Furia y La Violencia Está en Nosotros
FURY (Furia-1936) de Fritz Lang
DELIVERANCE (La Violencia Está en Nosotros-1972) de John Boorman
Un fin de semana en el pueblo
El joven Joe Wilson (Spencer Tracy) se despide de su novia (Sylvia Sidney) y marcha a trabajar lejos de su ciudad, con el propósito de ahorrar dinero para casarse. En el camino, Joe es arrestado por un alguacil rural (Walter Brennan) que desconfía de todos los extraños a su pueblo. Un caso de secuestro infantil está vigente y la descripción del secuestrador cabe en el aspecto de Joe. Mantenido bajo arresto en la comisario del pueblo, hasta tanto Joe pueda comprobar su identidad, ubicando a sus dos hermanos, que se quedaron en la ciudad (Frank Albertson y George Walcott), el pueblo comienza a generar un extraño pero natural proceso.
Spencer Tracy y el perrito Toto, tras las rejas
Primero es a través de los chismorreos de las comadronas y de las reuniones de hombres en peluquerías o cantinas. El rumor de que el extraño detenido puede llegar a ser el famoso secuestrador se convierte pronto en la infundada certeza de que Joe es el secuestrador. A medida que avanzan las horas, el populacho enardecido se pone bajo la égida de un vecino (Bruce Cabot) y marcha a la comisaría a pedir justicia.
Un hecho traumático
Las cosas se descontrolan, y por la noche, la turba ataca al cuerpo policial, penetra en la comisaría y como no pueden ingresar a las celdas, incendian el edificio. Al otro día, por supuesto, se conoce el arresto del auténtico secuestrador, de manera que se ha producido el linchamiento de un inocente. Acto seguido (conveniencias políticas de por medio), el Fiscal Estatal (Walter Abel) dirige una demanda judicial por la pena de muerte para una veintena de vecinos (los más comprometidos en los hechos delictivos).
Lo que hasta ese momento parecía una película de juicio por linchamiento, adquiere un interesante giro debido a que Joe realmente no ha muerto, habiendo escapado milagrosamente por una cloaca. Destruído más emocional que físicamente, decide ocultarse (hasta de su novia y hermanos) y vivir una anónima nueva vida, escuchando las alternativas del juicio por la radio y aguardando el día que sus "asesinos" sean ejecutados satisfaciendo así su sed de venganza.
A medida que todas los subterfugios jurídicos se van agotando (especialmente luego de la proyección de una incriminatoria filmación en la que se ven a todos los acusados haciendo desmanes), el Fiscal va poniendo la soga alrededor de los 22 cuellos. Pero Joe recapacita y acude en persona al juicio, para declarar la verdad, no tanto por salvar a los linchadores sino por evitarse un daño moral mayor a él y a su novia.
Un fin de semana en el bosque
Cuatro citadinos (Burt Reynolds, Jon Voight, Ned Beatty y Ronny Cox) se marchan a los Apalaches, donde planean descender un caudaloso río en dos canoas, antes del inminente anegamiento de todo el área para la creación de una futura represa. En una cabaña, uno de ellos (Cox) entabla un florido contrapunto guitarrístico con un joven retrasado que toca el banjo como los dioses. Luego pagan unos dólares a un montañés para que les lleven las camionetas al pueblo donde se proponen llegar luego del fin de semana de vida al aire libre.
Confiados, bajo la guía del supuesto experto en supervivencia (Reynolds), emprenden la excursión. En un principio todo es excitación y aventura. Recorren el río y acampan en una de las orillas. Munido de un arco y flecha, Reynolds pesca la cena. Al otro día, Voight se levanta más temprano que todos y recorre el bosque. Sorprende a un venado y, por más que lo intenta, es incapaz de dispararle una sola flecha.
Un hecho traumático
Emprenden viaje y la canoa de Voigh y Beatty se adelanta. Todo está bajo control hasta que se produce un incidente con dos montañeses violentos (Bill McKinney y Herbert "Cowboy" Coward), que sodomizan a Beatty y se proponen a hacer lo mismo con Voight hasta que llega Reynolds y asesina a un agresor poniendo en fuga al otro. A partir de ahí nuestros cuatro maltrechos protagonistas encararán la auténtica aventura, la de preservar sus propias vidas y sobreponerse al inesperado suceso. Primero votan deshacerse del cadáver, y regresar sin decir una palabra de lo sucedido.
Jon Voight observa a Herbert Cowboy Coward
Al emprender el retorno, toman rápidos que destruyen una canoa y dañan la otra. Uno de los excursionistas (Cox) muere y queda horriblemente desfigurado. El otro (Reynolds) sufre una fractura expuesta y queda imposibilitado. Para colmo creen que el vengativo montañés los acecha desde las laderas. Así que Voight toma el arco y las flechas que quedan, escala la pared de piedra y se dispone a esperar al enemigo. Aunque un día antes no era capaz de matar un animal indefenso, ahora el imperio de las necesidades lo obliga a matar a un ser humano, a atarlo y hacerlo descender por el acantilado. Al principio cree que ha dado muerte a un inocente ya que el agresor no tenía dientes. Pero cuando le observa la boca, se da cuenta que tiene una dentadura postiza. El problema se resuelve hundiendo el cadáver con piedras encima para que nadie lo encuentre.
Finalmente los tres amigos regresan al pueblo, donde solo informan al sheriff de la destrucción de una canoa y de la muerte de Cox. Pero las versiones de Beatty y Voight no son coincidentes. El sheriff tiene dudas y sospecha que hay algo más... pero sabe que no tiene nada como para arrestarlos o demorarlos hasta aclarar el asunto, así que, una vez repuestos, los despide y les recomienda que no vuelvan nunca más.
Enlace
Es difícil no ceder a la tentación de enlazar a ambas películas a través de la interesante mirada que aportan sobre ciertos engranajes íntimos de la sociedad norteamericana. Es difícil no ceder a la tentación de enlazarlas por la validez e imparcialidad de dichas miradas, realizadas ambas por directores europeos (uno anglosajón y otro germano). Es difícil no ceder a la tentación de enlazarlas por la radiografía que ofrecen del Ser Humano que se considera inofensivo hasta que es picado por la violencia y muta en un bicho dañino capaz de asesinar.
Jon Voight y Ronny Cox en canoa
Entre tantas equivalencias, empezaremos por señalar como enlace válido que ambas películas nos ofrecen "descensos a los infiernos"; por supuesto da la impresión que el pueblo chico de Furia es mucho más avanzado que el de Deliverance, pero ambos son "pueblos chicos" al fin, con sus respectivos "infiernos". La película de Boorman parecería indicarnos que los citadinos no deberían haberse tomado su excursión con tanta arrogancia. De hecho, el Tracy pre-linchamiento nunca tiene la mínima arrogancia. Por ende, no es la arrogancia ni una puja entre Ciudad-Campo lo que plantean estas películas, sino el rechazo, la desconfianza, el prejuicio del habitante del pueblo chico hacia el forastero supuestamente citadino.
El fiscal Walter Abel, la novia Sylvia Sidney, el hermano Frank Albertson
Este conflicto, que revierte (válidamente) las tradicionales basas del cine norteamericano, instauradas en los años '10 por D.W. Griffith, sobre la pureza rural frente a la vileza urbana, da pie al segundo enlace entre ambos filmes. En Furia al hecho aberrante del linchamiento se le intenta resolver bajo la civilizada circunstancia judicial. La (supuesta) muerte de una sola persona deberá ser pagada por la ejecución de 22. Por supuesto, ninguna de estas personas (por más malo que parezca hasta el líder de la turba, Bruce Cabot, tiene rasgos bonachones) sería capaz de matar individualmente, pero en conjunto, formaron un ser distinto, que no solo fue capaz de incendiar la comisaria, sino también (como lo demuestran las filmaciones utilizadas como evidencia) de atacar a los bomberos que intentaban cumplir con su deber. Pero el hecho de que Tracy no está realmente muerto y que, enfermo de venganza, aporta pistas desde las sombras para incriminar aún más a los acusados, convierte a la víctima en victimario (y por cierto, despiadado).
En Deliverance se da un hecho aberrante (la sodomización de Beatty fue aberrante, pero el castigar al agresor con la muerte, también lo es). A diferencia de Furia, nadie quiere llevar el caso a juicio. Alegar "defensa propia" ante un jurado compuesto, probablemente, por parientes del muerto no tiene mucho sentido. Así que, por más que evite dicha instancia, la trama sigue un camino equivalente. Un de las víctimas (Voight) se convierte en victimario: Trepa la ladera y mata al otro agresor con fiereza inédita, equivalente a la manipulación que despliega de regreso cuando engaña a las autoridades. Así, lo que en Furia se resuelve por la ley judicial, en Deliverance se gesta por la ley de la jungla.
Darío Lavia
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