jueves, 25 de octubre de 2007

Los Inútiles y La Gran Ilusión

I VITELLONI (Los Inútiles-1953) de Federico Fellini

Introducción
En un pueblo costero de Italia y en épocas sin demasiado espacio como para excentricidades, una “banda” de cinco compinches vive de noche en noche y de billar en billar, ajena a cualquier cosa que pueda emparentarse con eso de “establecerse y sentar cabeza”.

Ante el urgente e impensado casamiento de Fausto (Franco Fabrizzi) con Sandrina (Eleonora Ruffo), por motivo de embarazo de ésta, quedará Fausto encerrado entre los lazos del trabajo y del hogar.

El resto de la barra ve que, de un modo inesperado pero muy efectivo, Fausto “ha encaminado su vida”, lo que les genera dudas acerca de su propia condición, las cuales se disipan entre copas y carambolas.

Pero...
... a Fausto, la vida marital no le sienta, y luego de varios tropiezos, vuelve al ruedo, dejando a su esposa e hijo con sus suegros. El matrimonio no actuó en él como “corregidor” sino más bien, fue sólo un lastre en su camino hacia la felicidad.

El felm nos presenta claramente a dos generaciones bien diferenciadas.

A padres excesivamente trabajadores, les nacen hijos inesperadamente vagos y vividores, ajenos a asumir responsabilidad alguna.

Estos “vitelloni” - generalmente consentidos por sus madres o hermanas y castigados o sermoneados por sus padres- no sienten remordimiento ni culpa, ni nada por el estilo. Tampoco cargan con los temores religiosos que también formaran parte de la identidad de su propio pueblo desde siempre.

"Decime quien sos vos, decime donde vas..."
Es durante una de las noches del Carnaval que, mientras su familia se desangra, el propio Alberto (Alberto Sordi) baila borracho con un “Cabezudo” mientras el resto de los amigotes se solaza en bacanales de salón, afluentes naturales de los zaguanes. Una postal. Felliniesca. *

Aquellas cuestiones relacionadas a la “vida interior” también tienen su lugar dentro del felm, y son mostradas del mismo modo con que Fellini nos muestra todo su arte: con matices grotescos, paródicos y ajenos a toda solemnidad.

La experiencia de Leopoldo (Leopoldo Trieste) con “Il Comendattore”, un capocómico mayor de edad (Achille Majeroni) es suficiente como muestra.

Aquí es el hombre mayor quien estando al frente de su propia compañía teatral, finge interés por unos borradores de comedia de Leopoldo cuando en realidad lo que busca es seducirlo y sodomizarlo. Sufre Leopoldo la decepción al comprobar esto, perdiendo “su” oportunidad de salirse del pueblo en algo que muestre un mínimo viso de prosperidad y reconocimiento, y vuelve a la barra que siempre está esperando, como una madre.

Será la hermana de Alberto, Olga (Claude Farell), quien siente otro matiz. Siendo mujer responsable que debe sobrellevar dos trabajos para ayudar a mantener un hogar compuesto de una madre anciana y de un hermano “vitelloni”, se termina escapando de su hogar con un hombre mayor y casado, dejando a su madre destrozada, a su hermano “indignado” y a su hogar sin sostén de ningún tipo. **

Queda claro que será el “escape” el modo de evadirse de tanta miseria. Y tratándose de escapismo, Moraldo (Franco Interlenghi) lo llevará a su mejor expresión: el tren a Roma.***

La imagen del tren es recurrente. Los pueblos pequeños no representan nada para “ésta juventud”, pero tampoco para el que se mata trabajando ni para quien tiene inquietudes artísticas o literarias. Don Michele (Carlo Romano) lo resume bien cuando, hablando de su próspero matrimonio, explica su felicidad reduciéndola a “leer el diario y ver tejer a su Señora”.

LA GRANDE ILLUSION (La Gran Ilusión-1937) de Jean Renoir

Introducción
Dos oficiales franceses son cazados y capturados durante un vuelo de reconocimiento, y llevados a prisión de oficiales, durante la 1ra. Guerra Mundial.

Uno de ellos, el capitán Boldieu (Pierre Fresnay) es un aristócrata francés. El otro, el teniente Marechal (Jean Gabin) es un mecánico.

Ambos comparten el mismo destino y la misma prisión, y será allí donde entablarán cordial relación con oficiales de menor rango - franceses y rusos- así como con sus guardianes alemanes.

Lo que sucede es que, luego de varios intentos frustrados de escape, ambos oficiales junto al teniente Rosenthal (Marcel Dalio), son enviados a una nueva prisión, pero ésta vez a una de altísima muralla y construida sobre un cerro desde donde se avista la frontera con Suiza.

Allí el capitán Boldieu se reencuentra con quien derribara su avión de reconocimiento, ahora comandante del cuerpo de prisión, Capt. Von Rauffenstein (Erich Von Stronheim).

“Ya no sos mi Margarita...”
Y se da el caso de que aun siendo Rauffenstein y Boldieu de naciones enfrentadas en guerra, están emparentados por su alcurnia siendo ambos descendientes de nobles.

Al Barón alemán solo lo obsesiona la idea de que, finalizada la guerra, y fuere quien fuere el vencedor, sobrevendrán “otros tiempos”, los tiempos de “los Marechal” y de “los Rosenthal” (comerciante judío de familia bien acomodada este último). El sólo hecho de que un Noble como él estuviere al frente de una “Penitenciaría” no hace más que confirmar lo que se presintiese de hace tiempo.

Boldieu también lo sabe, pero lo sobrelleva de otro modo; más natural, menos dramático, con resignación pero con aceptación.****

Corolario
Boldieu muere en su intento de ayudar a escapar a ambos tenientes, que, a la postre, logran huir, terminando uno de ellos trabando relación amorosa con una bella campesina alemana. ¿Que mejor modo de dar por terminado un ciclo que con la unión de dos seres separados por una guerra que aún no ha terminado?

Sin embargo, el Diablo – o Dios- nos tenían reservadas algunas sorpresas para después de la Gran Guerra.

ENLACE
Quizás Fellini nos haya sugerido un costado burlón y triste a la vez de la cuestión, y es el hecho de que, a siete metros de distancia, “cigarra cantora” y “hormiga laboriosa” son indiferenciables... son iguales... son insignificantes.

En estos “nuevos tiempos”, la modestia de padres batalladores devendrá en la vulgaridad de hijos irresponsables, pero lo que se viene no es ni más ni menos que el fruto de una paulatina pérdida de valores y rigores, un nuevo hombre débil, manipulador y manipulable. *****

Pero Renoir no parece coincidir en este punto.

Será Boldieu quien acepte el hecho que sus tiempos acabaron; que les toca el comando del destino a otros; que el mundo nunca volverá a tener los esplendores de hasta entonces, pero que miles de personas ignoradas comenzarán a asumir los roles protagónicos que les depare la historia de la Humanidad, escrita ahora en lenguaje de “Democracia”.

Pero Renoir también nos pone de sobre aviso. Para un chingolo o un jilguero, cigarra y hormiga se diferencian aún a diez o quince metros; y para un entomólogo, es inconcebible cualquier confusión.

Que vea y encuentre quien sepa hacerlo. Será cuestión de entender que la nobleza -propiedad hasta entonces de una aristocracia ya vetusta, aristocracia que irá perdiendo sus privilegios lenta e inexorablemente- abrirá las puertas del saber, de las riquezas y del prestigio, a todo aquel que los busque y sepa conseguir.



Patricio Flores

PS: Dedicado a Anouk Aimée y a Claudia Cardinale, quienes pasan a engrosar desde este mismo momento, mi Harén Privado. Quedan notificadas ambas por medio de la presente.


* Era el Carnaval el que permitía, además de juntar (¿igualar?) a familias acomodadas con familias trabajadoras durante algunas horas, el bajar todas las barreras y prejuicios propios de esos tiempos y lugares. Saludo con respeto a la sana y humana intención de juntarse a disfrutar de los Carnavales, sea bailando o sea desde algún palco alquilado. La extinción de los mismos se suma a la desaparición sin pena ni gloria de la mesa de los domingos, y do otras tantas cosas valiosas. No se percibe hoy un “punto de encuentro” entre clases... noto adocenamiento en ciertos recitales o cosas por el estilo, pero nada más que eso.

** No olvidemos de poner el hecho de “escaparse con un hombre casado” dentro del contexto de la época y de lugar.

*** Milano es el otro destino, tan bien retratado en “Rocco...” de L. Visconti

**** Renoir nos muestra con arte y delicadeza que profunda brecha se terminará de abrir entre este nuevo siglo y todos los anteriores, que marcará el fin de reyes y nobles y el advenimiento de quienes hasta entonces, solo aspiraban a algún mínimo de reconocimiento. El felm está a la altura de Novecento e Il Gatopardo, otras grandes realizaciones que abordan estos temas.

***** Tema central del excelente felm de Ozu Tokyo Monogatari.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Repulsión y Delicatessen

REPULSION (Repulsión-1965) de Roman Polanski
DELICATESSEN (Delicatessen-1989) de Jean-Pierre Jeunet y Marc Caro

DEL ORDEN (APANDRICO *) AL CONFLICTO
Carol (Catherine Deneuve) trabaja de día en un salón de belleza donde se dedica pacientemente a emprolijar las cutículas de las clientas. En su camino callejero (de su casa al trabajo y viceversa), evita cualquier posible cercanía con hombres con especial cuidado. Uno de ellos, el joven que la corteja (John Fraser), la invita a almorzar y a salir por la noche, ofertas que ella evade o pospone, dando a entender un falso juego de seducción. Pero, luego de observar un día en la vida de Carol, nos queda en claro que tiene cierto grado de enajenación mental. Su hermana (Yvonne Furneaux), lejos de rehuir citas, sale con un hombre maduro y casado (Ian Hendry), que se queda a dormir por las noches. Carol escucha en silencio los gemidos de placer de su hermana y, lejos de evadirlos, comienza a alucinar que es violada por un hombre. Esto acentúa su rechazo por los varones.

UN CAOS EDILICIO
El conflicto surge cuando la hermana y el amante se marchan de vacaciones a Italia. Carol afronta esa pasajera soledad sin una contención que (luego deduciremos) le provocará una paulatina y trágica pérdida de razón. En primer lugar se ausenta de su trabajo, luego se encierra en su departamento y finalmente, repele los intentos de intrusión por parte de su pretendiente y, más tarde, del casero (Patrick Wymark). Al primero lo golpea con un candelabro hasta matarlo, sumergiéndolo en la bañera. Al segundo lo tajea con una navaja de afeitar hasta desangrarlo. El desenlace no puede ser otro que el caos mismo, con la pareja regresando a casa y encontrándose un panorama terrorífico. En un magnífico plano final, la inquieta cámara de Gilbert Taylor recorre la habitación y se posa en un cuadro familiar que, al ampliarse, revela a una Carol niña con la mirada perdida en el vacío, ya previsiblemente presa de vaya a saber que temores abstractos y otros molinos de viento.

DEL ORDEN (CANIBAL) AL CONFLICTO
Estamos en un futuro post-apocaliptico y la acción transcurre en un vecindario que representa un universo cerrado y perfecto, donde las necesidades alimenticias están resguardadas por un Carnicero (Jean-Claude Dreyfus), que asesina a ciertas personas cuyos cuerpos luego procesa y da de comer a sus clientes. Esta situación es perfectamente conocida por toda la comunidad, a pesar de lo que cual, todo el mundo tolera, comprende y acata semejantes reglas. Aunque no queda del todo claro, tal vez cualquier intento individual de modificar la situación pueda ser equivalente a adornar el mostrador de la carnicería.

OTRO CAOS EDILICIO
Un día llega a dicho pueblo un payaso perdido (Dominique Pinon), que provoca un conflicto automático, generando numerosas sospechas en los integrantes de la comunidad y ganándo casi automáticamente la simpatía y (posteriormente) el afecto de la hija del Carnicero (Marie-Laure Dougnac). A través de una trama salpicada de gags farsescos (es memorable el payaso intentando arreglar una cama desvencijada y haciendo música con los elásticos), el filme va apuntando a un final a toda orquesta y a todo slapstick en que, luego de anegar toda una instalación edilicia, el terrible Carnicero recibe su merecido. Cuando el telón de esta auténtica farsa fantástica cae siguen en nuestra retina muchas imágenes estéticamente ricas que, deducimos, son la principal virtud del filme.

ENLACE
En el pasado hemos enlazado películas por vínculos presentes en la construcción narrativa o bien, por ciertos tópicos comunes a ambos filmes. A veces, la unión ha sido feliz (en el caso de La Mujer del Cuadro y Santa Sangre, por ejemplo) y otras un poco rebuscada (probablemente en la unión metafísica entre El Año Pasado en Marienbad y El Hombre con Visión de Rayos X). Sin embargo, en general, todos los enlaces han tenido que ver con elementos íntimos o importantes dentro de las tramas de cada película... hasta ahora.

A pesar de esta advertencia, el lector notará que en nuestro díptico de esta noche las descripciones de cada película conllevan subtítulos equivalentes. A pesar que la "apandría" de Deneuve y la antropofagia del pueblo de Delicatessen son, si se quiere, dos disciplinas parientes, nunca tuvimos la intención de unirlas por ese nexo que percibimos ténue y complejo. El enlace que queremos presentar, en cambio, reside en dos detalles mínimos y que de ninguna manera hacen a la trama, pero que ambas películas poseen en común. En Repulsión, cuando Carol es acosada sexualmente por su excitado Casero, ella se defiende con la navaja de afeitar del novio de su hermana, hiriéndolo en la nuca. El agresor reacciona de inmediato y se lleva la mano a la herida, acercándose de inmediato a un espejo para verse y percibir la auténtica magnitud del daño. Al otro lado del Canal de la Mancha, y muchas décadas adelante en el tiempo, el Carnicero es alcanzado de un flechazo por un instrumento puntiagudo, que se le inserta en la frente. Queda visiblemente shockeado y avanza hacia sus eventuales matadores, para preguntarles con una aparentemente ingenua curiosidad: "¿Tengo algo acá?"

MUERTES EN EL CINE
El Cine nos ha mostrado en más de un siglo de historia y películas, infinidades de muertes; la Muerte está presente en una elevadísima cantidad de películas, y es presentada hasta en comedias y filmes infantiles. Pocos actores y actrices han muerto ante las cámaras de formas realistas, ya que la idea romántica que se tiene de la muerte es tal vez demasiado poética. Muchos actores han ofrecido "muertes" más o menos dramáticas, agónicas, casuales, trágicas y 1.001 adjetivos más. La Muerte es, por definición, la interrupción drástica y letal de la Vida, que se inicia con una traumática alteración de la Salud del damnificado. Y bajo esta premisa, pocos intérpretes han reaccionado tan humanamente ante la interrupción de sus respectivas saludes como el Casero de Patrick Wymark y el Carnicero de Jean-Claude Dreyfus.

REACCIONES HUMANAS
Una de las reaccionas más profundamente humanas es la del escepticismo ante cualquier posible agresión. Ningún agredido tiene como salida viable la de "perder", es decir, la de terminar ultimado. El cerebro recibe las sensaciones de las terminales nerviosas y ante cualquier señal de daño, la primera reacción es la del reconocimiento de dicha alerta, evaluando al mismo tiempo las posibilidades más veloces de regreso de la salud. Al mismo tiempo, la visión de sí mismo que tiene el Ser Humano reside en el reflejo que nos devuelve cualquier superficie pulida. Esta comunión entre una persona y su representación fiel pero al fin abstracta (un reflejo solo aspira a ser eso: una figura, un dibujo), es la que se ve perturbada y discontinuada ante una situación traumática, como recibir un tajo profundo y sangrante en la nuca o un flechazo en la cabeza. Y, en el caso del Casero, será el espejo quien le de idea del daño y en el del Carnicero, serán las retinas de los observadores las que le devuelvan la información del alcance del daño.

Vaya entonces este pequeño díptico como reconocimiento al arte de dos intérpretes que, en su observación de la realidad, la transmitieron de la forma más auténticamente humana que cabría imaginar.

Darío Lavia

* APANDRÍA: Es el término dado en el idioma inglés para designar al "odio u aversión hacia los varones", es decir lo contrario a la "misoginia".

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