una maestra judía que recibe la visita de una mujer (Halina Reijn) a quien conoció durante la II Guerra Mundial. A partir de este encuentro, la protagonista recuerda su increíble odisea para sobrevivir en Holanda durante la Ocupación Nazi, a través de un flashback del que se compone casi toda la película. Primeramente asistimos a la muerte de la familia que ocultaba a Rachel, cuyo hogar es bombardeado por los alemanes. Más tarde, su auténtica familia es masacrada, hecho que fuerza su unión a la Resistencia, y su ingreso como amante y empleada administrativa del comandante Müntze(Sebastian Koch). Hay un golpe al cuartel alemán, pero fracasa debido a un traidor dentro del movimiento (Thom Hoffman).

A medida que Rachel va superando estos acontecimientos, toma real afecto por Müntze y cuando los Aliados liberan Holanda, ambos se refugian en un pantano. Pero claro, el militar alemán es capturado y rápidamente ajusticiado, en tanto que Rachel, a pesar de haber sido integrante de la Resistencia, es tratada como prostituta nazi y denigrada. Hasta que logra rehabilitarse exhibiendo el temible "libro negro" donde figuran los nombres de los auténticos traidores.

Enlace
Parece que estamos violando las reglas al alinear dos películas ambientadas en un idéntico momento histórico (segunda mitad de la II Guerra Mundial hasta su desenlace). Sin embargo los filmes, que pertenecen cinematografías, épocas y postulados narrativos diferentes, confluyen en un punto en común, interesante e inusual. Pero primero definamos conceptualmente a cada película.

DOCE... es, quitando los aspectos folletinescos, cómicos y aventureros, el derrotero de un grupo sucio con una misión de guerra sucia. Ok, el director Robert Aldrich facilita mucho la cuestión al público, mostrando al enemigo desde el punto de vista del agresor, o sea, como anónimos uniformes de las SS, meros blancos militares. Pero tampoco cae en el típico punto de vista del cine bélico propagandístico que tiende a demonizar al "otro". Por su parte, EL LIBRO... no deja de definir ninguno de sus personajes, pero trae la novedad de ofrecer miembros de la Resistencia no tan héroes y comandantes nazis no tan villanos.

El cine bélico suele recurrir a la épica para ensalzar los valores del soldado. La propaganda, destinada en tiempos de guerra a reforzar el frente interno, dota al relato cinematográfico del condimento ideológico destinado a dejar en claro que el bando enemigo es malo pero no solo por ser enemigo. En DOCE... el enemigo no está pintado con ningún trazo y los protagonistas poseen rasgos ambiguos. En EL LIBRO... el enemigo no es malo por sí mismo y los miembros de la Resistencia no son necesariamente buenos.

Algún comentarista podrá decir que el pacifismo es también una ideología. Y como tal está panfletariamente presente en ambas películas a través de la puesta en pantalla de una guerra totalmente desprovista de todo elemento romántico o épico. Pero tal vez esa ausencia de impostada grandilocuencia es la que les termina infiriendo a cada una de las películas un diferente carácter épico, tal vez aquel que poseen las proezas de la vida real.

Darío Lavia



* Frase célebre: "Coronel, son todas mujerzuelas".

lunes, 21 de abril de 2008

Antes que el Diablo Sepa que Estás Muerto y Kuroneko: El Grito del Sexo

BEFORE THE DEVIL KNOWS YOU'RE DEAD (Antes que el Diablo Sepa que Estás Muerto-2007) de Sidney Lumet
YABU NO NAKA NO KURONEKO (Kuroneko: El Grito del Sexo-1968) de Kaneto Shindo

El demonio entre nos

La historia con la que abrimos el telón está narrada en fragmentos ingeniosamente entrelazados y vistos cada uno desde el punto de vista de uno de los tres personajes principales. Para Andy Hanson (Philip Seymour Hoffman), hábil gerente, heroinómano, de vacaciones en Río con su esposa (Marisa Tomei), la vida tiene problemas pero con un golpe de dinero, puede empezar a tener sentido vivirla. Por el otro lado, su hermano Hank Hanson (Ethan Hawke), fracasado, divorciado, debiendo tres meses de manutención a su esposa e hija, amante de la esposa de su hermano, la vida le ha pasado por encima y un poco de dinero puede ayudar a levantar cabeza. Para cambiar sus vidas se ponen de acuerdo en llevar a cabo un asalto contra la joyería de sus padres (soberbio Albert Finney y Rosemary Harris), con lo que podrán hacerse de dinero que el seguro ha de cubrir a sus legítimos dueños. El intento de robo sale mal y como resultado la madre y el ladrón (Brian F. O'Byrne) resultan muertos. "Se suponía que nadie tenía que salir herido" dice uno de los personajes mientras el mundo se derrumba en las cabezas de los hermanos y también del padre.

Un gato negro, pero no poeiano

Una mujer (Nobuko Otowa) y su nuera son atacadas y violadas por un grupo de samurais, que las asesinan cuando prenden fuego a la cabaña en que ellas viven. Un gato negro, que lame la sangre de las víctimas, posibilita que estas regresen convertidas en dos "bakeneko" (monstruos felinos), criaturas sedientas de sangre humana. A partir de ese momento, ellas atraen a samurais por las noches, los llevan a sus cabañas, los emborrachan, y cuando estos intentan propasarse, los asesinan de una salvaje mordida en el cuello. Pasado cierto tiempo, regresa de la Guerra un valiente soldado, poniéndose al servicio de un Mikado que le encarga investigar el caso de los samurais asesinados. Por supuesto, el muchacho se da cuenta que la causa son los espíritus de su madre y de su esposa, así que debe afrontar el dilema de liquidar o no a los monstruos.

Enlace

Hoy, en contra de nuestra ya habitual afición por ofrecer "falsos enlaces", iremos directamente al grano y comenzaremos precozmente a argumentar el motivo de reunión de estas dos películas, pertenecientes a géneros, épocas, directores, nacionalidades e idiosincracias sino opuestas, completamente distintas. Una de las cosas que más llama la atención del acervo cultural japonés es, a ojos de buen occidental, esa solemnidad que preside todos sus actos y ese profundo respeto a los antepasados. Creemos que si ese venerado bisabuelo estuviera con vida, mantendría la devoción de su prole. Sin embargo, a veces pensamos que esa tendencia a la autodestrucción que se inicia por el desprecio y la agresión hacia los llamados "seres queridos" no es patrimonio de una nación o cultura sino un gen extendido en todo lugar donde haya seres humanos.

Veamos el caso de la familia Hanson. Los hijos planean el asalto de la joyería de los padres, luego se carcomen entre sí y el padre enfermo de odio trata de acabar con su primogénito. Quitando los detalles particulares (heroína, adulterio, divorcio, etc.) no parece ser tan atípico el cuadro de familiares enfrentados. Shakespeare ya lo exploró en el Teatro medio milenio atrás, pero... ¿a qué responde exáctamente esta tendencia tan extendida de hacer daño a quienes más queremos? Antes de intentar responder, pasemos al Japón hace unos siglos atrás. Un argumento fantástico de espíritus y guerreros nos vuelve a poner en pantalla a un hijo tratando de matarse con su madre y esposa. Probablemente el guerrero tenga tanto entusiasmo en cumplir con su trabajo como el de Hank en afrontar la realidad de que llevó a cabo una traición a su padre.

Por momentos, parece ser que tenemos más predisposición a tener un buen gesto con amigos, conocidos y hasta desconocidos, que hacia padres, hijos, hermanos o familiares. Puede ser que esto obedezca a un intento inconsciente de equilibrar el afecto que uno derrocha en este mundo. Pero cuando aquellos damnificados de nuestros peores actos son integrantes de nuestra propia familia, surge el interrogante de si no se tratará realmente de un intento autodestructivo por parte del individuo, que inicia su labor acabando con sus seres cercanos para terminar la obra consigo mismo.

Que estas dos películas sirvan como ejemplo ilustrativo. No es algo que se circunscriba a una época (refutando la posible teoría de "los jóvenes de ahora son unos irrespetuosos") ni tampoco a un lugar (por la posible teoría de que "esto solo pasa en países como el nuestro"). Será cuestión de explorar si en el Reino Animal ofrece mejores expectativas o, por el contrario, son el referente de animalismo de dicha conducta.

Darío Lavia

Dedicado a Sidney Lumet (1924) y Kaneto Shindo (1912), dos grandes y AUN ACTIVOS.

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