jueves, 24 de mayo de 2007

Fabricantes de Sombras y El Gran Truco

FAT MAN AND THE LITTLE BOY (Fabricantes de Sombras-1989) de Roland Joffe
PRESTIGE (El Gran Truco-2006) de Christopher Nolan


Magos atómicos
En el fragor de la II Guerra Mundial, el Gobierno de los Estados Unidos encomienda al General Leslie Groves (Paul Newman) el denominado "Manhattan Project", es decir la delicada tarea de obtener una Bomba Atómica, un arma que fuera decisiva en el desarrollo de las hostilidades. Hombre de acción y de una decisión férrea, Groves encarga al joven científico Jacob Robert "Oppie" Oppenheimer (Dwight Schultz) la conformación de un equipo de trabajo que, en un ambiente de presión y superación intelectual, deberá lograr el objetivo en un plazo de 19 meses. El lugar de trabajo, Los Alamos, un cuartel perdido en el medio del desierto de New Mexico, se puebla de científicos que investigan y analizan problemas y ecuaciones en grupos, hasta que uno de ellos, apretando una naranja y observando como brotaba el jugo, cae en cuenta que se puede quebrar el átomo a través de una implosión. Este proceso genera una asombrosa liberación de energía de cuya magnitud, hasta ese momento, nadie tiene certeza.

La historia, que figura en los libros y crónicas bélicas, es enriquecida por su director, Roland Joffe, con las motivaciones de cada uno de sus dos personajes principales (las más humanas de Oppie y las más estratégicas de Grover). Cada cual tiene su punto de vista sobre el "device" -como es denominado entre los personajes-, y mientras el militar busca que signifique el final de la Guerra a favor de los Estados Unidos, el científico intenta en un principio que sea solo una amenaza, pero que jamás sea utilizado en el campo de batalla. Una historia paralela ofrece sustancioso interés: Es la del joven académico Michael Merriman (John Cusack), uno de los trabajadores del proyecto, que se enamora de la enfermera Robinson (Laura Dern). Merriman sufre un accidente y es el primer contaminado por radiación (y termina muriendo de una manera dolorosa). A pesar de esta "demostración" de los poderes del átomo, Oppie apoya a Grover en la utilización de la bomba A, y este apoyo es determinante en que el Gobierno autorice la demostración, primero en pleno desierto y luego, durante las trágicas jornadas en las que se arrasaron las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. La película no esgrime ningún mensaje, ni en favor ni para condenar, sino se limita a mostrar una ficcionalización de los hechos históricos.


Magos eléctricos
El mago Robert Angier (Hugh Jackman) muere y se lleva a cabo un juicio para determinar la culpabilidad o no del principal acusado: Borden (Christian Bale). La historia se nos presenta a través del relato del creador de trucos de Angier, Cutter (Michael Caine), quien rememora el origen de la rivalidad entre ambos. Angier y su joven esposa (Piper Perabo) son asistentes de un mago. En una de sus presentaciones, Borden, otro de los asistentes, comete un error y provoca la muerte de la mujer. Luego del entierro, el ex asistente ahora intentando ganarse la vida como mago (bajo el nombre de "el Gran Danton"), jura vengarse de Borden, dando comienzo a un ajedrez de venganzas y retribuciones que incluyen estropear trucos del adversario frente al público y tratar de mejorar los propios merced a secretos ajenos. Luego de varias situaciones, Borden revela que la clave de sus trucos es "Tesla", un científico que desarrolla una serie de experimentos de suma importancia en Norteamérica. El protagonista marcha a entrevistarse con este Tesla (un David Bowie bien caracterizado), ofreciéndole una abultada suma por el dispositivo en el que está trabajando.

A lo largo de varios flashbacks y flashforward, se nos presenta una historia compleja cuya temperatura va aumentando con cada nueva ofensa, y con la inserción de la bella Scarlett Johansson como asistente primero de Angier y luego de Borden. El principal truco con que cada mago intenta superar al otro es el "Hombre Transportado", y a pesar que Borden lo hace de mil maravillas, Angier lo supera gracias a la adquisición de la costosa máquina que Tesla le ha fabricado. Una vez que la trama llega al momento en que había comenzado la película, sigue rumbo al desenlace, mostrándonos que Angier verdaderamente no había muerto (el cadáver que lo reemplaza en la mesa de disecciones es el de un "clon", sí, leyó bien, un clon, fabricado gracias al ingenio milagroso de Tesla) y que Borden no afrontará la horca sino su hermano gemelo (el "secreto" con el que era capaz de realizar el "hombre transportado"). Si no observamos mucho las cuestiones lógicas, la película es un agradable entretenimiento que se permite tejer paralelismos y figuras dentro y fuera de la pantalla.

Enlace
Para ganar, en cualquier orden de la vida, tanto personal, laboral o bélico, no basta con superar al adversario con una leve ventaja. Desde el famoso partido de fútbol en que Boca Jrs. le ganó 11 a 1 a Tigre (y mucho antes también), la Vida nos demuestra que competir, competimos todos, pero ganar, lo que se dice Ganar (así con mayúsculas), gana el que tiene más recursos aplicados al juego y también el que juega con mayor ventaja. Veamos los dos casos paralelos que nos muestran estas películas tan diferentes que nos ha dado la cinematografía norteamericana. En Fabricantes de Sombras, tenemos dos bandos en guerra. Uno ataca con todos los implementos bélicos a la mano (aviones en picado, submarinos de bolsillo, tropas en bicicleta y un etcétera tan amplio como los 10 tomos de la II Guerra Mundial de Sarpe). El otro bando inventa un arma nueva de destrucción masiva que no tiene precedentes. La prueba apresuradamente y la suelta (dos veces, como para que no queden dudas de errores) y motiva la rendición incondicional de la nación perdedora (que ya era perdedora de antes, según hemos visto en un díptico anterior acerca de Banderas de Nuestros Padres).


El esquema se repite en la película de los magos. El agresor japonés es Borden, que "tira la primera piedra", tiene un talento bélico aplicado a la magia superior a su adversario Angier, pero también es más humilde. El "hombre transportado" lo hace, ni más ni menos, que con el método "barato" y natural de tener un hermano gemelo. En cambio Angier, que compensa su leve inferioridad de talento con un suculento presupuesto monetario, no se conforma con utilizar "armas equivalentes" a su contrincante (en su caso, un sosías borrachín), así que apunta a su "Proyecto Manhattan", es decir, a sacudir el tablero con un auténtico Hombre Transportado. Y, merced a la laboriosa gestión de un colega de Oppie, Nicola Tesla, que desarrolla una increíble máquina que en vez de partir la materia, la duplica, la usa para generar un clon por show, y matarlo ocultamente (bajo engaños, suponemos) al final de cada presentación, consiguiendo el más categórico "Hombre Transportado".

Este argumento se ve respaldado por partida doble en cada película. En Fabricantes de Sombras por el enfrentamiento entre Grover y Oppie, cada cual intentando mantener su ideal y, finalmente triunfando la voluntad del militar, que juega con la fuerza pero triunfa con la dialéctica y la presiones psicológicas. En El Gran Truco se repite con el enfrentamiento en segundo plano entre el todopoderoso Edison y Tesla, triunfando el primero y extendiendo su manto monopólico sobre todo posible competidor.

La historia y el cine, nos muestran, conjuntamente, que solo en el deporte amateur lo importante es competir y que para ganar se requiere jugar con ventaja apabullante (o inventar nuevas reglas). El que gana, queda en las estadísticas y... gana.

Darío Lavia

jueves, 10 de mayo de 2007

Las Cuatro Plumas y El Patriota

THE FOUR FEATHERS (Las Cuatro Plumas-1939) de Zoltan Korda
THE PATRIOT (El Patriota-2000) de Roland Emmerich

Cuatro Plumas
Inglaterra, 1885. Las últimas noticias llegadas desde Sudán indican la derrota de las armas de Su Graciosa Majestad y la muerte del valiente General Gordon. Un grupo de viejos camaradas de armas se encuentran en la mansión del General (retirado) Faversham (Allan Jeayes), cuyo hijo adolescente, Harry (Clive Baxter), es invitado a cenar. Lejos de satisfacer la ambición de su padre, el chico se ve horrorizado por los tétricos relatos bélicos de los veteranos de guerra, y notando su malestar, el Dr. Sutton (Frederick Culley) entrega su tarjeta, diciéndole que si se llegara a sentir mal, que le avisare. 10 años después, Harry (ahora John Clements), convertido en oficial del ejército, anuncia su compromiso con Ethne Burroughs (June Duprez), hija de uno de los amigos de su padre (C. Aubrey Smith) y hermana de uno de sus propios compañeros de armas (Donald Gray). Ella también es amada por John Durrance (Ralph Richardson), otro colega de Harry, aunque acepta con madurez la elección de la joven.

Antes de que su regimiento parta para luchar en Sudán, Harry habla con su comandante y ofrece su renuncia al ejército, para la sorpresa de sus colegas. Cuando intenta explicar su decisión a Ethne, llega una caja que contiene tres plumas blancas, una por cada una de sus amigos, Burroughs, Willoughby (Jack Allen) y Durrance. Ante la incomprensión de Ethne, Harry agrega una cuarta pluma que simboliza su falta de apoyo. Poco después, durante una celebración ofrecida a las tropas, Harry habla con el Dr. Sutton a quien le plantea sus dudas acerca de que el auténtico motivo de su decisión no sea de pacifismo sino de cobardía. De esta manera, Harry decide partir solo a Egipto, comprometiendo a Sutton para que informe a Ethne de su muerte si es que no tiene noticias de él luego del lapso de un año.

En Egipto Harry se las arregla para disfrazarse de nativo (teniendo que simular que le han cortado la lengua), y se acerca al teatro de operaciones, donde, luego de encarnizados combates, la compañía británica es derrotada cayendo Burroughs y Willoughby prisioneros de los derviches del Califa (John Laurie). Harry encuentra a Durrance que, cegado, ha sido abandonado por muerto en el campo de batalla. Bajo su apariencia de campesino árabe, Harry se las arregla para conducir a Durrance a la seguridad de un cuartel británico, donde, ya repuesto, le devuelve la pluma blanca oculta en una carta para Ethne. Sin embargo, es capturado por sus propios compatriotas, que lo confunden por un ladrón, y enviado a un campo de prisioneros. Seis meses más tarde, Durrance, en Inglaterra, se compromete con Ethne (a quien el Dr. Sutton ha revelado la decisión de Harry y su supuesta muerte, debido al tiempo transcurrido). También cuenta a todos la extraña historia de su rescate por parte del árabe mudo y entrega la carta a su novia. Al abrirla, se cae la pluma y todos se convencen que Harry sigue con vida.

Entretanto, en el Sudán, las tropas británicas avanzan hacia Omdurman, donde Burroughs y Willoughby siguen cautivos. Harry, aún bajo la apariencia de árabe, intenta llegar hasta ellos, pero es descubierto, apresado y torturado. Ya desenmascarado, lleva a cabo una fuga con sus colegas inmovilizando con su acción a los derviches, hasta la llegada del ejército británico. De nuevo en Inglaterra, la noticia de la victoria y el heroismo de Harry llega a Durrance, quien escribe a Ethne diciéndole falsamente que ha recobrado la vista y que se reincorporará al Ejército. De esta manera, Harry, demostrada su bravura, se reconcilia con Ethne.

Un patriota
Carolina del Sur, 1776. Luego de la muerte de su esposa, el ahora viudo Benjamin Martin (Mel Gibson) decide, a pesar de sus antecedentes como héroe de guerra, prohibir a su hijo mayor Gabriel (Heath Ledger) que se enliste como voluntario para luchar contra los ingleses en la Guerra de Independencia. Por supuesto, el chico desobedece y se marcha a la Guerra, mientras que su padre se queda en el hogar, no solo para mantener la granja sino también para cuidar a sus seis hijos menores.

Luego de que Thomas (Gregory Smith), uno de los chicos Martin, es baleado por el diabólico Coronel Tavington (Jason Isaacs) -que hace su aparición incendiando la granja de Martin, ordenando la ejecución de prisioneros heridos, y capturando a Gabriel-, Martin Sr. se encoleriza y jura vengarse del villano. De esta manera da su primer golpe con la ayuda de dos de sus hijos, emboscando a 20 casacas rojas (soldados británicos) y, virtualmente, masacrándolos.

A partir de ese momento, inicia una campaña de reclutamiento de vecinos para luchar contra el enemigo, al estilo "guerra de guerrillas". Mientras Tavington golpea en puntos "neurálgicos", asesinando esposas e hijos de vecinos, incendiando casas de parientes de Martin, y ejecutando esclavos. En respuesta, Martin organiza un pequeño ejército que golpea y entretiene las tropas británicas, dando un tiempo precioso a las fuerzas armadas de Washington y francesa para organizar su contraofensiva.

Por otro lado, el General Cornwallis (Tom Wilkinson), amonesta en un principio la conducta sádica de Tavington, pero más tarde autoriza al villano a que tome las medidas que sean necesarias para capturar al también endiablado Martin, ahora apodado "el Fantasma" por la fiereza e impredecibilidad de sus ataques. Tavington, finalmente, rodea e incendia una iglesia llena de civiles, lo que da pie para la batalla final, que, por supuesto, tendrá resultados adversos para los casacas rojas, que serán derrotados por las milicias rebeldes. Tavington, incluso, afronta un duelo personal con Martin, pero lleva las de perder, y es atravesado por una bayoneta sabiendo que la victoria es para fuerzas que blanden la bandera de los futuros Estados Unidos (con las 13 estrellas, cada una representando a una colonia).

Enlace
Hoy día conceptos como "colonialismo" y "racismo" están imbuídos de un aura peyorativa que no siempre sufrieron. De hecho, gran cantidad de clásicos del cine de Hollywood (y del cine inglés) ensalzan las glorias y el valor de las fuerzas armadas británicas luchando en lugares tan remotos del globo como Crimea, la India, Sudán o Zululandia. Dicho cine, en general, suele ofrecer un maniqueista reparto de causas buenas y malas: Por un lado, nos muestra al valeroso soldado británico y por el otro a los salvajes y despiadados enemigos, a veces liderados por un excéntrico sultán o un califa con ansias de poder, que tratan de provocar una insurrección y bañar en sangre el hasta ese momento pacífico país (o colonia de Su Majestad). Veamos, como enlazan estas dos películas, separadas por décadas de distancia y marcos geopolíticos mundiales aparentemente opuestos.

Colonialismo heroico (Las Cuatro Plumas) vs. colonialismo villano (El Patriota)
El problema no está, como parecería, en la ideología de la película, sino en como se presenta y fundamenta el argumento. Por eso, Harry Faversham, el soldado pacifista de tiempos de la Emperatriz Victoria, es tachado de cobarde y, en la lógica del belicoso 1939 en que fue realizada la película, queda completamente justificada esa sospecha. Idéntica mecánica se opera en el Patriota Ben Martin, cuyas amargas experiencias de guerra le llevan a preferir la paz en una película estrenada cuando el mundo aún ni se imagina el desastre de las Dos Torres. Ambos sufren, cada uno a su modo: Faversham al recibir la denigrante caja con plumas y al ser rechazado por su prometida. Martin al ser desobedecido por su hijo mayor y al sufrir la pérdida de un hijo.

Sin embargo, aquí tenemos un (denominémosle así) "anti-enlace", es decir, un camino que no vamos a tomar. Faversham es miembro del ejército colonial y Martin, técnicamente un nativo rebelde, es del bando opuesto. Comparar a Faversham con el maloso Cnel. Tavington, que se hace odiar antes de llegar al primer minuto de pantalla es un despropósito, no porque uno es el héroe y el otro villano, sino porque uno es un personaje con motivaciones psicológicas básicas y el otro un personaje de caricatura, que tiene exacerbados sus rasgos como excusa para la sarta de violencia que ofrece la película entera. Tampoco vamos a sentar la equivalencia entre los derviches sudaneses y los colonos de Martin (a pesar que ambos comparten, incluso, métodos y tácticas de guerra). Por eso no dirigiremos nuestro razonar en ese camino, sino que plantearemos el punto esencial:

¿El colonialismo es bien visto previo a la II Guerra Mundial y mal visto en el año 2000?
Para responder a esta pregunta, tenemos que partir de la base que un soldado colonialista es siempre un invasor. Y ambas maneras de presentar contiendas equivalentes comparten un mismo enfoque de racismo. En Las Cuatro Plumas (así como también en las varias películas colonialistas de la época), asumiendo tácitamente la supremacía anglosajona, bajo la creencia que el Imperio Británico tiene derecho a dominar India, Egipto, Sudán y el resto de sus colonias solo por que su naturaleza blanca, sus normas, moral y sistema legal son superiores a la naturaleza oscura y caótica de los nativos de dichas colonias. Y en El Patriota mostrando desde un punto de vista similar (tan secundario que ni siquiera lo mencionamos en nuestra sinopsis) al esclavo que se pliega a los rebeldes (muchos de los cuales lo odian por el color oscuro de su piel) bajo la promesa de Washington de liberar a todos aquellos que se unan al Ejército Independentista.

Y desde luego, nada de esto infringe deméritos a las excelentes virtudes cinematográficas que goza (y sigue gozando) Las Cuatro Plumas ni eleva a El Patriota por encima de lo que es: un extenso e ilógico relato de acción.


Darío Lavia

Nota: El colonialismo puede haber sido mal visto en el 2000, pero luego del incidente del 11/9, el estreno de una remake de Las Cuatro Plumas en 2002 (protagonizada por Ledger, el hijo mayor de Gibson en El Patriota), parece decirnos lo contrario.

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