lunes, 21 de abril de 2008

Antes que el Diablo Sepa que Estás Muerto y Kuroneko: El Grito del Sexo

BEFORE THE DEVIL KNOWS YOU'RE DEAD (Antes que el Diablo Sepa que Estás Muerto-2007) de Sidney Lumet
YABU NO NAKA NO KURONEKO (Kuroneko: El Grito del Sexo-1968) de Kaneto Shindo

El demonio entre nos

La historia con la que abrimos el telón está narrada en fragmentos ingeniosamente entrelazados y vistos cada uno desde el punto de vista de uno de los tres personajes principales. Para Andy Hanson (Philip Seymour Hoffman), hábil gerente, heroinómano, de vacaciones en Río con su esposa (Marisa Tomei), la vida tiene problemas pero con un golpe de dinero, puede empezar a tener sentido vivirla. Por el otro lado, su hermano Hank Hanson (Ethan Hawke), fracasado, divorciado, debiendo tres meses de manutención a su esposa e hija, amante de la esposa de su hermano, la vida le ha pasado por encima y un poco de dinero puede ayudar a levantar cabeza. Para cambiar sus vidas se ponen de acuerdo en llevar a cabo un asalto contra la joyería de sus padres (soberbio Albert Finney y Rosemary Harris), con lo que podrán hacerse de dinero que el seguro ha de cubrir a sus legítimos dueños. El intento de robo sale mal y como resultado la madre y el ladrón (Brian F. O'Byrne) resultan muertos. "Se suponía que nadie tenía que salir herido" dice uno de los personajes mientras el mundo se derrumba en las cabezas de los hermanos y también del padre.

Un gato negro, pero no poeiano

Una mujer (Nobuko Otowa) y su nuera son atacadas y violadas por un grupo de samurais, que las asesinan cuando prenden fuego a la cabaña en que ellas viven. Un gato negro, que lame la sangre de las víctimas, posibilita que estas regresen convertidas en dos "bakeneko" (monstruos felinos), criaturas sedientas de sangre humana. A partir de ese momento, ellas atraen a samurais por las noches, los llevan a sus cabañas, los emborrachan, y cuando estos intentan propasarse, los asesinan de una salvaje mordida en el cuello. Pasado cierto tiempo, regresa de la Guerra un valiente soldado, poniéndose al servicio de un Mikado que le encarga investigar el caso de los samurais asesinados. Por supuesto, el muchacho se da cuenta que la causa son los espíritus de su madre y de su esposa, así que debe afrontar el dilema de liquidar o no a los monstruos.

Enlace

Hoy, en contra de nuestra ya habitual afición por ofrecer "falsos enlaces", iremos directamente al grano y comenzaremos precozmente a argumentar el motivo de reunión de estas dos películas, pertenecientes a géneros, épocas, directores, nacionalidades e idiosincracias sino opuestas, completamente distintas. Una de las cosas que más llama la atención del acervo cultural japonés es, a ojos de buen occidental, esa solemnidad que preside todos sus actos y ese profundo respeto a los antepasados. Creemos que si ese venerado bisabuelo estuviera con vida, mantendría la devoción de su prole. Sin embargo, a veces pensamos que esa tendencia a la autodestrucción que se inicia por el desprecio y la agresión hacia los llamados "seres queridos" no es patrimonio de una nación o cultura sino un gen extendido en todo lugar donde haya seres humanos.

Veamos el caso de la familia Hanson. Los hijos planean el asalto de la joyería de los padres, luego se carcomen entre sí y el padre enfermo de odio trata de acabar con su primogénito. Quitando los detalles particulares (heroína, adulterio, divorcio, etc.) no parece ser tan atípico el cuadro de familiares enfrentados. Shakespeare ya lo exploró en el Teatro medio milenio atrás, pero... ¿a qué responde exáctamente esta tendencia tan extendida de hacer daño a quienes más queremos? Antes de intentar responder, pasemos al Japón hace unos siglos atrás. Un argumento fantástico de espíritus y guerreros nos vuelve a poner en pantalla a un hijo tratando de matarse con su madre y esposa. Probablemente el guerrero tenga tanto entusiasmo en cumplir con su trabajo como el de Hank en afrontar la realidad de que llevó a cabo una traición a su padre.

Por momentos, parece ser que tenemos más predisposición a tener un buen gesto con amigos, conocidos y hasta desconocidos, que hacia padres, hijos, hermanos o familiares. Puede ser que esto obedezca a un intento inconsciente de equilibrar el afecto que uno derrocha en este mundo. Pero cuando aquellos damnificados de nuestros peores actos son integrantes de nuestra propia familia, surge el interrogante de si no se tratará realmente de un intento autodestructivo por parte del individuo, que inicia su labor acabando con sus seres cercanos para terminar la obra consigo mismo.

Que estas dos películas sirvan como ejemplo ilustrativo. No es algo que se circunscriba a una época (refutando la posible teoría de "los jóvenes de ahora son unos irrespetuosos") ni tampoco a un lugar (por la posible teoría de que "esto solo pasa en países como el nuestro"). Será cuestión de explorar si en el Reino Animal ofrece mejores expectativas o, por el contrario, son el referente de animalismo de dicha conducta.

Darío Lavia

Dedicado a Sidney Lumet (1924) y Kaneto Shindo (1912), dos grandes y AUN ACTIVOS.

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