sábado, 27 de abril de 2013

Los Ojos del Gato y El Informante

CAT'S EYE (Los Ojos del Gato-1985) de Lewis Teague


Un trío de historias terroríficas inspiradas en cuentos de Stephen King se inicia con "QUITTER'S INC.". A través de un amigo, el fumador empedernido Dick Morrison (James Woods) se entera de un servicio para dejar el vicio, "Quitters Inc". Poco después, Dick se decide a buscar ayuda profesional y concerta una cita con el Sr. Donatti (Alan King), que le incauta todos los atados de cigarrillos que posee, como paso previo para el tratamiento. Ambos ingresan en una sala donde hay un gato comiendo su alimento. Donatti acciona un interruptor que provoca una ligera descarga eléctrica en el piso del salón y el felino pegue un salto de miedo. Esta demostración simil al perro de Pavlov fundamenta su explicación: llegará un momento en que el gato asociará el dolor con el hábito de comer y, por más que tenga ante si un plato suculento, preferirá mantenerse en ayunas a arriesgarse a sufrir otra descarga. A partir de ese momento Dick inicia su tratamiento y comienza a ser vigilado día y noche por personas que, de observarlo fumar nuevamente, serán capaces de castigarlo. Pero claro, no a través de descargas eléctricas, sino con la captura de su esposa y posterior tortura. Son treinta días de "tratamiento", si no consigue dejar de fumar, su propia vida correrá peligro.

THE INSIDER (El Informante / El Dilema-1999) de Michael Mann


¿A qué se dedica el periodista Lowell Bergman (Al Pacino)? El primer rollo de este film nos lo muestra en algún recoveco del Líbano, vendado y siendo escoltado para encontrarse con el líder del movimiento extremista Hezbollah (Cliff Curtis), a quien pretende entrevistar como exclusiva para el programa de la cadena CBS, "60 Minutos", conducido por el genial e incisivo Mike Wallace (Christopher Plummer). ¿Qué problema grave tiene el bioquímico Jeff Wigand (Russell Crowe)? Acaba de ser despedido de su empleo en Brown & Williamson y es obligado a firmar una expansión de su acuerdo de confidencialidad por parte de un ejecutivo (Michael Gambon) que, de no cooperar, lo amenaza con quitarle la obra social e iniciar acciones legales (en la mente del protagonista está la salud de su hija menor, aquejada de asma agudo). Bergman y Wigand se involucran a través de un paquete de documentos relacionados con la firma Philip Morris acerca de las sustancias adictivas que oculta la nicotina. Los interesados en que Wigand permanezca en silencio son los ejecutivos de las principales firmas tabacaleras cuyas corporaciones mantienen un alto nivel de réditos en base al hábito de millones de fumadores norteamericanos. Tras algunas amenazas y encuentros furtivos, Wigand accede a ser entrevistado por Mike Wallace, revelando una historia grave para todos: a través de manipulaciones en laboratorio, Brown & Williamson consiguió una nicotina más rápidamente absorbible por los pulmones, impactando directamente en el sistema nervioso y cerebro. A pesar que estas revelaciones atañen directamente a la Salud Pública, Wallace enfrenta potenciales perjuicios: de emitirse, la cadena CBS podría afrontar un juicio multimillonario por parte de Brown & Williamson que, lógicamente, perjudicaría la inminente venta a la corporación Westinghouse. La única solución viable de emitir la entrevista editada sin los pasajes incriminatorios provoca que Wigand quede acorralado por haber roto su acuerdo y no obtener nada salvo el abandono de su familia y potenciales conflictos legales con sus anteriores empleadores pero, sobre todo, sentirse manipulado por Bergman. ¿Qué chance habrá que la verdad salga a la luz y sea conocida por la opinión pública, entre tanto entramado legal y corporativo?

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Todo el mundo fuma. En la China Popular, en el África, en la pujante Latinoamérica, la culta Europa y la moderna Norteamérica. Tal hábito, es sencillamente observable, provoca cambios en el organismo del fumador. Un tumor cancerígeno, por ejemplo. Desde un punto de vista malthusiano, el cigarrillo es un excelente regulador poblacional. Sin embargo, en los últimos años las ideas del estabilishment han ido cambiando paulatina pero irreversiblemente. Si vd. ve cualquier película de la década del '40, todos los personajes mayores de edad, en una escena u otra, fuman. En el primer film de esta noche, un personaje en especial fuma compulsivamente hasta que coartan su derecho a hacerlo. Durante los 157 minutos de metraje del segundo film seleccionado, salvo tres figurantes en el fondo del cuadro, absolutamente ningún personaje fuma. El cine, nuevamente, va a la par de la opinión pública y lo políticamente correcto.


Observamos los esfuerzos de los personajes para esclarecer la causa del hábito por el cigarrillo. ¿Es una insatisfecha necesidad oral? ¿Es a causa de las tabacaleras que agregan ingredientes químicos para que el cliente se haga adicto a esa sustancia? ¿Es por status o para evitar ingerir bocadillos entre comidas? ¿Es un buen compañero para mitigar la soledad que se ha extendido como epidemia?


¿Por qué se incurre en el autoritarismo para defender al fumador de si mismo? Muchos fumadores asumen sin problema su destino de obstrucción arterial, pulmones carbonizados y riesgo cancerígeno, a pesar que tengan que ser atendidos por sus hijos o parientes en las largas instancias previas al deceso. En el intento de liberarse de su formidable tabaquismo, James Woods comienza a llenar huecos de afecto con comida (el otro gran flagelo del pueblo norteamericano). Y volverá a caer en "Quitter's" para resolver ese nuevo problema. ¿Es eso lo único que nos lleva a mejorar, el rigor?


El bioquímico Russell Crowe también tiene sus conflictos pero todo queda en un segundo plano a raíz de una encrucijada de intereses corporativos y amenazas judiciales. También en esas encumbradas esferas habrá una mano autoritaria que obligue a que la verdad salga a la luz. ¿Será válido establecer entonces, como digno y arriesgado enlace, una relación entre la verdad y la ausencia de humo? Aliada del aire fresco, la verdad es un diáfano lente que nos permite percibir y formar un juicio acerca de las cosas. ¿Para qué, finalmente, necesitamos fumar? Tal vez para equilibrar el cuadro y que no todo sea claridad prístina y no todo aire fresco. La verdad y las manipulaciones ocultas, el aire fresco y las espesas volutas del cigarrillo, todo eso conforma un justo reflejo del yin-yang que parece presidir todo aquello que existe.

Darío Lavia

Dedicado a mi amiga Carina Rodríguez.

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