miércoles, 21 de junio de 2006

La Sangre de las Bestias y Onibaba, el Mito del Sexo

LE SANG DES BÊTES (La Sangre de las Bestias-1949) de Georges Franju
ONIBABA (Onibaba, el Mito del Sexo-1964) de Kaneto Shindo

La Sangre de las Bestias es, antes que nada, un filme documental. Franju nos muestra, con todo el realismo del caso, el circuito completo de traslado, preparación y faenamiento de bestias, en los matarifes de la periferia de París. Por contraposición, muestra rondas de niños, imágenes de objetos familiares, y el amor, a través del apasionado beso de un par de jóvenes.

"Una cosa no podrá ser sin la otra", parecería decirnos el realizador. ¿Pero como se satisface esta necesidad imperiosa de alimentarse? Uno podría vivir toda la vida sin saber el "como" llega un bife de la vaca a mi mesa; pero Franju buscará el desasnarnos, para que perdamos esa inocencia que solo es resultado de una natural ignorancia (¿podrá afirmarse lo mismo en otras cuestiones más comprometidas?).

Arranca con un matarife que entroniza la figura de su creador (disculpen, no recuerdo el nombre del mismo). Su gran aporte en la materia fue la inclusión del caballo dentro del universo permitido de animales para comer. ¿Porqué no el caballo?, se habrá planteado el hombre. Entonces, los caballos, tal como son recogidos de las calles o de terrenos baldíos, son llevados caminando por sus propios medios al matadero, donde los matan de un pistoletazo en la frente que lo liquida de un modo tan letal como inmediato. (Si usted no vio el filme, créame que no encuentro el modo de explicarle el tenor de las imágenes). Supongo que el "entregador" será quien se quede con la recompensa económica. No se habla nada acerca del "como" se consiguen los caballos; pero no hay ni camiones ni trenes ni, aparentemente, rutas ni estructura alguna sobre el tema.



Luego de mostrarnos como ultiman al noble animal, nos ilustra el felm, casi en tiempo real, acerca del como se aprovecha lo aprovechable del mismo. Si uno presta la suficiente atención, casi diría que podría animarse uno mismo a realizar tal faena. Terminado el caballo, Franju nos lleva de la mano a ver el circuito completo de vacas, becerros y ovejas. Es interesante notar lo que el narrador nos hace saber: las ovejas (trasladadas en tren, a diferencia de las vacas que lo son en camiones); necesitan de un "entregador" también; pero en este caso será un carnero quien lo hará. El mismo, quien ya conoce la historia por haber sido partícipe ya varias veces, se adelanta al redil en todo el trayecto, para ser apartado de la matanza a pocos metros de traspasada la última puerta; lo que le permitirá sobrevivir y así volver a su misión con la próxima remesa, el próximo rebaño. En fin; este felm no es para cualquiera. Mujeres y niños, evitadlo. Nada en el felm es sugerido; nada es subliminal. Franju tira sobre la mesa el "como" hacemos para sobrevivir a diario; se trate de manjares o de modestos bocados de carne de puchero; es lo mismo. Estas muertes no hacen distingos de clases sociales. Todos nos beneficiamos con ellas. Ahora, si usted quisiera ver cosas relacionadas al horror de la guerra (el felm es del 49, quizás todavía no se había terminado de asimilar el horror de los campos nazi), es posible que encuentre algo. Es fácil encontrar al menos un paralelo entre los trenes cargados de ovejas y el "Transporte Negro" cargado de civiles, rumbo a cualquiera de los Campos. Yo no lo creo; bastante curtidos estarían los ánimos y las conciencias francesas como para ofuscarse o impresionarse con las imágenes de muerte de algunos animales.

Solo una cosa más, y Franju también la muestra y es que, debajo de cada romance, de cada historia, por mínima que sea la misma, subyace esta realidad tremenda de muertes inocentes; esta matanza que no distingue razas ni edades, ya que todo sirve. Nada se perderá y todo se transformará, al decir de otro francés notable.



Onibaba, de Shindo, será un felm obligado para todo aquel que quiera incursionar seriamente en el buen cine japonés. La historia, es más bien china. En la Japón medieval (cuando no!) dos emperadores se pelean, en medio de un marco de pobreza brutal donde se perdieron las cosechas y los hombres que no murieron están guerreando entre ellos; y cada uno sobrevive como puede. Shindo nos muestra a una vieja y su nuera, quienes viven de lo que rapiñan a los muertos de la guerra, pero no al modo de los Thenardier de "Los Miserables". Estas dos mujeres, de ser necesario, también matan. Los cadáveres los arrojan a un hoyo negro; hoyo visitado por buitres con rigor de hábito. El hijo único de la vieja, había ido a la guerra con un amigo, Hachi. Pero solo volvió el amigo, para desgracia de ambas mujeres, madre y esposa.

¿Cómo sobreviven dos mujeres solas en el Japón infausto y árido, sin la presencia de un hombre? Hachi lo averiguaría a poco de llegado participando de la matanza en conjunto con nuestras protagonistas de dos jóvenes soldados que merodeaban la zona. (Parece que el hambre y la soledad de estos parajes pusieron a estas mujeres al menos, en un pié de igualdad con los hombres - estatus que el derecho le daría a la mujer unos cuantos siglos después). Había que comer, y se comía. Satisfecho el hambre, nos encontramos con otro tema urgente para ambos sexos: justamente, el tema "sexo". Hachi y la joven viven furtivamente un romance apasionado. Escapándose de noche, mientras la vieja duerme, la joven corre desesperadamente hasta la cabaña de Hachi, quien la espera con algo de sake y mucho de pasión. Pero la vieja sabe por vieja lo mismo que el diablo sabe por viejo.

Y busca entonces obtener algún beneficio de estar relación: Si Hachi quiere seguir "sirviendo" a la joven, deberá, de tanto en tanto, hacerle los mismos favores a ella. Pero Hachi, de un modo sencillo, le hace saber a la Vieja que ni con todo el sake del Japón a cuestas haría tal cosa. La Vieja entonces, cae en la trampa milenaria: la de la envidia que despiertan los celos, en este caso, por su nuera. Y decide que, si no es con ella, no será tampoco con la joven. Así que intenta asustar a su Nuera con historias oídas a un sacerdote, donde los pecadores del sexo sufren en el purgatorio, en fin... (parece que Japón tomará del cristianismo estos lugares tan tratados con escarnio por todo el mundo hoy día), todo será en vano: la sangre y la carne podrán más que unos cuantos sermones.

Y fue el destino el que una noche llevara a un guerrero perdido hasta la casa de la Vieja. Este guerrero lucía escalofriante con una máscara fantasmal, que cubría completamente su rostro. La Vieja, superado el miedo inicial, le tenderá una celada al errante, llevándolo hacia el hoyo profundo, donde éste caerá y ella podrá al fin, robarle sus prendas. Y allí se le ocurrió que podría obtener algo de más provecho que una armadura y un sable. Bajaría al hoyo, y se haría de "la máscara", y entonces se disfrazaría de "demonio"; y entonces sí, sin tanto sermón, le haría saber a la bella nuera que cuando Ella habla de purgatorio y de espectros, sabe bien de lo que habla. Y así fue.

Los sustos de la joven ante las nocturnas apariciones diabólicas lograron distanciarla del pobre Hachi. Pero una noche, la misma en que Hachi encontraría la muerte en su propia cabaña de un modo sórdido -al decir de mi amigo Darío-, la Vieja descubriría que su engaño no quedaría sin condena. Intentando quitarse la máscara ya usada en varias representaciones nocturnas (la nuera no se rendía fácilmente), ésta vez, no podría quitársela ni siquiera arrancándosela: la misma se había adherido a su propia carne, a su completo rostro. Cuando la Joven la ve en ese estado (imagínese con el demonio dentro de su propia casa), casi muere del susto. Pero la Vieja le aclarará todo, y la joven nuera se decidirá a ayudarla con una condición: que ella, la Vieja, le permitiera ir a lo de Hachi cada vez que ella lo desee (varias veces al día, aclaremos). La Vieja le jura que si, y la joven intenta sacarle la máscara. Pero, sencillamente, no se puede. Entonces, la Joven intenta a martillazos limpios, y logra hacerlo, pero dejando prácticamente muerta a la Vieja. Ni bien se la logra quitar, la Vieja empieza a correr aturdida y enloquecida por el campo, aparentemente cayendo en el hoyo de la muerte, el mismo pozo del que ella extrajera oportunamente la máscara maldita.

La historia de Onibaba es sencillamente genial. La realización, ni hablar; palabras mayores del cine. En cuanto a la historia, nos muestra que, sexo y hambre van juntos, y que bien pueden ser espectros que se apoderen de nuestros pensamientos y de nuestras conciencias; miedos que no se combaten con religión (purgatorio), sino con determinación (la muchacha quitando la máscara de su Suegra; o la muchacha enfrentándose al "demonio" en una de las tantas salidas nocturnas fallidas).

Franju nos había dicho algo de esto. El beso de los enamorados será la imagen que valdrá más que todas las palabras. El amor y el horror están más cerca de lo que suponemos, o mejor dicho, de lo que queremos saber Pero el hombre deberá asumir cierto protagonismo para encontrar satisfacción en las cuestiones sexuales; en tanto que para las del hambre, el tema pareciera estar mejor resuelto.

Gracias a que esto funciona así (lo del "amor" y lo de los matarifes), es que tenemos música, pintura, libros y cine; y todo lo demás.

Patricio Flores

Al Dr. Pedro Ara y al maestro Mujica Láinez

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