lunes, 7 de noviembre de 2011

Los Visitantes de la Noche e Íncubo

LES VISITEURS DU SOIR (Los Visitantes de la Noche-1942) de Marcel Carné
INCUBUS (1965) de Leslie Stevens


Dos siervos del Diablo por el mal camino

Mayo de 1485. Su Señoría el Diablo envía a dos de sus siervos (Alain Cuny y Arletty) a la Tierra para sembrar discordia y desesperanza entre los seres humanos. Convertidos en Gilles y Dominique, artistas de la legua, ingresan a un castillo y cantan para el severo Barón Renaud y su prometida, Anne (Marcel Herrand y Marie Déa) así como para el padre de la princesa, el regente del lugar, el Barón Hughes (Fernand Ledoux). A través de un mágico acorde de laud, se congela el tiempo y los entes demoníacos aprovechan para tentar a los príncipes: Gilles involucra a la joven Anne y Dominique, por su parte, atrae a los machos alfa, Renaud y Hughes. Sin embargo, Gilles tiene un conflicto interior y decide revelarle a la ingenua Anne acerca de su auténtica misión. Cuando ella le confiesa que no puede dejar de amarlo, Gilles decide romper la fría carcaza que envuelve su corazón y amar, por vez primera en eones, a un ser humano. La reacción inmediata es una tormenta eléctrica y la aparición de un caballero en busca de asilo que es el mismísimo Diablo (Jules Berry) que viene a supervisar y rectificar el desempeño de sus siervos. ¿Podrá la fuerza del amor operar un cambio en la naturaleza del ser diabólico? Y, tras algunas vueltas de tuerca, ¿podrán los seres humanos identificar la senda correcta ante tanta intervención de seres del Averno?


Dos caminos se unen, y lo demás se va al diablo

Una extraña comarca posee una fuente de agua curativa. Al lugar se acercan todo tipo de personas, algunas de buen corazón, pero otras ladinas y ambiciosas. Parece ser un buen extracto humano para ciertos súcubos, demonios en forma de mujer que se acercan a los varones y los tientan para sustraer sus almas débiles y enviarlas directamente al Averno. La premisa básica de estos seres es trabajar siempre sobre seres de bajos instintos, mala entraña o moral desviada, lo cual les asegura el éxito. Sin embargo, una de estos súcubos, Kia (Allyson Ames), se propone como desafío llevar a la perdición a un humano de buen corazón, tarea que, de ser coronada por el éxito, le permitirá encumbrarse como hija dilecta de Satán. A pesar que su hermana Amael (Eloise Hardt) le recomienda no meterse con tales individuos porque el amor puede corromperla, Kia porfía y persigue a un joven héroe cuya bondad es a prueba de mal. El joven es Marco (William Shatner), que vive con su hermana Arndis (Ann Atmar) en una cabaña en medio del bosque. La aparición de Kia enamora inmediatamente a Marco, que sigue al súcubo por el bosque y no solo responde al estímulo físico sino que propone la unión en matrimonio y, para asegurar sus intenciones serias, afirma aspirar a tener un hijo. Imagínense: justo enamorarse de un demonio, con el usual problemita para encarnar que tienen... y ni hablar de ayuntarse para procrear. En fin, a todo este suculento plato narrativo hay que sumar la venganza de Amael, que despierta a un íncubo (Milos Milosevicz), es decir, un demonio con forma de mancebo, con la misión de pervertir a Arndis. 1

Enlace



Pre-Enlace
Fiel a nuestra tendencia a marcar preenlaces ofrecemos la coincidencia de alineación de demonios y humanos: en ambos felms tenemos a un par de hermanos diabólicos como entidades tentadoras. También tenemos correspondencias cruzadas: en el primero, un íncubo se enamora de una mujer; en el segundo, es el humano que se enamora del súcubo. Las consecuencias son dignas de que se raje el firmamento (o la tierra) y surjan potestades infernales superiores, como el propio Satanás o un temible íncubo.


Aperitivo teosófico
Establecemos un Diablo como culpable de todo lo malo que hay en el mundo pero olvidamos que su padre también es el mismo Dios cuyo sueño solemos llamar vida. Entonces, si Lucifer es una especie de tío que guía nuestros pasos, sus íncubos y súcubos realmente son nuestros primos que interactúan como ellos saben hacerlo. Así, como lo esencial en la vida de las personas normales es ganar dinero, ser respetado y formar familias, estos trasgos y criaturas infernales bregan por encontrar almas que sean capaces de resistir sus tentaciones, con lo cual acortan el camino hacia la Luz de la que alguna vez cayeron.


Enlace y buenas noches
Habiendo realizado esta pequeña introducción metafísica, creemos justo y sensato enlazar los felms diabólicos de esta noche por el reconocimiento que nos ofrecen historias de amor, pero no amor convencional o sencillo, sino amor prohibido... entre "primos", por así decirlo. Y no es que querramos resaltar que ambas historias terminan mal y que por eso sean válidas sino hacer pie en el concepto de que "en el amor, así como en la guerra, todo vale". Y si en ese "todo vale", ud. súcubo llega a engañar al Diablo, o ud. ser humano, se arriesga a cometer sacrilegios... vale más un minuto de decisión propia que toda una vida de bajar la cabeza y acatar las ajenas por respeto o tradición.



Darío Lavia

Dedicado a Jules Berry y William Shatner, tipos con los cuales sería enriquecedor compartir una cena y un vermouth.


Notas
1 Este doble juego humano-demoníaco-fraternal está complementado por una conceptualización clara y sólida acerca de la naturaleza de los demonios y del Bien. Incluso films posteriores, como ROSEMARY'S BABY (El Bebé de Rosemary-1968), THE EXORCIST (El Exorcista-1973) y THE OMEN (La Profecía-1976), han definido al Diablo y sus huestes de manera más ambigüa y misteriosa pero siempre desde el punto de vista humano. INCUBUS aporta el punto de vista del súcubo, con lo cual va más allá que las citadas en cuanto a motivaciones, limitaciones y campo de acción de los seres infernales, acercándose por ende a un viejo film olvidado del maestro D.W. Griffith, THE SORROWS OF SATAN (Las Penas del Diablo-1926) y al envejecido BLADE AF SATANS BOG (Páginas del Libro de Satán-1921) de Dreyer: todos plantean, en cierto modo, la necesidad del Diablo por regresar a la Luz.

martes, 20 de septiembre de 2011

Submarino Amarillo y Crónica de un Niño Solo

Submarino Amarillo

Este díptico está previsto para ser leído con la Suite Pepperland de George Martin como cortina musical, volumen 50%

En Peperland todo está bien. Los niños juegan al son de la música de los mayores, quienes se cortejan y amigan gentilmente entre ramos de flores y sonrisas angeladas. De fondo y bien arriba, un arco iris preside sobre un cielo pleno y celeste.

Pero el mal acecha. Malvados azules atacan portando un arma letal: un puño enguantado azul y gigantesco que se dispone a aplastar los monumentos y las plazas con sus glorietas al tiempo que arrojan bombas - burbujas que se roban el color de los paisajes y congelan a sus habitantes.

El alcalde de Peperland le ruega al almirante Fred que tome el viejo submarino que se encuentra encallado en la cima de una pirámide y vaya por la ruta de los ancestros a buscar a los únicos que pueden rescatar lo poco que queda y devolverle a la gente sus colores, sus juegos y su música.

Fred y el submarino parten sin rumbo preciso. Recalan mágicamente en Liverpool donde la gente vive gris de abatimiento sin que esto pueda achacársele a villano alguno en particular. Recorriendo sus calles al son de las sirenas y de las chimeneas, lo encuentra a Ringo. Y de un modo natural, medio cantando y medio volando, hará lo propio con John, Paul y George quienes junto al propio Fred integrarán la tripulación del Submarino Amarillo.

Durante la jornada del viaje encontrarán falsas tortugas, tazas de te y teteras gigantescas que juegan sin la mano de ninguna niña, pero… ¡cuidado! Que también hay un “ser aspiradora” que se consume lo mejor que tenés y te tira todo el tiempo para atrás. De hecho, el submarino es aspirado por este abominable engendro y ahora se desplaza en el vacío: ni entre la tristeza de Liverpool ni entre una Peperland congelada y agrisada, ni siquiera en el mar de los seres inconcebibles. En el vacío.

Pero estos cuatro amigos tenían todo lo necesario para enfrentar cualquier situación: se tenían a ellos mismos.

“Todo está en la mente” dice John. Y como el mismísimo razonar a veces asume tonos agresivos (favor de repasar aún sus pensamientos más íntimos), quizás lo mejor sea darle a la mente un buen descanso y un despertar a un nuevo uso bien distinto. Es fácil. Se trata de cerrar los ojos y de volver a abrirlos. Pero esta vez no para juzgar a otros ni a nosotros mismos. Nada hay por asimilar ni por enseñar. Nada es más valioso ni más urgente que el vivir. Es cuestión de no llevar equipaje, ni dogmas ni historias y dejarse llevar, dejarse fluir, confiando en uno mismo.

(Ya Lope de Vega nos había convidado a este banquete impostergable de andar con nosotros mismos sin libros en donde escondernos; Carrol, algo más condescendiente, admite a duras penas los libros, pero solo aquellos que tengan dibujos).

(Este “vacío” viene medio cargado don Flores. Tenga la gentileza de retomar el hilo de la narración). Es justamente en este vacío en donde se encuentran justamente con el “Hombre de ningún lugar”, un ser desquiciado por tantas lecturas, mareado por girar en círculos todo el tiempo. Lo suman a la tripulación: también alguien como él puede cerrar los ojos y volver a abrirlos.

Pero una torpeza de este Personaje retorcido les hará perder el submarino. Quedarán varados en una playa de cerebros que se recuesta… en el mar de los hoyos.

Estos hoyos no figuran en ningún libro ni mapa, por lo que el Hombre de Ningún lugar no acierta a comprender su naturaleza. Pero de algún modo y de tanto entrar y salir por tantos hoyos, nuestros amigos llegarán a Peperland...

…justo a tiempo. Los malvados azules con su ejército de turcos mordientes, de payasos mudos, de “hombres catapultas” que arrojan manzanas verdes letales sobre las cabezas de las personas y sobretodo con el guante gigante, están destruyendo la naturaleza y esencia de Peperland, adocenando a sus habitantes. Ya no hay música ni cortejantes. De los ojos de una niña peperlandesa brota una lágrima rebelde.

El alcalde, reanimado por la llegada de nuestros Beatles y del viejo Fred quien aparece de repente con su submarino amarillo, concibe un plan revolucionario de reconquista: como estos cuatro amigos son bastante parecidos a los integrantes de la banda del pueblo, la banda de los corazones solitarios del Sargento Pepper, los hará disfrazarse y tomar su lugar para que todo peperlandés recuerde aquellas cosas que los hacían tan felices.

Y una canción fue suficiente para volver todo a como era en el principio. La vida es una gran torta de cumpleaños. Pero no te la comas sin compañía, ¿eh?

Crónica de un niño sólo

Haciendo uso de toda su fuerza, su destreza y su coraje, Polín logra escapar del Patronato en medio de una noche como tantas. Corre al límite de sus posibilidades (¡cómo extraño hacer eso!), agitado, excitado, acariciando un tesoro puntual y bien ganado: el de la fuga propia y sin ayuda. Contárselo una y mil veces a sus amiguitos del Orfanato será sin dudas un deleite reservado para unos pocos, Polín entre ellos.

Ya volvería al Orfanato a recibir su recompensa. Pero ahora está corriendo y alejándose del único lugar donde duerme al resguardo de la policía y recibe comida. Corre sin saber que tiene energías como para cambiar un mundo entero, destreza y voluntad como para darlo vuelta todo; y sin embargo vive y vivirá preso de su propia suerte. Polín sabe perfectamente de que se trata todo esto. Sabe todo lo que tiene que saber.

Se detiene al fin, lejos del alcance de cualquier brazo. Las luces de una vidriera le muestran algo que para su suerte le estará vedado. No tiene necesidad de nada de lo que está mirando. Adornos fru frú para una casa de muñecas sin vida.

Sube a un colectivo y siente esa fuerza que lo lleva a lo suyo e inexorable. Un hombre mayor está durmiendo. Sólo hay que arriesgar un poco y dejarse fluir. Y ya está. Ya hay comida asegurada por unos días.

Al volver a la villa encuentra que todo está como lo había dejado. Al amanecer lo vemos tirado cara al cielo fumando un resto de cigarrillo negro. Eso lo seda, lo transporta. Le da por cantar en inglés.

Esa tarde, yendo Polín junto con un amiguito al río, ocurre lo que no queremos ni imaginarnos. Pero ocurre. Polín grita y se desahoga en el vacío. A su amiguito lo abusaron. Fue una pandilla de pibes que alguna vez olvidarán esto o lo deformarán en sus recuerdos hasta que no quede ni vestigios de algo vergonzante. Construirán sobre estos escombros. Polín lo hará sobre los del olvido. Su amiguito también. Y se sigue hacia adelante.

Son esferas. Cada etapa de la vida representa una esfera independiente de las otras. No se sabe bien qué pasa por la cabeza de un anciano o de una mujer muy fea, o de un niño. Podemos adivinarlo, pero es sólo eso. El “toque” se ha quedado en el pasado, en la esfera de nuestra niñez.

Pero los adultos interfieren en las esferas abusando de su autoridad. No comprenden porqué su esfuerzo se diluye o se torna infructuoso, y les irrita el verse desautorizados sin importar lo que convenga o no a un niño o a un anciano. Quien dice que alguna vez también haya sido abusado cuando niño, y que su modo de cerrar aquel capítulo sea el destruir todo lo verde, lo que crece. Toda estructura moral endeble suele ser agresiva y autoritaria, con un alto y deformado sentido de la justicia.

Polín volverá al Orfanato. Pero ya no será el mismo. Ahora tiene algunas cosas valiosas para contar y otras para olvidar.

Enlace

Ni Polín ni John, Paul, George ni Ringo cargan con el lastre de los libros, de las culpas, los odios ni el de las insatisfacciones propias o las heredadas. A su manera, entienden el simple hecho que la vida es inexorable, y que es mejor asumirla con armas fieles y conocidas –la imaginación, el instinto de supervivencia, la canción, el histrionismo, la picardía, el ir “orejeando” el naipe de la vida como hacía Chaplin- que el ajustarlo todo a un ideal de vida, a la memoria construida de vaya uno a saber quien, a premisas y doctrinas que no aseguran ni siquiera un simple plato de sopa a nadie (no al menos en esta vida).

Polín también tiene su submarino amarillo: Un caballo de alquiler viejo y flaco de su amigo Fabián. Con ése caballo Polín no necesita absolutamente más nada para vivir lo que se le presente siendo rey dentro de su propia cáscara.

Nadie ni nada eximen ni a Polín ni a los cuatro Fantásticos del sufrimiento, de la injusticia o siquiera de lo meramente desagradable. No importa. La receta es la misma: Un submarino y la amistad genuina alcanzan para vivir en Peperland.

Pero si Usted ya comió del fruto del árbol prohibido, no le queda otra que huir hacia adelante.

Para quien ha entregado su alma a superarse a sí mismo, quizás un día de éstos lo termine logrando. Es increíble con qué cosas tortuosas nos estimulamos y premiamos los mortales que alguna vez soñamos con visos de inmortalidad. Y si ya emprendió este camino, no lo abandone. Quizás Usted y yo podamos contribuir en algo a que los niños como Polín, su hijo o el mío, encuentren lo que necesitan para desarrollarse por sus propios medios, con su propia música.

Patricio Flores

A los adolescentes del siglo XXI, a don Leonardo Favio y a Los Beatles: Gracias.

Este díptico, al igual que Submarino Amarillo no tiene nada de inocente. Tampoco de malicioso. Sólo intenta hacerte reír de vos mismo. Y eso, está bueno.

Extras del Díptico
Entrevista Leonardo Favio, gentileza Raro DVD:


miércoles, 17 de agosto de 2011

Ocho a la Deriva y Ciudad de Vida y Muerte

LIFEBOAT (Ocho a la Deriva / Náufragos-1944) de Alfred Hitchcock
NANJING! NANJING! (Ciudad de Vida y Muerte-2009) de Lu Chuan

Aislados en alta mar



La cínica periodista Constante Porter (Tallulah Bankhead) es la única superviviente de un buque torpedeado por un submarino alemán. Sola y tranquila en el bote, observa la llegada a bordo de Kovac (John Hodiak), un operario de máquinas del carguero hundido. Poco después Kovac rescata y sube a bordo a Garrett (Hume Cronyn), operador del radio inglés. Luego van rescatando a la enfermera Alice Mackenzie (Mary Anderson), al marino herido Gus Smith (William Bendix) y al pasajero Rittenhouse (Henry Hull), viejo amigo de Constance. Un sobrecargo de color, Joe Spencer (Canada Lee), también alcanza el bote junto a la Sra. Higley (Heather Angel) y su bebé (que está muerto). El último náufrago llega al bote; es Willie (Walter Slezak), un alemán que no habla el idioma inglés, supuestamente un marino raso del submarino que, según la traducción de Constance, está apenado por el incidente. Tras algunos planteamientos, triunfa la moción del civilizado Rittenhouse de no abandonarlo en mar abierto y de mantenerlo como prisionero de guerra. Los supervivientes [1] quedan a la deriva en el bote salvavidas y, tras innumerables vicisitudes, se terminan salvando merced al ingenio y capacidad de Willie, que resulta ser nazi convencido al punto de animarse a tirar por la borda al malherido Gus, que complicaba la subsistencia del conjunto. A punto de ser rescatados, se arreglan para arrojar al alemán, quien antes se despacha con un discurso de descargo (el cual no alcanza para evitar su virtual ejecución).



Aislados en Nanking



Fines de 1937, Nanking, un episodio de la Guerra Chino Japonesa [2]. La acción de la película nos ubica en las afueras de la ciudad con el nerviosismo de los soldados japoneses en los momentos previos a ingresar a la semiderruida capital de la República China y en la triste deserción del comandante chino y la mayoría de las tropas. Sólo un grupo de soldados, mal armados y auxiliados por civiles y niños, se proponen resistir la entrada de las columnas del ejército nipón. Tras valeroso pero esteril combate, cientos de soldados son capturados y posteriormente fusilados. En ese momento, un pequeño grupo de extranjeros que se quedaron en Nanking organizan un comité, eligiendo al alemán John Rabe (John Paisley) como líder. Rabe, miembro del partido nacionalsocialista alemán, es quien logra hacer reconocer a los japoneses una "Zona de Seguridad" en un sector determinado de la ciudad que no será atacada con la condición que no albergue soldados chinos o integrantes de la resistencia. A partir de este momento se inicia la segunda fase del incidente conocido históricamente como "Masacre de Nanking", tras el fusilamiento de soldados y la matanza de civiles - fusilados, pasados por bayonetas, enterrados vivos, decapitados, etc.-, con la violación indiscriminada de cientos de mujeres chinas.

Enlace



Enlaces varios, contraenlace y conclusión. Dos tramas que ocurren en las bambalinas de la II Guerra Mundial. Dos films que fueron blanco de críticas destructivas pero cuyas virtudes sobresalen para aquellos espectadores que priman belleza cinematográfica sobre corrección política. Dos epopeyas de seres aislados, unos por la marea acuífera, otros por la marea nipona. Dos dramas de seres parecidos y opuestos obligados a convivir en un espacio reducido, sea éste un bote o un barrio de la semidestruída Nanking. Dos ejemplos de perjuicios que sufren los civiles a causa no ya de las acciones de los militares sino del monstruo de la guerra, ser deforme y aberrante para el que no existen tratados, convenciones ni humanidad posible. Eso posibilita la ejecución de un herido o la utilización de miles de mujeres para satisfacer los ánimos alzados de las fuerzas que sitian una ciudad.



Pero dejemos de lado tantas coincidencias y vamos por el contraenlace anunciado, que servirá de generosa conclusión. En el bote de los "Ocho a la Deriva", una minoría (el nazi) es finalmente sometida y ejecutada por la mayoría (democrática), a pesar que le deban la vida. Hitchcock y su guionista John Steinbeck preanunciaban sin saberlo las mejoras del mundo de la salud y la farmacéutica obtenidas por los nazis tras sus experimentos diabólicos o los avances de la cohetería y la aeronáutica que beneficiaron a Occidente y al Bloque Soviético tras las investigaciónes de los Von Braun y los sabios alemanes. Las democracias capitalistas y el comunismo tiraron por la borda al monstruo nazi y hoy es peor decirle "nazi" a alguien que acusarlo de comunista o capitalista, a pesar que el contubernio de jerarcas nazis que idearon el exterminio de judíos no tuvieron ni una gota de responsabilidad con las depuraciones raciales de los Balcanes, los pogroms rusos, las cacerías de negros en Estados Unidos, el genocidio de armenios, las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki o el hambruna provocada en docenas de países por el saqueamiento metódico de sus recursos.

En la Nanking sitiada se repite el concepto, y una mayoría japonesa liquida sistemáticamente a una reducida minoría china, desarmada, desahuciada. La óptica china, libre de la anteojera que tenemos los occidentales (aunque no tanto del que tendrán los ex comunistas), nos plantea una idea desafiante. Para ellos, el demonio que ingiere fetos crudos en bacanales orgiásticos no es nazi sino japonés. Y el nazi, como lo más cercano a un representante del Occidente medianamente civilizado, creador de convenciones de guerra y de paz, es el que salva vidas y ampara refugiados y no, precisamente, al estilo del Schindler Spielbergiano, que salvaba judíos del horno para tener mano de obra barata. ¿Es más monstruoso limpiar nuestras conciencias demonizando muertos del pasado? ¿Será nuestra hipocresía el único monstruo? ¿Quién o qué es el monstruo? ¿Es perjudicial humanizarlo [3]? Nada que nos permita despojarnos de un prejuicio podría serlo.

Darío Lavia

Dedicado a "Willie" y John Rabe



Notas al pie
1: Al igual que en ALIEN (Alien, el Octavo Pasajero-1979), hay ocho pasajeros-tripulantes y un infiltrado (si ud. cuenta al Johnsie, el minino de Ripley, ahí tiene los ocho pasajeros del "Nostromo").
2: En la actualidad se hablan de una Primera Guerra Sino Japonesa (1894-1895) y una segunda (1937-1945), que es la que se menciona en este film.
3: Que de eso es lo que se acusaba a un film que ofrecimos en díptico hace no tanto.


martes, 26 de julio de 2011

El Erizo y Stalker

LE HÉRISSON (El Erizo-2009) de Mona Apache
STALKER (La Zona-1979) de Andrey Tarkovskiy

El encanto del erizo


Paloma tiene 11 años, y ya entiende un par de cosas acerca de la vida. Sin lastre ni teoría alguna por demostrar, decide filmar el tedio de la propia experiencia familiar y coronar su narración visual con su propio suicidio. Hasta aquí sólo cabe agregar que Paloma lleva una vida breve pero intensamente honesta y sin concesiones. Todo pareciera inclinarse hacia un presente inefable, en un estado de situación que demanda por ser desentramado y comprendido sin que esto asegure dicha alguna. Y que siempre sigue ahí. (El hastío puede ser tan corrosivo y contundente como el odio).

Renee friega y refriega pisos y paredes al tiempo que se olvida de sí misma. O casi. Es la portera del edificio donde vive Paloma. Ya hace rato que Reneé ha depuesto sus armas a los pies de César recibiendo a su vez como único favor el contar con algo de sosiego y de tiempo para escabullirse en su pasión oculta, los libros. Un gato es su única compañía.

Insólito sería el encuentro de Renée con el señor Ozu, un millonario jubilado japonés que acaba de mudarse al último piso de ese suntuoso edificio parisino. A poco de llegado Ozu ya había tomado nota de Renée y sus delicados y ocultos atributos. El desarrollo de esta nueva relación recaerá desde un primer momento sobre los hombros de Ozu aportando los momentos más fluidos y simpáticos de nuestra historia.

Volviendo a la Niña, la poca caladura de su esquife no admitía aguas tan profundas, situaciones tan extremas. Y sin embargo, la melancolía parecía adueñarse de toda perspectiva. Pero hubo un momento en que Paloma intuyó el simple hecho de que sola, no iba a poder salir del laberinto, y que Renée constituía -sin proponérselo-, ésa voz y esa luz a la que todos, absolutamente todos los mortales, acudimos al menos una vez en busca de claridad o de modelo. Lo mismo podemos afirmar de Ozú. Cada uno en su simpleza configura al “otro”, al verdadero prójimo. (1)

De la amistad entre el jubilado japonés, la encargada y la niña, nacerá el nuevo ser. Pero no un ser gestáltico. No así.

Tres voluntades distintas, tres etapas distintas en la vida, de una vida tan breve y sin embargo inconmensurable.



Stalker


Veinte años habían transcurrido desde aquella explosión que asolara toda la región. Eminentes científicos e intelectuales habían planteado por aquellos tiempos la teoría de una maniobra de invasión extraterrestre. (2)

Al tiempo presente, el gobierno se las entendía con este asunto sosteniendo un cordón policial perimetrando “La Zona”. Ya lejos de todo interés masivo descansaba este “asunto” que en su momento fuera de consideración obligada a todo nivel. Y así y todo, algunas secuelas habían quedado.

Todavía quedaban quienes querían entrar a “La Zona”. Se corrían rumores en círculos muy cerrados que seguía en pié un caserón de aquella aldea; y que quien se atreviera a trasponer su umbral, accedería a un don: se le concedería aquel deseo más profundo, más recóndito del ser. Un grupo de arriesgados baqueanos, los “stalkers”, guían por un buen dinero a quienes desafían el cerco policial para adueñarse de aquel don. (3) y (4)

Los abiertos y arbolados terrenos de La Zona se hallaban salpicados por tanques incinerados y riachos persistentes.

La Zona, litúrgica y caprichosa como el Stalker, mutaba tanto como las mentes febriles de los aventureros y del propio baqueano. Así, aparecían reglas y consideraciones “al paso” que condicionaban casi cada avance, ralentándolo y tornándolo fatigoso. Varias veces la expedición traspasará lo señalado, desafiando a las fuerzas ocultas, al “flamante sentido común” gregario, y al propio stalker de un modo llano y abierto. Pero no habrá consecuencias. Incluso el vadear el vallado policial terminaría siendo una tarea mucho más amenazante que realmente peligrosa. No hay balas que acierten ni persecuciones asfixiantes.

Tras mil rodeos, cuando ya el cinismo se había adueñado de las voluntades de los expedicionarios “Científico” y “Escritor” –jamás del stalker-, llegaron al caserón del destino. Tiempo y lugar. Ya no hay más vallas ni policías ni siquiera otras personas observando.

Los tres viajeros habrán agregado a la compleja trama de posibilidades infinitas e irrealizadas de sus vidas, una cuerda delgada e intrigante de orden sobrenatural. No es poca cosa.



Enlace


Tres personas se abren al otro. Y aparece un sentido de la vida. Otras tres bucean en el mito y quedan expuestas a un inexorable vacío existencial. Esta es una primer lectura posible. Otra podría ser ésta.

Hay quienes prefieren morir antes que tornarse enseñables. Muchos no soportan el verse a si mismos inexorablemente adocenados; pero tampoco pueden aguantar el tremendo peso de una conciencia absolutamente libre. Y nunca uno tiene todas las seguridades del caso. Uno ya sabe que la mente engaña, distorsiona, atropella y humilla. Pero ¿qué otra alternativa tenemos que no sea la de nuestros propios razonamientos? Confiar en una martingala espiritual no parece ser algo sensato ni tampoco demasiado atractivo. “Arriesgarse” suele ser algo necesario en varios pasajes de la vida pero difícilmente sea una opción en aquellos momentos decisivos, donde buscamos refugiarnos en la seguridad que solo ofrecen nuestros propios pensamientos. Renée se abre al amor en el momento menos pensado de su vida. Su vida se justificó en ese solo acto, como si todo lo anterior fuera un preludio o un exordio.

Resumir todo a “un solo y gran deseo existencial” es algo desafiante de varios puntos de vista. Y si uno lograra hacerlo, entenderá que debe recorrer cierto camino crítico para su consecución. Y ése camino puede desandarlo liberado (o cargado) con el peso de la desconfianza y del cinismo. Pero nunca podrá hacerlo solo. Un stalker o un japonés millonario deberá acompañar al interesado en la travesía.

Y una tercera aproximación sería: El único modo de constatar la existencia y el carácter de la meta es alcanzarla. Antes de eso –aún a los umbrales- no hay nada. Siempre volvemos al gato Risón de Alicia: quien camina lo suficiente llega a algún lado. Y existen miles de lados posibles. Es cuestión de escoger uno de ellos, o simplemente dejar que sea la vida misma la que lo haga por uno. ¿Será “el amor” una meta posible? Sólo lo sabrán quienes lo busquen y caminen lo suficiente. “Caminar lo suficiente”. Eso era todo lo que Paloma necesitaba escuchar.

Patricio Flores

Dedicado a mi sobrino nieto Dylan Ceccón.


1: Una digresión: “...Toma contigo estos compañeros de futuros hados y busca para ellos nuevas murallas que fundarás, grandes por fin, después de andar errante mucho tiempo por los mares”. Y se llevó consigo (Eneas) con sus propias manos a la poderosa Vesta y las ínfulas y el eterno fuego que arde en el profundo santuario”. (Virgilio, “La Eneida”)

2: Aquí la historia pareciera alejarse de “la tragedia de Tunguska”, ocurrida en Siberia el 30 de junio de 1908 y que diera probablemente inspiración a esta bella película. Nunca se supo cual fue la verdadera causante de la tragedia que asolara más de 2.000 km2 bajo la presión de una energía liberada de 30 megatones. Según sus propios pobladores, los Tungus, lejanos descendientes de mongoles, el bólido celeste “brillaba como un sol”. Nada quedó en pie con la caída de ése sol.

3: Otra digresión. “Luter” es el encargado del bar en donde “Científico”, “Escritor” y “Stalker” inician su camino hacia la Zona, eje narrativo de esta historia. Es interesante notar que el surgimiento del “individuo” encontrará su punto de apoyo en la generación de autoconciencia propiciada -entre otros- por la insoslayable figura de Martín Lutero. Hasta entonces, el hombre común vivía sumido en todas sus esferas de actividad a distintas formas de servidumbres, conectado con el mundo a través de sus vínculos primarios. El orden social era un orden natural, y el ser una parte de este orden confería al hombre seguridad y pertenencia, sentimientos ambos que se deshojarían en la medida que el Hombre se iniciaba en el camino de su propia independencia, naciendo en un tiempo el individuo y las naciones, el umbral de los tiempos que aún hoy vivimos. Este es el tema central del excelente libro de Erich Fromm “El miedo a la libertad”.

4: “Erizo” supo ser el apodo del stalker más famoso hasta que un día, decidiera suicidarse por razones desconocidas.

domingo, 15 de mayo de 2011

La Parte del León y Perdido por Perdido

LA PARTE DEL LEÓN (1978) de Adolfo Aristarain
PERDIDO POR PERDIDO (1993) de Alberto Lecchi


Un vistazo al notable “thriller” argentino a través de dos películas de dos épocas diferente, 1978 y 1993, pero unidas por un hilo invisible, tanto argumental como sobre todo espiritual, al usar con inteligencia los cánones y la gramática del género para radiografiar realidades, para mostrar con crudeza las miserias de un país, el mundo subterráneo de trampas y engañifas que sostiene las ciudades.

Ratones por las paredes
Primera película de Aristarain y apertura de su sólido ciclo negro, ampliado con la soberbia “Tiempo de revancha” que hermana el alegato de orgullo obrero y la briosa trama criminal para retratar con crudeza la Argentina de la época y con “Últimos días de la víctima” estilizado “thriller” metafísico sobre un muy “melvilliano” pistolero de alquiler interpretado por el imprescindible Federico Luppi. Un arco siempre más ambicioso y complejo con cada entrega y desprovisto afortunadamente de la verbosidad y el trascendentalismo ñoño que pronto asaltaron su filmografía.

En este caso Aristarain afila una historia negrísima (y moral), sobre un tiparraco miserable y acabado, con sus ambiciones constreñidas por un trabajo mediocre que casualmente termina por hacerse con el botín de un golpe perpetrado por una trío de criminales no precisamente amistosos, al descubrir que lo han ocultado en la azotea de su edificio. A partir de aquí comenzará una escalada violenta y asfixiante repleta de sordidez, paranoia y peligro que se afianza en unos protagonistas ambiguos y tortuosos a los que el dinero pone a prueba. Espléndidamente interpretados por actores que se convertirían en indisociables de esta primera parte de la filmografía del autor, como Julio De Grazia como el desagradable protagonista y el extraordinario característico Ulises Dumont como criminal honorable.

Supera con bien sus carencias presupuestaria y ciertas arbitrariedades en su guión (la manera de dar con el dinero en especial resulta demasiado forzada, aunque la lenguaraz portera lo compensa), además de que algunas elipsis están realizadas a hachazos y falta pericia por momentos (el tiroteo en el parking está horriblemente resuelto, mal montado y confusamente planificado), en virtud de un pulso seco, especialmente ese inicio, violento y misterioso en el depósito de coches, la trabajada caracterización de todos los personajes (desde la “lolitesca” hija, hasta el turbio pistolero personificado por un jovencísimo Julio Chávez todo hieratismo amenazante) y una cualidad estilizada muy lograda, principalmente en su final de pesadilla kafkiana y en la decidida manera de referirse tanto a ciertas constantes del “polar”, como a la concreción y el estilo directo de la serie “b” norteamericana.

Paga lo que debes
Ingenioso y muy eficiente “noir” argentino que refiere tonal y estéticamente al previo cine de Adolfo Aristarain, de quien no en vano Lecchi fue ayudante de dirección y guionista (en la prestigiosa “Un lugar en el mundo”), en su resuelto fondo social cabreado y digno, con los puteados pintándoles la cara a los triunfadores aunque solo sea por una vez, pero también a cierta corriente cínica del “thriller” norteamericano con un regusto a títulos como la soberbia “Charley Varrick” de Siegel o la muy inteligente cinta canadiense “Testigo silencioso” con el gran Elliott Gould de cajero con un plan.

Un pobre tipo, Ricardo Darín perfecto como encarnación del hombre medio, vendedor a comisión de una cristalería, que solo quiere mantener su piso acabará enredado por no poder pagar el último plazo de su hipoteca en un asunto progresivamente turbio. Por mediación del jefe de su sucursal aceptará fingir el robo de su coche para timar al seguro. Lo que no espera es que un ex-policía tirando a vago, nada menos que el gran cómico encabronado Enrique Pinti, que trabaja como investigador de la compañía vaya a emperrase en echarle el guante y aun menos que lo que en realidad planea es sacarle los cuartos a la aseguradora estafándoles una millonada por medio del chantaje (y con un plan de fuga sencillamente genial, que es además una curiosa doble metáfora: los protagonistas vencen por las alcantarillas y al final el túnel siempre tiene salida) ya que a descubierto que esta técnica del fingimiento de robos es práctica habitual. Entre medias una esposa que revelará su ambición, un matón hortera de camisetas de lycra (irónicamente interpretado por el galán de telenovela Jorge Schubert) y pantalón de pinzas y una señorona acostumbrada a ganar por sistema.

Muy bien escrita, dialogada con nervio e interpretada con credibilidad, pero presa de una realización primaria y demasiado funcional, contrapesada, eso si, por una trabajada fluidez narrativa que traslada con convicción las constantes del género a la Argentina contemporánea retratando sin alardes y con mala hostia una estructura socio-económica corrompida de abajo a arriba (de la que no se salva por supuesto el protagonista, que no deja de ser el jeta necesario que necesita todo timo), un encadenado de fullerías puesto en funcionamiento por la desesperación un tipo que solo quería pagar su hipoteca. En cualquier caso un film honesto y muy recomendable que no desprecia ni el humor negro, ni la violencia frontal y sobre la que pesa algún exceso de ingenuidad final.

Adrián Esbilla
(Originalmente publicado en Esbilla Cinematográfica Popular)



Vea cine argentino, cortesía Youtube Alhuo:



jueves, 28 de abril de 2011

El Ilusionista y La Guerra de los Mundos


L'ILLUSIONNISTE (El Ilusionista-2010) de Sylvain Chomet
WAR OF THE WORLDS (La Guerra de los Mundos-1953) de Byron Haskin

Nota Bene:
Uno comparte la suerte del gregario en esto de procurarse alimento y cobijo. Si no sabe crear riqueza por y para sí mismo, deberá involucrarse con otros y depender de quien le brinde la ocasión. Y al hacerlo, extenderá sus linderos y se conectará con otros mundos. Distintos al de uno. Pareciera que, exceptuando a Chaplin, nadie se percata del detalle que sin trabajo este mundo se torna sepiado y agobiante. La guerra de los mundos no puede ser ni más cruel ni más compleja que aquella guerra interior de quien no halla lugar en el mundo en que vive.



Mediados de los cincuenta: Tati es un ilusionista forzosamente obligado a migrar de la noche parisina por falta de trabajo. Su talento, aún intacto, ha devenido en algo menos que menudencias medievales que ni siquiera alcanzan para entretener a viejas malentretenidas. En Londres buscará otra suerte mas no la hallará. Son los tiempos los que cambiaron, no los lugares.

Será en Escocia donde a su maleta y a su conejo se le adosará una muchachita, Alicia, quien sin permisos ni preguntas se convierte en una hija para nuestro maduro artista. Alicia entra a una vida angustiada y desesperada como la de Tati, y la abraza como si fuera su única salvación. No busca respuestas ni luces prestadas. Busca compañía. Busca ser alguien en el otro.

Como la Niña es inocente, cada cosa que Tati le provee –una prenda de vestir, un par de zapatos- la asocia libremente con el arte de su magia, de su don. Ambos conviven con esto: ni Tati necesita del agradecimiento pueril ni de conciencia de realidad de Alicia, ni la Niña merece ni necesita de lecciones de vida al paso. La felicidad suele moverse entre estos parámetros.

Pero nuestro entrañable personaje tendrá un fracaso más y será el último. Encontrará un empleo y lo perderá por las razones más mezquinas que se puedan concebir teniendo que volver a su casa, a París, pero sin su conejo, sin sus pertrechos valiosos... y sin su mágica hija. Abandonará su arte milenaria y con ello irá su ser; y adoptará otro nuevo, adocenado y previsible. Alicia crecerá, se enamorará y seguirá su vida, como debe ser.


Nada debería alterar seriamente la vida en un pueblito de las afueras de California, a mediados de los cincuenta. Pero una noche veraniega, durante el baile de cuadrilla, una especie de meteorito de desplomará del cielo. Este extraño e ígneo cuerpo de aspecto rocoso caerá de un modo que dejaba lugar a pensar que más que “caído”, había “aterrizado”.

Ya las publicaciones de la comunidad científica venían alertando sobre la cercanía de Marte con la Tierra, paso sospechoso dentro del vals planetario que ponía en zozobra a los terráqueos cada veinte años.

Al enfriarse esta nave extraterrestre, asomaría un ser de forma de serpiente cuya única respuesta a cualquier nivel de acercamiento, sería la de destrucción. Otra nave caería en las cercanías de ésta, y luego otra, y otras más. Burdeos, Italia, Francia y España padecían las inclemencias de estos personajes.

No había manera de aproximarse y de observar a estos visitantes. Menos de agredirlos o enfrentarlos. Eran absolutamente inmunes a cualquier nivel de agresividad. Incluso a todos los niveles juntos. Solo habría que esperar a que se decidieran a hablar y claro, a dar a luz sus condiciones. Ahora vemos a las naves atacando en formación. Nada las detiene y poco resta por esperar salvo un final de todo lo conocido para siempre.

Ya el planeta entero se rendía frente a lo ineludible. “Si son más avanzados que nosotros, deben estar más cerca del Creador” razonaba el Reverendo Collins poco antes de ser alcanzado por un rayo irracional que lo acercará al Creador de un modo insuperable.

Washington se decide por usar la bomba atómica para destruir los ya cientos de naves que seguían aterrizando sin medida ni aviso alguno.

Ya la bomba nuclear había estallado y con ella se había desvanecido la última esperanza. Ya son centenares de millones quienes huyen a las montañas. La suerte está echada. Se pelea y se mata por un lugar en un camión, en un autobús.

Pero habrá un episodio bastante difícil de explicar en que un marciano dejará rastros de sangre en una bufanda, comprobándose microscópicamente una suerte de anemia que los torna sumamente vulnerables.

Y cuando poco resta para el fin, vemos desplomarse a tierra a las naves enemigas. El tiempo dirá que no pudieron soportar nuestras bacterias, aún las más benignas. Alguna vez nuestro planeta se había visto asolado por ellas. El Hombre las había domeñado, y con ello se había ganado el derecho a la posesión del globo terráqueo. Ningún marciano tomaría por la fuerza lo que a la raza humana le había demandado de millones de muertes y de miles de años.

Enlace
La libertad comprende el derecho de equivocarse y de hacerse daño con la libertad misma, porque se trata de un aprendizaje experimental a cuyo adelanto “es útil el error que enseña a deponer el error” según reza el aforismo.

Lo único más agobiante que la libertad es la pérdida de la misma. No que uno la entregue. Esto lo vemos a diario. Sino que a uno se la quiten.

Tati comprende con dolor que su mundo ya no era, y que debía implorar en otro mundo ser aceptado como uno de los propios. Entregaba su arte libre por algo de cobijo y de paz. No era un héroe homérico. Era un ser humano.

La Tierra, ebria de estupidez, pierde su libertad a manos de marcianos. Ni siquiera tiene la ocasión de entregarla por sus propios medios aunque más no fuera en una ceremonia sin sentido. No. Se la arrebatan impunemente, y cada tanto algún ser siente que su vida ha sido una mofa atroz, una monstruosa embriaguez que poco dignifica su condición de Ser Humano. La vida iba detrás de la libertad sin poder resolverse ni una cuestión ni la otra. Los valores se reacomodan simplemente para extinguirse, como un bollo de papel que se yergue justo antes de ser completamente incinerado por el fuego.

Recuperar el puesto en el cosmos; tener un trabajo cualquiera que permita vivir. ¿Cuál de los dos desafíos estará más a la altura de nuestras posibilidades reales?

Patricio Flores

A mi amigo Pol

lunes, 14 de marzo de 2011

El Ángel Exterminador y La Terraza

EL ÁNGEL EXTERMINADOR (1962) de Luis Buñuel
LA TERRAZA (1963) de Leopoldo Torre Nilsson


Náufragos del salón
Después de una noche en la ópera un grupo de burgueses mexicanos marchan a la mansión de uno de ellos (Enrique Rambal). Luego de cenar, llega la madrugada y se relajan escuchando la interpretación de Blanca de una sonata para piano. Más tarde ningún invitado desea marcharse, así que los hombres se desabotonan las camisas y las mujeres aflojan sus vestimentas, disponiéndose a dormir en la estancia. Por la mañana desayunan y siguen sin querer marcharse, hasta que se dan cuenta que en realidad nadie quiere irse porque no pueden hacerlo, por más que las puertas permanezcan abiertas y las ventanas también: ningún invitado es capaz de abandonar la casa, es algo que supera sus voluntades. El tiempo pasa, los días y las semanas, la comida se termina, el agua escasea y los personajes son presa de enfermedades, hostilidad, histeria y debilidad; quienes en un principio eran personas de alta sociedad, comienzan a degradarse hasta convertirse en simples seres humanos un poco más elevados que los animales. Uno de los invitados (Antonio Bravo) fallece y los demás acomodan el cadáver en un aparador. Beatriz y Eduardo (Ofelia Montesco y Xavier Masse), una joven pareja de novios, deciden acabar con todo y se quitan la vida encerrándose en un armario. En la culminación de esta vorágine de locura, aparecen unos corderos, que son atrapados por los burgueses, sacrificados y asados con un fuego alimentado por el parquet del piso del salón. ¿Qué solución lógica puede tener un problema cuya génesis no es lógica? En un momento un personaje sugiere que el responsable de todo debe ser el dueño de casa, Nóbile. "Muerta la araña, la tela se deshace" acota una de las cautivas. La ausencia de la servidumbre (que abandonó la propiedad la noche inicial) también es causa de sospecha. La noción de sacrificio humano, acompañada de canibalismo, se hace insoportable no por las connotaciones sino porque nada asegura que tras acometer semejante bestialidad, los "Náufragos de la Calle Providencia" puedan salir al exterior.

Náufragos de la azotea
La trama se nos introduce con la pequeña Belita (no confundir con la actriz americana de los años '40 y '50), que se encarga de hacer los menesteres del hogar y también de llevar bebidas y alimento a un grupo de jóvenes que deciden apropiarse de la terraza del edificio donde viven algunos de ellos para pasar una tarde de sol y piscina. Tras un incidente que sirve para presentarnos el tipo de aburrimiento que afrontan los muchachos (se infiltran en un parque donde un grupo de la colectividad judía baila y está por dar un gran almuerzo y les orinan la parrilla), se instalan en la mentada terraza y se dedican a holgazanear cual "playboys". Las chicas no se quedan atrás, y Claudia (Graciela Borges) organiza el juego de la "canoa" en que cada participante arroja a sus compañeros al agua aduciendo un motivo banal o caprichoso. Estos jóvenes no tienen ningún empacho en prejuzgar a sus amigos. Por ejemplo, Claudia (Graciela Borges) habla sobre Alberto (Héctor Pellegrini) y dice:
"El mundo está lleno de Albertos con menos problemas y más divertidos"
La impasibilidad ante los problemas de la actualidad es su rasgo.
Claudia: "¿Leíste lo que dijo Alsogaray?" (ministro de economía de la época) "Lo único que nos salva son las divisas".
Alberto: "Pero con ese tren no pasás el invierno, nena".
Se trata de un coletazo del conflicto del tiempo libre que la revolución industrial dejó a generaciones enteras de seres humanos. ¿Por qué invertir el tiempo en algo productivo si no mejorará la situación que ya está asegurada por la estabilidad lograda por sus padres? Cuando los mayores intentan desmantelar el "happening", los jóvenes se rebelan y una de ellas (Marcela López Rey) amenaza con arrojarse al vacío si siguen molestando la diversión. El método funciona y los mayores se retiran con lo cual, idénticamente como pasa en el presente con innumerables protestas extorsivas, por la noche deciden hacer guardias de una hora en la cornisa de manera que el resto pueda seguir pasándola bien sin intromisión de los adultos. ¿Qué tan lejos están de provocar una tragedia?


Sufrir aislamiento o aislarse
Parece un chiste, pero entre más necesidad tenemos de generar un cambio que equilibre la balanza de las injusticias, más injusticias fomentamos. La burguesía, que supo rebelarse frente al despotismo de la aristocracia, ahora se ha convertido en una nueva aristocracia que si bien no abusa, ejerce un suave tiranía contra las clases inferiores. Como castigo, Luis Buñuel encierra a algunos especímenes en la suntuosa casa de uno de ellos y los obliga a quedarse allí hasta las últimas y animalizantes consecuencias. El tiempo ha pasado y los jóvenes ya no se ven obligados a seguir la égida de sus progenitores. Ahora pueden ejercer otros oficios, estudiar, amar a quienes desean o simplemente no hacer ninguna de estas cosas y vivir a costa de su familia. Sin embargo, no quieren que sea evidente esa dependencia y se comportan de la manera más rebelde posible sin que ese lazo de confort corra riesgo de romperse. Es así como Torre Nilsson parapeta a un grupo de estos jóvenes en la terraza de un edificio con la intención de quedarse ahí un día y una noche enteros. A tomar sol y a tomar luna. A disfrutar de la música, el alcohol y la piscina. Y son ellos mismos que, en su afán de rebeldía, tocan un fondo aberrante y desencajado.


Enlace
Desde que Cromañón prosperó y Neanderthal pereció, la urgencia del cambio ha formado parte esencial del ser humano así como también la necesidad por conservar la situación actual. Infinidad de películas, salteando siglos de historia universal, expusieron casos, personajes y conflictos que marcaron el antagonismo entre los partidarios del cambio y los partidarios del no cambio. Pero, ¿por qué quedarse en la misma situación de injusticia y desigualdad, si con un poco de voluntad y esfuerzo - y algo de sangre de quienes no quieren cambiar - se pueden obtener mejor pasar para todos? O bien, ¿por qué cambiar, si bien sabido es que el cambio no trae igualdad para todos, sino para algunos y que el cambio convierte al oprimido en opresor? Si no puede haber justicia y equilibrio en un grupo de adultos como el reunido en la calle Providencia o en un grupo de jóvenes en la Terraza, ¿por qué vamos a esperarla en una sociedad masiva compuesta por esos adultos o esos jóvenes? ¿Funcionan estas instantáneas como miniaturas del comportamiento humano? Dependiendo de su respuesta particular, está su fe o escepticismo de ese ser elevado (o plaga) que puebla (o infesta) el mundo.

Darío Lavia

Dedicado a Buñuel y a Torre Nilsson.

lunes, 28 de febrero de 2011

El Jefe y Outrage

EL JEFE (1958) de Fernando Ayala
AUTOREIJI (Outrage-2010) de Takeshi Kitano


Cinco secuaces y un "culpable"Entre jefes...
El joven Marcelo (Leonardo Favio), integrante de una familia antiguamente acomodada pero hoy en quiebra, es llamado por un amigo (Luis Tasca) que está reclutando a diversos colaboradores: el escritor Carlos Solari (Duilio Marzio), los hermanos Ruiz (Ignacio Quirós y Emilio Alfaro), el compadrito "Gomina" (Héctor Rivera). Todos se reúnen al llamado de Berger (Alberto de Mendoza), que posee un "trabajito" para el siguiente domingo. Berger es el "Jefe" y el plan es suplantar a unos martilleros y montar un falso remate de tierras para hacerse con un capital importante en poco tiempo. A pesar de algunas desprolijidades, el "golpe" sale bien y los timadores huyen a tiempo, para repartir el botín en un aguantadero en la costa. Berger conoce a una joven, Mima (Graciela Borges), con la que comparte la ambición por hacer dinero rápido. Ambos son jóvenes y saben lo que quieren. Mima aporta algunos contactos y coopera en un nuevo timo. Con el capital, Berger funda una revista para adultos, "Medianoche", cuya atrevida tapa permite que el primer número se agote enseguida. Berger regresa a festejar con sus socios y Mima recalca:
- ¡Cómo cuidas a tu gente!
- La cultivo - corrige Berger, y agrega -, por eso me responden. ¡Hago así - chasquea sus dedos - y los tipos a la órden! Pero eso lleva tiempo, no vayas a creer. Hay que estudiarlos, conocer sus gustos, sus pequeñas vanidades, hasta sus resentimientos y que quieren tener. Doy y me dan... y terminar por querer lo que yo quiero. ¿Te das cuenta?
- Ahá - asiente Mima -. Sos un "Jefe".


Sin embargo, semejante arrogancia tendrá veloz castigo. Festejando con los muchachos, una chica muere accidentalmente y Berger trata de inculpar a Marcelo, ya que es el más dócil. Una noche en la comisaría bastará para que "el Jefe" se derrumbe sobre si mismo, decepcionando a sus acólitos y dando la razón a aquellos que guardaban dudas.

Uno de los trabajitos de Otomo...y lugartenientes...
Kitano es Otomo, un sicario con subalternos y todo que reparte sus servicios para diversas jerarquías mafiosas, cada una de las cuales quiere eliminar a la otra. La trama es simple y compleja a la vez y consiste en la depuración de al menos una docena de personajes, entre secuaces, subjefes, zares e incluso, un ridículo funcionario de embajada. Las fuerzas policiales tratan de mantener estos asuntos bajo control, mientras retiran puntualmente el sobre de la mansión del jerarca de turno. Los métodos, tácticas y estrategias de cada uno; las violentas torturas, tanto sugeridas como infringidas (los yakuza debe cercenarse un trozo de dedo meñique en señal de perdón); las ejecuciones o persecuciones, impiadosas y metódicas; todo está friamente representado, en entornos modestos (una oficina, un bar, un baño turco, las "oficinas" de los mafiosos...) con diálogos escuetos, significativos y una agresividad permanente, desde el trato entre camaradas hasta, desde luego, los enfrentamientos entre adversarios.


A veces, las torturas también se complican......enlaces...
¿Por qué estamos tan necesitados de ser regidos por alguien que creemos superior y que nos parece va en nuestra misma dirección? ¿Por qué somos incapaces de ver nada negativo cuando el carisma del Jefe nos seduce... o bien, nada positivo cuando nos cae antipático? ¿Por qué unos se dejan pastorear dócilmente y otros albergan animadversión y rebeldía, ambos sin ningún motivo o fundamento sólido? ¿Son atributos de la autoridad la sinceridad, la honestidad, la nobleza o es que tales elementos son un defecto para cualquiera que intente ser jefe? EL JEFE nos demuestra algunas de las reglas que todo individuo que pretenda manipular personas debe observar. La variedad de sus secuaces refleja ampliamente el espectro del pueblo argentino (el joven acomodado, el intelectual, el de clase media baja, el obrero, el desocupado) y la candidez está presente en todos. El exceso de candidez, por ende, explica tanto la seducción y el fracaso del jefe así como su sucesión (cuando cae De Mendoza, el personaje de Quirós intenta imponerse como sucesor). Es que ningún jefe que se precie realmente se preocupa por sus subordinados sino por convercerlos de que se preocupa.

Alberto de Mendoza a punto de solucionar
todo frente a la policía (Fabio Zerpa)
...vamos formando
Una de las causales fundamentales de ascenso - y también de defunción- de todo tipo de personajes con poder (sean simples maleantes marginales hasta los grandes zares de las corporaciones internacionales, pasando por políticos, sindicalistas, empresarios, etc.) fue, es y será la traición. OUTRAGE nos presenta no solo la traición como herramienta, sino también como directiva de acción. La estabilidad implica ese silencio que precede a la tormenta. De ahí que en vez de dedicarse a disfrutar lo conseguido, nuestros yakuzas se dedican a conspirar y a tratar de engullir a esos mismos rivales que, en apariencia, juegan a respetar.

Nuestros films de la noche nos presentan dos estratos del mundo del hampa que solo se diferencian por la gravedad de los delitos y crímenes que perpetran. Pero la lógica, el concepto básico de funcionamiento de ambas organizaciones respecto de la autoridad es idéntico entre ambas... y tiene, es hora de reconocerlo, interesantes paralelos con nuestra propia sociedad que vive bajo el cobijo de la ley. Manipular subordinados o traicionar jefes es parte de las reglas de ascenso y caída, de ganar o perder... de vivir o dejar de hacerlo.

Dedicado a David Viñas (1929-2011), escritor de izquierda y antiperonista, autor del cuento original en que se basó EL JEFE.
Dedicado también a Nikolái Gogol, con una de cuyas frases se inicia EL JEFE: "Si te miras a un espejo y no te gustas, no culpes al espejo".

Darío Lavia



De yapa, un breve ballet verbal entre el policía corrupto (Sôichirô Kitamura) y el yakuza caído en desgracia (Beat Takeshi):

jueves, 27 de enero de 2011

El Ciudadano y Vincere

CITIZEN KANE (El Ciudadano-1941) de Orson Welles
VINCERE (Vincere-2009) de Marco Bellocchio


Charles Foster y Rosebud
Muere Charles Foster Kane (Orson Welles). El espectador asiste a su último suspiro. Su muerte no dice mucho y su agonía es idéntica a cualquier otra. Se inicia un noticiario que nos relata prolija y cronológicamente la vida de Kane, su riqueza minera, su incursión en el mundo del periodismo, el ascenso de sus medios de prensa, su intento en la arena política, su vida sentimental repartida entre su esposa y una cantante, sus polémicas, sus giras por el mundo, su palacio privado y su retiro final. El noticiario es producido por una de las empresas del propio Kane, así que suponemos nos ofrece la historia oficial. Un jefe de noticias (Philip Van Zandt) encarga a un empleado (William Alland) que investigue el significado del término "Rosebud" (fue la última palabra que Kane pronunció en vida) para tener alguna certeza sobre el sentido de la vida del finado o bien algún secreto que quiso ocultar a la opinión pública. El periodista intenta hablar con la cantante Susan Alexander (Dorothy Comingore), pero esta, ahora convertida en alcohólica, no acepta hablar. Así que acude a la fundación del Sr. Thatcher (George Coulouris), que fuera tutor del joven Kane, para exhumar un diario personal que le echa luz sobre los primeros años y juventud del personaje. Más tarde se entrevista con Bernstein (Everett Sloane), que guarda un buen recuerdo de Kane y que relata los días en que se hizo cargo de un diario desahuciado; con Leland (Joseph Cotten), que confiesa "...tal vez nunca fui su amigo. Si fue así, nunca tuvo uno. Tal vez fui lo que hoy se dice un pelele"; con la Alexander, que a fin de cuentas y, trago de por medio, accede a recibirlo, relatándole su romance, matrimonio y hartazgo de Kane; y Raymond (Paul Stewart), mayordomo de Xanadu, la extravagante mansión de Kane, que cuenta los últimos y alienados años de su amo. El film invierte todo su metraje en tal pesquisa y Kane solo vuelve a aparecer en flashbacks. El desenlace no aporta ninguna pista esencial y el periodista decide que "Rosebud" es una pieza más en un rompecabezas inmenso y ajeno que nadie está dispuesto a armar.

Benito Amilcare y Dios
Ida Irene Dalser (Giovanna Mezzogiorno) conoce a Benito Mussolini (Filippo Timi) en un mitin socialista donde, en medio del debate por temas tan candentes como triviales, Benito lanza una apuesta contra Dios: "si Dios existe, que me muera aquí mismo en el plazo de un minuto". Silencio sepulcral y, por supuesto, al expirar el plazo nadie expira. Su arrogancia y soberbia, en vez de generar rechazo, siembran en Ida una auténtica devoción que tarde o temprano desemboca en amor. Mientras Benito se involucra en manifestaciones, mitines y discusiones, las noticias caen como bombas (que la paz o la guerra, que Sarajevo, que el ingreso de Italia en la contienda, que el alineamiento con Francia contra Alemania) e Ida sella su incondicionalidad vendiendo todas sus pertenencias, inmueble y materiales, y entregando todo su dinero para que su amado pueda financiar la fundación de un periódico. Poco después Ida tiene un bebé al que bautiza Benito Albino Mussolini. Pero a partir de ese momento todo cambia. La guerra y la aparición de una esposa y un hijo previo de Mussolini afecta la vida de la protagonista que es separada de su hijo e internada en un asilo psiquiátrico. A partir de ahí, ya convertido en líder del movimiento que sería el Fascismo (opuesto a su inicial socialismo) y más tarde el Duce, Mussolini sólo aparece en noticiarios y fotografías de prensa. Promediando el metraje aparece un psiquiatra que da el mejor consejo de toda la película. Para recuperar su libertad y a su hijo, teniendo que sacrificar sus justos reclamos, Ida tiene que "actuar". Estando en la Italia de los años '20 se trata de actuar de "ama de casa fascista", tranquila, sumisa y trabajadora. ¿Logrará Ida seguir tal consejo para rearmar su vida y, quien sabe, formar otra familia, todo por salir fuera del manicomio?

Enlace
¿Qué tendrán en común Kane y Mussolini, aparte de haberse visto en algún momento de sus vidas con Adolf Hitler? Los comienzos en el ámbito periodístico, las pugnas por revelar negociados del poder de turno, las alianzas con candidatos, empresarios o jerarcas y la aspiración por avanzar en la carrera teniendo la vida como un objetivo secundario y de menor importancia. De esta manera, sus primeras esposas influyen más que cualquier amante y sus dos segundas nupcias no desembocan en la supuesta felicidad sino en el descenso al Maesltrom del desasosiego para ambas donnas: Susan Alexander e Ida Dalser.

Parecen vidas calcadas. Pero Mussolini triunfa en su famosa "Marcha sobre Roma" y Kane fracasa en su candidatura. Kane se convierte en una figura influencial de los medios pero no accede al poder. Mussolini se convierte en una figura esencial del poder y abandona los medios. Ambos films apuntan a reconstruir, retrospectivamente, la vida y motivaciones de un hombre (uno a través de quienes lo conocieron y otra por medio de la mujer que dio todo por él). Y es increíble como a veces no hay otra motivación en los actos de las personas que el objetivo material a corto plazo que permite la realización de una aspiración mezquina o el resultado de una manipulación.

Creemos que las grandes personas tienen grandes motivaciones y en verdad, cuando corroboramos que no las hay, imaginamos que no pudimos descubrirlas. En tanto, estas personalidades siguen viviendo, eternamente, a través de las mentes de las personas que los conocieron, aquellos que los entrevistan, los investigadores y estudiosos que alumbran sus vidas y cientos de miles que los odian o reverencian.

Darío Lavia

Dedicado a Orson Welles y Marco Bellocchio

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